CUÁNTO CUESTA SER UN CABALLERO
El Cid existió realmente y es cierto que su esposa tenía por nombre Jimena. De igual forma, la valentía del Cid no deja lugar a la duda. Sin embargo, la leyenda ha exagerado un tanto la irreconciliable enemistad con los moriscos españoles. A veces este hombre también combatía del lado de los moriscos contra los cristianos. El sobrenombre de Cid, del árabe Sidi («mi señor»), refleja esa familiaridad por parte del héroe con el mundo del Islam. Sin embargo, el cantar popular no le recuerda así y confiere a su vida un único y decisivo rumbo: del lado del rey español contra los moprobablemente medio siglo después de su muerte, es decir, a mediados del siglo XII. La versión que hoy se conserva data del siglo XIII. Es dudoso que sea obra de un único autor, sino más bien de dos, que solamente un copista convertiría más tarde en una sola persona. El Poema se divide, por una parte, en el relato de los hechos de armas del Cid y, por otra, en sus problemas familiares. En la primera se oye el sonido de las espadas y, en la segunda, solamente el cuchicheo de las cortesanas y el susurro de los vestidos de las doncellas. Y aunque el encanto de la sencillez y la ingenua concreción están presentes en ambos relatos, por alguna razón, prefiero la primera. Fue escrita por un Balzac medieval. La guerra es para él, ante todo, una empresa financiera. Para combatir hay que apoderarse del oro y, para conseguir el oro, no hay más remedio que combatir. Dado que la guerra es costosa, esta debe ser rentable. Es necesario especular con el botín, exigir un tributo y, si no es suficiente, estafar con los préstamos. La cabeza del caballero, hasta que alguien se la cortaba, estaba siempre llena de cálculos. El autor no se olvida ni por un segundo de los botines de guerra y los enumera con arrojo y gusto. Lejos aún de la consciente idealización de la caballería, el Poema tiene el aroma de la autenticidad, el cual, por ejemplo, se observa levemente envuelto por un perfume vaporoso de virtudes absolutas en La Chanson de Roland. La traducción de Anna Ludwika Czerny es maravillosa. Ha conservado íntegra la libertad interna de esta extraña franqueza medieval que hoy nos parece un tanto perversa.
Poema del Cid, traducción del español de Anna Ludwika Czerny, epílogo de Zygmunt Czerny y diseño gráfico de Józef Wilson. Cracovia: Wydawnictwo Literackie, 1970.