EN LAS GARRAS DEL RELAX
Entre descansar y relajarse hay una gran diferencia. El individuo que descansa hace lo que quiere: si quiere dormir, pues duerme; si quiere pasear por el bosque, pues pasea; y si quiere leer a Joyce, pues lee a Joyce. A la hora de relajarse, una arbitrariedad como esa es inadmisible. Cada instante libre de la actividad profesional u otras obligaciones deber ser celosamente aprovechado para hacer gimnasia o recibir masaje, o para preparar las condiciones previas idóneas para que las dos anteriores se realicen. Nada de improvisar, señores y señoras. Ni siquiera psíquicamente, dado que también hay un masaje específico para eso. Pues el relajamiento debe guiarnos hasta un lugar en el que nada nos preocupe en exceso. El tipo de individuo que promocionan todos estos libros de auto-ayuda es simplemente el del sano idiota que ha dormido bastante. El único objeto de interés para él debe ser su propio cuerpo. Naturalmente, necesita un montón de información procedente del mundo exterior que los redactores (supuestos expertos) ya se encargan de ofrecerle. Información como que «el perro es un compañero fiel», «la luz natural ilumina tu habitación», «dispón tus muebles de tal manera que no te molesten», «empápate de la belleza natural» o «deshazte de los productos caducados». Bien, ¿pero qué necesidad había de traducir todo esto del inglés? ¿Acaso nuestro dos como «al respirar entra aire en los pulmones»? ¿Acaso hacía falta importar de la patria de Newton la noticia de que el cerebro se divide en dos hemisferios, de los cuales el izquierdo es el responsable de «las actividades que requieren pensar como, por ejemplo, resolver un crucigrama»? No tengo nada en contra de los crucigramas, pero que justamente aparezcan aquí como el único ejemplo de esfuerzo mental es muy significativo. Para relajarse, naturalmente, se permite poner música. Pero debe ser una música ligera, con poco volumen y que acompañe bien a la posición en cuclillas. Caprichos como visitar una galería de arte, asistir a una conferencia, ir al teatro o charlar con alguien, y que la conversación no verse únicamente alrededor de las calorías, han sido completamente omitidos y silenciados. En dos ocasiones recomienda leer durante el proceso de relajamiento, en ambos casos se alude a él como un mal necesario. De noche, si aún no has conseguido cerrar los ojos, «comienza a leer algún libro tranquilo hasta que el sueño se apodere a ti»; y cuando estés haciendo la maleta antes de un viaje: «lleva contigo un libro para evitar el aburrimiento de un largo viaje»... Para finalizar, una confesión personal. Me encanta descansar. Incluso es posible que demasiado. Sin embargo, nunca he practicado la relajación. No tenía ni idea de lo que me estaba perdiendo. Al menos, ahora ya lo sé.
Relajamiento: ciento un consejos prácticos, traducción del