LA NUEZ Y LA DORADURA

Los grandes cantantes siempre fueron ídolos. Incluso cuando aún no se utilizaba ese calificativo. Siempre con el suelo de un modo estrepitoso. Entre sus entusiastas, no solo había verdaderos expertos del arte vocal, sino también multitudes ingentes de esnobs que aplaudían, gritaban, silbaban y se desmayaban, porque veían que otros también lo hacían. Lo mismo ocurre hoy en día durante las actuaciones de Domingo, Pavarotti y Carreras, solo que, gracias a los medios de comunicación de masas, el volumen se ha multiplicado por mil. El libro de Marcia Lewis sacia por completo nuestro interés en todo lo tocante a chismorreos y noticias sensacionalistas. Hay de todo y de todo en exceso: deslumbrantes sucesos, escándalos, alborotos, intrigas de entre bastidores y romances. También hay muchas fotografías: una con determinada princesa, otra con millones de personas en una recepción con champán o aquella otra con su última amante. A eso se le suele llamar «vida privada», aunque en realidad solo es la delgada doradura que cubre la existencia. Abajo yace la gris y dura nuez, o con otras palabras, la pesada, monótona y constante brega. La autora hace poca

o ninguna mención a ella. Porque no impresiona, es aburrida y ¿a quién iba a interesarle? Los obligatorios ejercicios respiratorios y vocales de todos los días, los ensayos con el acompañador, con los compañeros, con la orquesta, las reuniones con los agentes, las grabaciones (repetidas mil veces hasta que todo sonaba bien), las probaturas con el vestuario o esas entrevistas durante las que siempre se ha de tener mucho cuidado. Y de nuevo todos esos hoteles, cualquiera de ellos uno no sabe dónde diablos se encuentra. No estoy segura de que alguien pueda acabar convirtiéndose en un verdadero playboy en esas circunstancias. El aún joven y atractivo Domingo, durante su estancia de poco menos de un año en Tel Aviv, actuó en más de doscientos espectáculos y se aprendió de memoria más de cincuenta papeles operísticos. Si con todo ese duro trabajo hubo en algún momento un resquicio para el tiempo libre, dudo mucho que por él se colase alguna modelo con sus grandes pechos de silicona. Después de una actuación hay que dormir como es debido, porque al día siguiente aguarda otro concierto y otro ensayo antes del mediodía para una nueva ópera. Así, pues, los rumores sobre las conquistas amorosas de estos, por otra parte, interesantes individuos se reducen a la mitad. Si no a las tres cuartas partes... Hay aún dos cargas más de cuyo peso estos célebres cantantes nunca pueden escapar. La primera es el miedo al público, mucho peor que el de los actores del teatro hablado. Por lo que respecta a estos últimos, nadie se da cuenta de si tienen un leve catarro. En el caso de los cantantes, de inmediato sirve de pretexto para que se comente y se diga que es la primera señal de una carrera en declive. Los cantantes sonríen radiantemente en las fotografías, pero están temblando por dentro. Tal cual un gimnasta que, de un momento a otro, tiene que subirse a la barra. La segunda es el interminable debate que hay en la prensa sobre quién de ellos es el tenorissimo, o el mejor de los tres. En mi opinión, to toy igual de agradecida a los tres. Si quizás me conmueve un poco más Pavarotti, solo es porque, vestido de frac, parece un gran escarabajo negro y siento una gran estima por la belleza de los escarabajos.

La vida privada de los tres tenores, Marcia Lewis, traducción del inglés de Bozena Stokłosa. Varsovia:.˙Swiat Ksi´azki, 1999˛

 

Lecturas no obligatorias: Prosas
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml