¿QUÉ ES EL MISTERIO?

No hace falta ser un experto en cualquiera de las ramas de la ciencia para escribir un libro como este. No hace falta viajar por todo el mundo ni contactar con cualquiera de los testigos de esos sucesos asombrosos. Ni siquiera hace falta informarse de qué ha sido de la señorita Clarita de Manila, quien supuestamente fue apaleada y mordida por un individuo invisible a plena luz del día y en presencia de testigos oculares. Para escribir un libro como este solo hacen falta libros ya escritos que se le parezcan, leerlos y, si es posible, enriquecerlos con las noticias más recientes bien todo, clasificarlo un poco, y contarlo con tus propias palabras para evitar cualquier proceso judicial por plagio. Naturalmente, hay ciertas noticias bomba a las que uno debe renunciar con el paso de los años. Ya no se incluirá, por ejemplo, ese relato tan famoso en los sesenta de aquel tipo que fue secuestrado y retenido en la Luna, donde tuvo esas más que interesantes conversaciones con sus habitantes. Aunque, por otra parte, siempre hay alguna cosa que añadir. El Yeti ya tiene demasiados familiares en los bosques más inaccesibles del planeta, el monstruo del Lago Ness se deja ver en los más profundos lagos y estrechos, y hay tantos alienígenas que es necesario ir con cuidado, no vaya a ser que le demos un portazo a uno de ellos. Las palabras crueles dirigidas a la ciencia se han convertido en un leitmotiv constante en este tipo de libros. La ciencia exhibe su indignante desprecio e indolencia, y se muestra ciega y sorda cuando se le ofrecen pruebas, las cuales son siempre, en su opinión, falsas o insuficientes. Pero hay tipos aún peores que los científicos. Los fotógrafos que lograron tomar unas fotos de los vehículos espaciales saben de lo que hablo. Acto seguido, tres hombres de negro que hablaban con un acento extraño irrumpieron en su cuarto oscuro, les ordenaron que entregasen las fotografías y se marcharon después en una limusina negra sin matrícula. Es posible que el lector piense que no soy más que una terca racionalista, una que ni siquiera se molesta en pensar que algo extraño, misterioso y amoral puede Pero es justo al revés: el concepto de «mundo ordinario» no existe para mí. Cuanto más sabemos de él, tanto más enigmático se torna, y la vida que en él existe se nos revela como una extraordinaria anomalía cósmica. Un árbol que crece y el murmullo de sus hojas: con eso tengo más que suficiente. No necesito a ningún Jurgenson ni a sus ciento treinta y nueve voces de difuntos grabadas, entre las que parece escucharse el barítono de Bismarck esperando para reencarnarse. Es posible que alguien necesite algo con más mordiente para que le cause estupor, como, por ejemplo, aquella rana de Liverpool que, al parecer, salió de un bloque de granito que se había quebrado y aún consiguió vivir unas cuantas horas más. Para sorprenderme a mí, con una Rana sobre la Hierba es suficiente.

El libro de los misterios, Thomas de Jean, tres tomos traducidos por cuatro traductores. Wydawnictwo Pandora, 1993.

 

Lecturas no obligatorias: Prosas
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