IX

Dos de la madrugada...

El teléfono estuvo vibrando durante mucho tiempo antes de que el doctor Tolstoi lo escuchara, y más rato aún hasta que abrió los ojos ya consciente de lo que significaba su sonido.

—¡Demonio!... ¡Diga? ¿Diga?...

Al otro lado, la inconfundible voz de Taw sonó extraña y sus palabras ininteligibles por lo precipitadas.

—No le entiendo... Hable más despacio... Y si está nervioso por algo tranquilícese...

—El moho...

—Sí... ¿Qué pasa con el moho?

—Me ha crecido.

—¿Cómo que le ha crecido?

—En el brazo.

—¿En el brazo?

—Me lavé como usted me aconsejó. Pero no sirvió de nada, pues durante esta madrugada me ha vuelto a brotar, ha proliferado, cubriéndome hasta el cuello.

—¿Tiene usted fiebre? ¿Se siente mal?... La verdad es que no sé qué decirle.

—Me noto bien, sólo asustado... No he tomado aún ninguna medida... Al abrir los ojos y verme esto, lo primero ha sido llamarle.

—¿Tiene en casa Super Aséptico 55?

—Sí.

—Utilízelo entonces como cura de urgencia. Y llame a un médico si ello le tranquiliza. O espere a que yo le visite con Moore.

—Bien... Gracias... No tarde.

—Descuide...

Tolstoi colgó el teléfono y volvió a marcar otro número.

—¿Diga?... —preguntó una voz de mujer soñolienta.

—¿Está el señor Moore?

—¿Quién pregunta?

—Tolstoi Van de...

—¡Ah!..., le hemos estado llamando a usted insistentemente. Su teléfono siempre comunicaba... Deseábamos ponerle al corriente de que el señor Moore...

—Moho verde —se adelantó a decir Tolstoi, presa de un súbito presentimiento.

—Sí..., ¿cómo lo sabe? —indagó la voz femenina con esa característica modulación de la perplejidad.

—Eso es lo de menos... ¿Pero dónde está?

—En el brazo del doctor Moore y en...

—¡No me refiero al moho, mujer!

—Disculpe, estoy tan nerviosa... Me horrorizó tanto verle la cabeza como una mopa verdosa... —Y varios gemidos histéricos ocuparon la línea.

Tolstoi, con los nervios de punta, le gritó de una manera casi brutal:

—¡Haga el favor de decirme dónde está Moore!

—Sí..., sí..., señor... En la Clínica Paloma Blanca, del distrito Rojo...

—¡Acabáramos, Santo Dios!... Y ahora atiéndame... Es muy importante el favor que voy a pedirle... Llame usted al doctor Mac Anuil, teléfono 1966abc, y envíelo a toda prisa a casa del señor Taw... ¿Sabe usted dónde vive el señor Taw?...

—Sí, señor...

—Bien... Yo iré a la Clínica para ver a Moore...

—Sí, señor...