Día 31…

Conall aparcó en un hueco justo delante del 74 de la calle Star, muy cerca del número 66. ¿Cómo lo hacía?, se preguntó Lydia. ¿Por qué la gente como él conseguía siempre lo que quería?

—El día no ha estado mal —dijo Conall.

Lydia ya se había quitado el cinturón y tenía la mano en el picaporte de la portezuela, pero se detuvo.

—Detesto que hagas eso. Siempre estás evaluando las cosas, dándoles un valor.

—¿Qué haremos en nuestra próxima cita?

—Adiós.

—Describe tu noche perfecta.

—¿Estás sordo?

—Va, tu noche perfecta.

—Eres increíble. Solo oyes lo que quieres oír.

—Descríbela. Eso que siempre has deseado hacer.

—Lo estás haciendo otra vez.

Conall se encogió de hombros.

—¡Arrrg! —Lydia hundió la cabeza en las manos—. Eres uno de estos tipos que utilizan el silencio como una…

Él permaneció callado. Finalmente, ella dijo:

—No entiendo cómo lo haces. La describiré si me juras que no tendré que hacerlo.

—¿No quieres hacer realidad tu noche perfecta?

—Contigo no.

—Entiendo.

—No, no lo entiendes. Muy bien, me gustaría ir a…

—Espera un segundo. Antes de empezar, tienes que describir una noche humanamente factible. No puedes decir que te gustaría ir a la Luna.

—No me gustaría —repuso secamente Lydia. ¿A quién podría gustarle ir a la Luna?—. Me gustaría ir a Float. Es una discoteca con una piscina en la azotea y…

—La conozco.

—Pero tienes que ser socio…

—Lo soy.

—¿En serio, señor Hathaway? ¡La leche! —El rostro de Lydia se iluminó con una sonrisa.

—Podemos entrar sin problemas. —Conall estaba contento de poder complacerla.

—Con Poppy, Shoane y Sissy.

—¿Quiénes son?

—Mis amigas.

El semblante de Conall se endureció.

—¿Y cuál es el plan? ¿Que yo también vaya y lo pague todo?

—Será un placer. Nos gusta el champán rosado.

Conall la observó en silencio.

—Oh. —Lydia frunció el entrecejo y meneó la cabeza con pesar—. ¿El señor Hathaway se ha disgustado?

Desde luego, lo parecía.

—Me has preguntado cómo sería mi noche ideal y te lo he dicho.

Conall se encogió de hombros, negándose a mirarla a los ojos.

—¿Estás enfurruñado? ¿A tu edad? Vaya, querías que mi noche perfecta fuera algo que tú también desearas hacer. Pero tú y yo somos diferentes, Hathaway. No puedes hacer que la gente quiera lo mismo que tú.

Algo en sus palabras… De pronto estaba escuchando ecos del pasado, del día que había llevado a Katie a Glyndebourne. Lo que ella le había dicho entonces. «Creo que estás un poco pirado.»

¡Adaptarse! ¡Adaptarse para sobrevivir!

—De acuerdo, trae a tus amigas. ¿Cuándo quieres ir? ¿Esta noche?

—Dios, no. Tenemos que ir a la pelu. Y necesitamos tiempo para esperar con impaciencia el momento. Para ti es normal ir a lugares fabulosos cada noche de la semana, pero para nosotras es una ocasión especial.

—Entonces, ¿el sábado?

—¡El sábado! —Cuánto desprecio—. Todos los horteras van el sábado. No, iremos el lunes, que es cuando sale la gente con clase.

El lunes no le iba demasiado bien. El martes tenía que viajar a Milán. Quizá pudiera trasladarlo al miércoles.

—Lunes, entonces.

—Y, Conall… —dijo quedamente Lydia.

Conall la miró, listo para aceptar sus palabras de agradecimiento.

—Has de saber que serás el más viejo del grupo por una diferencia de sesenta años. Espero que no te importe.

La estrella más brillante
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