LILIPUT PERDIDA

El tema principal de este libro es el análisis de la interdependencia que existe entre el tamaño del cuerpo y su función vital. Cuanto más pequeños son los animales, más rápido es su metabolismo, y lo que de ello resulta, más rápido es su ritmo de respiración y pulsaciones, y mayores su voracidad y su capacidad reproductiva. En el caso de que aparezcan excepciones a esa norma, el autor trata de explicar sus causas secundarias con el mismo grado de rigurosidad que se utiliza en la propia regla. Me atrevo a decir que esta obra no decepcionará ni a los zoólogos más eminentes ni a todas aquellas personas profanas que se sientan atraídas por el conocimiento de las ciencias naturales. Sin embargo, sufrirán mucho en nombre de ese conocimiento. Yo misma, por ejemplo, he estado hasta hoy convencida de que el carácter fantástico de los liliputienses de Swift radica principalmente en que no hay, y no hay porque no existen. Sin embargo, ahora debo resignarme a la idea de que no existen porque su existencia resulta absolutamente imposible. Es una diferencia sustancial y un golpe mortal a la idea misma de los duendes. El autor va, poco a poco, dando forma a este ataque. Primeramente, afirma que los liliputienses sobrealimentaron innecesariamente a Gulliver. Pensaron que, como era 1728 veces mayor que un liliputiense adulto, debía de comer 1728 veces más que uno de lente a ciento cuarenta y cuatro raciones alimenticias liliputienses. Por otra parte, los mismos liliputienses deberían comer mucho más de lo que aparece en el relato de Swift. No basta con tres comidas diarias: hacen falta treinta y seis, lo que equivaldría a una cuarta parte de su peso total. De lo contrario, morirían rápidamente de inanición (de hecho, Podziomek, el glotón personaje del cuento de Maria Konopnicka, resulta ser un duende bastante más creíble). La necesidad de obtener una cantidad tan grande de alimento excluye todo atisbo de vida sedentaria, el desarrollo de costumbres refinadas y el conocimiento; pone en entredicho la existencia de cocineros, contables, jardineros y arquitectos; e imposibilita cualquier tipo de cultura. El ser humano ha sido capaz de desarrollar una cultura gracias a que es un organismo relativamente grande, tiene un metabolismo más lento y, a consecuencia de ello, dispone de mucho tiempo libre, sin el cual la cultura ni siquiera habría podido nacer. Por tanto, el cruel autor niega a los liliputienses el privilegio de llamarse un reino civilizado. Y no le basta con ello, también les niega el derecho a moverse como lo hacen los humanos. La peripecia de Gulliver entre los gigantes no sale mucho mejor parada. Por muchos motivos, unos corpazos como esos solo podrían vivir en el agua, donde se comportarían

de un modo adecuado conforme a las exigencias del medio líquido. Por decirlo de un modo claro, uno solamente puede ser Gulliver rodeado de Gulliveres... Para consuelo mío, debo añadir que solo dentro de los límites de mi especie (¡esos que son tan estrechos!) puede el autor hacer un esfuerzo por leer a Swift y su extraordinario relato.

Gigantes y enanos del mundo animal, Everhard Johannes Slijper, traducción de una traducción al alemán de Stefania Jarz˛abek y Mieczysław Kowalski. Varsovia: «Wiedza Powszechna», 1975.

 

Lecturas no obligatorias: Prosas
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