Día 8

Al principio Lydia pensó que no había nadie en el piso, pero Andrei estaba sentado en la sala de estar, muy silencioso.

—Hola —dijo con fingida cordialidad—. ¿Has ido a Boyne?

—Sí. Te cogí la bolsa.

—Ya lo he visto.

Lydia entornó la mirada. ¿Era una observación irritada o una simple confirmación?

Andrei se volvió hacia ella y fue como si los lanzaran en catapulta. De repente estaban arañándose la ropa, el pelo, la piel. Avanzando como un solo cuerpo, retrocedieron por el pasillo, chocaron con la puerta del dormitorio de Andrei y cayeron violentamente sobre la cama. Él la manejó con firmeza y en unos segundos se estaba deslizando dentro de ella. Sin juego erótico ni sutilezas, algo rápido y furioso, y ella lo quería rápido y furioso. Fuera cual fuese la fuerza que los dominaba, solo podían expresarla de forma salvaje. Nada de palabras, nada de técnicas, solo sexo puro y duro.

Andrei era como un animal. Y también ella cuando estaba con él. Todo instinto y sensación.

Pero en cuanto acabaron, Lydia recuperó la cordura. Estaba… en fin, estaba sorprendida.

Pensaba que Conall Hathaway la había curado de Andrei. Pero ahora, mirando atrás, comprendió que durante las últimas dos semanas apenas había visto a Andrei, y que las pocas veces que lo había visto estaba con Jan. Era fácil no caer en la tentación de practicar sexo frenético con alguien si no lo veías.

—Ha sido la última vez —dijo Lydia—. Definitivamente. Tengo novio.

—¿Quieres una medalla? Yo también tengo… —Andrei se detuvo en seco. Se oían ruidos en el pasillo—. Jan está en casa. —Saltó de la cama y empezó a echarse ropa sobre su cuerpo sudoroso—. ¡Vístete!

—Vístete tú. —Resultaba un poco insultante lo mucho que Andrei deseaba ocultarle la situación a Jan, aunque Lydia tampoco quería que lo descubriera. No porque lo que hacía fuera ilegal o algo parecido, pero cuanta menos gente lo supiera más fácil le resultaría creer que no había ocurrido. Así y todo, era un milagro que Jan, pese a su monumental estupidez, no lo hubiera adivinado.

Estaba tarareando fuera. Dejó algo sobre la mesa de la cocina con un tintineo y, acto seguido, entró en el cuarto de baño. En cuanto corrió el pestillo Andrei dijo:

—Vete.

Lydia telefoneó a Poppy pero no la encontró.

—Pops, llámame. No estoy curada.

Luego llamó a Sissy, pero tampoco la encontró.

No le quedaba más remedio que llamar a Shoane, aunque como árbitro moral Shoane no sería su primera elección.

—He vuelto a enrollarme con Andrei.

—Yaaaaa. —La oyó encender un cigarrillo, acomodándose para parlotear.

—A finales de semana se marcha de vacaciones a Polonia, pero tendré que vivir con él hasta entonces. ¿Y si vuelve a ocurrir? Porque ahora Hathaway es, en cierto modo, mi novio. No me gusta ser infiel. —Tener un novio detrás de otro estaba bien. Tener un novio nuevo dos días después de haber dejado al anterior, estaba bien. La infidelidad, en cambio, no le parecía bien.

—Yo no me preocuparía por eso —dijo Shoane—. Estoy segura de que Hathaway contrata prostitutas cuando está en esos hoteles.

—¿Tú crees?

—Bueno, tal vez. Podría hacerlo. Le sobra el dinero y se aloja en esos hoteles de negocios y… Oye, solo hablaba por hablar, no tienes de qué preocuparte.

—Ya, entiendo. Gracias por tus palabras de apoyo. Supongo.

La estrella más brillante
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