DEMASIADO TARDE, O SEA, ¿CUÁNDO?
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Capek publicó esta célebre novela catastrofista en el año 1936. Fue concebida como una advertencia ante la amenaza del creciente poder fascista de Hitler. Hoy, por lo tanto, debemos considerarla como un benemérito clásico, es decir, colocarla en el estante de las obras que supieron ver esa gran verdad de su tiempo, y dejar de leerlas. Y si se decide leerlas, que sea simplemente por sus virtudes estilísticas y sus ingeniosas ideas. Precisamente por eso, o sea, por diversión, leí La invasión de las salamandras hace aproximadamente veinte años. Ahora, mientras volvía a leerla, un gélido escalofrío recorría una y otra vez mi espalda. Porque, desgraciadamente, el libro no ha envejecido. ¿De qué trata? A orillas de una diminuta y lejana isla se ha encontrado una pequeña colonia de anfibios pertenecientes a una especie completamente desconocida. Casualmente, se ha descubierto también que estos, en apariencia, bondadosos monstruos son suficientemente inteligentes para, si se les enseña, realizar algunos trabajos subacuáticos; se aclimatan bien a todo tipo de latitudes y, si se les da alimento y se les suministran herramientas, pueden reportar al género humano incontables beneficios. Ese es el prólogo. Pero el epílogo nos relata que las salamandras se han multiplicado de un modo descontrolado y ya no caben en las pequeñas bahías en donde habían sido confinadas a vipoco de todos los continentes, sumergiéndolos bajo el mar. El intervalo entre el prólogo, en el que nada augura todavía el peligro, y el epílogo, en el que ya es demasiado tarde para cualquier tipo de reacción, lo llena ˇCapek de ruido informativo. La novela es un montaje paródico que aglutina todo tipo de informaciones. En ella encontramos noticias periodísticas, opiniones de expertos y estadísticas. Entrevistas, informes, conferencias y polémicas. Llamamientos, proclamas y manifiestos. Crece el número de mítines, congresos, conferencias de alto nivel y cumbres. Y todo debido al problema de las salamandras, en relación a las salamandras, en contra de las salamandras y en defensa de las salamandras. Cada vez resulta más evidente la imposibilidad de alcanzar un punto de vista común en este debate. Con el paso de tiempo van apareciendo esas precavidas personas que quieren prestar su servicio a las salamandras. Aumenta también el número de gente partidaria de mantener la calma, individuos que ya están más que hartos de oír hablar sobre esas malditas salamandras. Naturalmente, tampoco faltan individuos que prevén, advierten y exhortan antes de que pase nada. Y yo me pregunto, Dios mío, ¿qué hay que hacer para poder ver la diferencia entre un pesimista maníaco y un profeta que tiene razón ya desde el principio? El mundo está repleto de fuerzas adormecidas, pero ¿cómo se puede saber de antemano a cuál despertar sin que cause daño y a cuál no liberar bajo ningún concepto? Entre ese instante en do y ridículo y ese otro en el que ya es demasiado tarde para todo debe haber un momento perfecto, oportuno, especialmente indicado para impedir la desgracia. Entre todo ese barullo, debe de pasar inadvertido. ¿Pero qué momento es ese? ¿Y cómo reconocerlo? Quizás sea esa la pregunta más dolorosa ante la que nos ha puesto nuestra propia historia. Querida Karel, Estimada Sombra del Otro Mundo: todavía no tenemos una respuesta.
La invasión de las salamandras, Karel ˇCapek, traducción del checo de Jadwiga Bułakowski. Wydawnictwo Siedmioróg, 1992.