CATALINA LA NO-TAN-GRANDE

Este historiador francés se ha propuesto un duro trabajo. Ha decidido sacarle brillo al retrato de la endemoniada Catalina de Médici, alguien que se ganó a pulso el que sus contemporáneos la considerasen como salida del mismo averno. Esta opinión era comcos. Los primeros lo proclamaban a voces; los segundos, susurrando; o viceversa, dependiendo de qué bando se sintiese engañado por la reina. Al final, se terminó por echarle la culpa de todas las plagas que asolaban Francia. Naturalmente, esto era una exageración. Solo en algunas ocasiones puede señalarse con el dedo a Catalina como la culpable. No son suficientes para considerarla la bestia del Apocalipsis, aunque sí son demasiadas para cualquiera que quiera convertir a esta irresponsable dama en su figura histórica favorita. Pero, al parecer, ese es el propósito del autor. Le atribuye virtudes que, de alguna manera, nunca, durante sus treinta años de gobierno, salieron a la luz. La llama «la Montaigne italiana» (¡Dios Santo!) o «la artista que entregó su talento creativo al servicio de la política». Las ocho guerras civiles que no pudo, no supo o no quiso evitar, no hablan demasiado bien de su maestría. Es necesario recordar que no solo Francia lidiaba en aquel tiempo con el problema de las religiones en guerra. Todos los monarcas europeos se vieron obligados a hacer frente a ese duro hueso de roer. Prácticamente en ningún sitio se solucionó sin violencia, disturbios u hogueras. Pero es un hecho que fue Francia el lugar en donde más sangriento y atroz resultó este conflicto, circunstancia que nos hace dudar de que Catalina fuera precisamente la persona indicada para el sitio adecuado. Solo tras su muerte, los dos bandos enfrentados consiguieron llegar a un acuerdo, pero fue gracias a los esfuerzos de otro monarca. Así que todos habla de la señora Médici no me convencen. A cada uno de ellos se le podría poner un interrogante. «La espléndida reina madre» (¿esa ante la cual sus hijos se encogían de terror y que fue incapaz de reprimir la hostilidad, para nada fraternal, que sentían los unos por los otros?). Una soberana «con una intuición política infalible» (¿esa misma que instigó la Matanza de San Bartolomé demostrando ser incapaz de prever sus consecuencias, no solo de largo alcance, sino inmediatas?). «Una experta en cuestiones diplomáticas y políticas» (¿alguien a quien más tarde, bajo la presión de los acontecimientos, el mismo autor se ve obligado a clasificar como «una mujer incomprendida»?). El punto fuerte en la defensa de la desdichada Catalina es que consiguió salvar el trono francés, circunstancia que fue de gran importancia para el país. Verdad solo a medias. Los hugonotes eran también monárquicos y estaban dispuestos a defender el trono. Las ideas republicanas solo comenzaron a extenderse entre ellos después de la Matanza de San Bartolomé. En el trono que Catalina había salvado apareció la carcoma, un pequeño escarabajo que, poquito a poco, se puso manos a la obra.

Catalina de Médici, Jean Heritier, traducción del francés de Maria Skibniewski.Varsovia: Pa´nstwowy Instytut Wydawniczy, 1981.

 

Lecturas no obligatorias: Prosas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml