UNAS PALABRAS SOBRE EL DESNUDO
Los animales ni siquiera intentan parecerse a otra cosa que no sea lo que la naturaleza planeó para ellos. Llevan con humildad sus caparazones, escamas, púas, plumas, greñas y plumones. Incluso los cambios que afectan a su aspecto en determinadas situaciones y momentos de la vida suceden de manera automática. El lobo con piel de cordero es una figura que danza en el país de las alegorías. A un lobo de verdad nunca se le pasaría por la cabeza tal cosa. La voluntad de cambiar el aspecto propio es una característica exclusivamente humana. Al menos, aún no hemos encontrado una cultura tan primitiva como para constatar categóricamente que sus fundadores continúan siendo fieles a su desnudez natural. Siempre ha habido alguien que ha intentado cambiar algo, o añadir algo. Solo hay que echarle un vistazo a la Venus de Willendorf para darse cuenta de que no está completamente desnuda. A decir verdad, tampoco lleva ningún collar ni ningún brazalete, pero los rizos de su pequeña cabeza son preciosos. Y el peinado también forma parte del atuendo. Para la autora del libro, el atuendo son básicamente pieles, tejidos y otras creaciones que sirven para cubrir el cuerpo. Yo también incluiría en este apartado los tatuajes, las incisiones en la piel, las trenzas, los penachos y los coloristas dibujos realizados sobre el cuerpo humano. Obviamente, todos ellos tienen un significadesnudo. Los misioneros que volvían del Nuevo Mundo hablaban con espanto de la desnudez de las tribus salvajes. Pero, en realidad, ninguno de ellos vio a alguien verdaderamente desnudo. Como mucho, verían a algún recién nacido. Pero es dudoso. Nada más nacer, los pertrechaban con algún amuleto contra los malos espíritus o con alguna marca que indicase su pertenencia al grupo. Haciendo un gran salto hasta nuestros días (la pulga debe figurar en el blasón del articulista), vale la pena pensar un poco en el papel que juega el desnudo en nuestra sociedad. Naturalmente, se nos presenta de muchas maneras, pero siempre es una desnudez desvestida solo para un instante. En las playas nudistas hay gente desnuda desde —pongamos por caso— las ocho y media de la mañana hasta las siete de la tarde. Claro, siempre que haga buen tiempo. En una ocasión tuve la oportunidad de echar un vistazo a una de esas playas. ¿Y qué pasó? Traté de buscar con la mirada a alguien verdaderamente desnudo en aquel lugar. Vi sombreros para proteger del sol, gafas con monturas muy ingeniosas y todo tipo de sandalias. Algunos llevaban incluso un reloj de pulsera en la muñeca. Porque uno siempre tiene que saber si ya se acerca la hora de volver a ponerse los pantalones vaqueros de todos los días.
Historia del atuendo, Maguelonne Toussaint-Samat, traducción del francés de Krystyna Szezy´˙ nska-Ma´ckowiak. Varsovia: Wydawnictwo W.A.B., 1998.