SOBRE TUS PIES

¿Cien minutos para la belleza propia? ¿Cada día? Ese lujo, mi querida siempre indecisa, o tú, trabajadora profesional, o tú, mujer casada y con hijos, no siempre te lo puedes permitir. Y aunque pudieras, te convencerías justo después de hojear el libro de que cien minutos no son suficientes. Hacen falta veinticuatro horas diarias. La imagen de tu propio aspecto no debe abandonarte ni siquiera cuando estés pensando en prestar atención a cómo caminas; cuando estás sentada, a cómo estás sentada; y cuando estás tumbada, a de qué manera estás tumbada. Incluso cuando estás de pie haciendo cola, querida, debes hacerlo por tu salud y belleza. Para conseguirlo, y cito: «Junta los talones, y separa los dedos del pie hasta una anchura equivalente a la de tu puño, y estira la cabeza hacia arriba separándola de los hombros, y continúa así hasta que llegues al mostrador, cargues la mercancía en la bolsa y te marches». Pero, atención, sigo citando: «Salir de la cola también puede servir como ejercicio si se adopta la postura correcta. Camina orgullosamente con la cabeza alta, abombando el tórax, y que cada paso comience con la cadera y no con la rodilla...». No te alegres aún pensando que, una vez llegues a casa, podrás librarte de la postura de la cola y adoptar otra más descansada. Debes mantener el abombamiento del pecho y sobre la cabeza orgullosamente alzada recaerán algunos deberes adicionales, y cito: «Cuando tengas que llevar algo de la habitación a la cocina o de una habitación a otra, colócalo en la parte superior de la cabeza y sujétalo con la mano derecha e izquierda alternativamente...». Cuando no lleves nada, pon las manos en la espalda y da cuatro pasos de manera normal, cuatro de puntillas y cuatro sobre los talones, y mantén esa alternancia hasta que no puedas más. Es también aconsejable que, «siempre que tengas un momento», ejercites los músculos del cuello con el silencioso, aunque expresivo, movimiento de abrir la boca, como si pliques todo esto a tu inquieto marido con una amable sonrisa sobre tu rostro cubierto de fresa o requesón, decirle que haces todo eso para él, para que siempre tenga una esposa atractiva y con aspecto juvenil. Deberías estar en la cama no más tarde de las diez de la noche, durmiendo boca arriba con las manos paralelas al cuerpo. Tu marido tratará inicialmente de alejarte de esa pose digna de un sarcófago, tan provechosa para los músculos, los tendones y el esqueleto. Un par de semanas después te dejará en paz y algunos meses después se marchará de casa, circunstancia gracias a la cual ganarás en espacio habitable y podrás enriquecer tu gimnasia diaria con carreras y saltos de longitud. Y, ¿sabes con quién vive ahora ese marido tuyo? ¡Nunca se te habría pasado por la cabeza!... Con Bozena, esa˙ que comienza cada paso con la rodilla, hace cola de pie con la cabeza gacha y que, en general (¡imagínatelo!), aparenta justo su edad...

Cien minutos para la belleza, Zofia Wedrowska, Varsovia: «Sport i Turystyka», 4ª edición, 1978.

 

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