VIII
Tolstoi cruzó presuroso la entrada principal del Centro Mundial de la Ciencia después de atravesar con gran dificultad la masa de periodistas y de curiosos que rodeaba el edificio. Se escurrió gracias a su físico escuálido como una anguila.
Escoltado por media docena de agentes fue recorriendo los numerosos pasillos que conducían a la Sala de Conferencias, donde le esperaban en secreta reunión los representantes de los ejes de Defensa Unida, Astrociencia e Información...
Cuando puso pie en la estancia los tres hombres se aproximaron a Tolstoi.
—¡Tan veloz como siempre! —exclamó Iván sonriendo amablemente, a la vez que alargaba la mano para saludar al recién llegado—. ¡Ojalá, cuando tenga yo sus setenta y cinco años, pueda disponer de tanta energía!
—Su gusto por los caracoles con picante le llevarán a la tumba.
—No sea tan agorero, señor. —Iván hizo una pausa y se volvió hacia la rechoncha figura de Moore y la desgarbada de Taw—. Jefe de Astrociencia y Jefe de Información, los nuevos —dijo.
—Sí, gracias. Creo que hemos sido presentados ya en alguna parte, aunque no puedo precisar dónde... Tanto gusto... Bueno..., ahora sentémonos alrededor de esa mesa y estudiemos los informes.
—¿No le parece mejor que bajemos a la nave subterránea? —le apuntó Taw—. El objeto desconocido ha sido trasladado allí para protegerlo de los curiosos y porque disponemos en ese lugar de más medios de investigación que en la sala del edificio del Observatorio Astronómico, a donde provisionalmente lo habían llevado.
—¡Ah!, bien... Sí, señor Taw..., descendamos.
En el gran patio central, cubierto y fuertemente iluminado, aunque con exactitud, el objeto extraterrestre colgaba de una gran grúa y esto producía la ilusión de que una enorme araña había sido capturada o pendía al acecho de los hombres, que lucían como moscas junto a un arácnido.
Cuando los científicos se le aproximaron contrajo las patas tal como un crustáceo que, herido, intenta protegerse. Tolstoi preguntó:
—¿Qué se ha conseguido averiguar?
—Desde luego es extraterrestre. Se trata de una sonda interplanetaria encargada de recoger muestras y fotos. Está construida con un producto, que no sabemos si es natural o artificial. Aún no hemos llegado a su total estructura interior, donde la materia orgánica y la electrónica integran un complejo autónomo dirigible, pero capaz de actuar por sí mismo, probablemente dentro de los límites impuestos por alguna programadora interna.
—Interesante —opinó Tolstoi, pero más atraído por algo en la superficie granulosa del objeto—. ¿Y esto? —indagó señalando la pelusa verdosa que cubría una zona bastante amplia bajo el vientre.
—Pues... no lo sé. —Moore se extrañó y buscó una respuesta con la mirada en el rostro de Taw. Pero Taw tampoco dio una contestación definitiva.
—Antes no estaba. Hace diez minutos eso no estaba ahí. —Taw lo tocó instintivamente con el índice.
—¡No! —gritó Tolstoi tirándole del brazo.
—¿Por qué?
—Simple precaución... Lávese con un fuerte desinfectante, y llame al Encargado General...
El Encargado General miró con sorpresa aquella mancha...
—Pues... no sé, parece moho... Debe de haber salido hace muy poco... No me hace gracia... ¿A usted le hace gracia?
Tolstoi miró de arriba abajo la melenuda presencia del Encargado General...
—No estamos en un circo.
—Disculpe... Me refiero a que eso ha salido de pronto y se ha hecho tan grande como un plato en el plazo de quince minutos, y...
—Cierto... No lo toquen... Tomen una muestra para su estudio. Y la zona afectada atáquenla con Super Aséptico 55... Yo me siento fatigado. Son las once de la noche. Usted está de turno, de guardia... Mañana sabremos algo más...