RODRÍGUEZ ZAPATERO: OPTIMISTA POR NATURALEZA
ZAPATERO se convirtió de la noche a la mañana en el líder con el coraje suficiente para cumplir, apenas investido presidente, promesas electorales tan arriesgadas como la retirada inmediata de las tropas españolas de Irak. Además, desde el principio dejó muy claro su intención de gobernar con una actitud abierta, tranquila, conciliadora y respetuosa. Pues eso, que su famoso «talante» se convertiría pronto en motivo de chanza recurrente para los grupos de la oposición parlamentaria. Igual de arriesgada fue su apuesta de emprender una aproximación a ETA con el fin de iniciar, de una vez por todas, el camino hacia el final del terrorismo mediante una paz negociada. Sin embargo, el proceso de paz quedó definitivamente roto cuando la banda terrorista llevó a cabo un nuevo atentado mortal en la T-4 del madrileño aeropuerto de Barajas.
En cualquier caso, los españoles le demostraron mayoritariamente en la reelección el apoyo a su gestión, consiguiendo en la convocatoria electoral de 2008 una mayoría simple, con más de once millones de votos y rozando el cincuenta por ciento del total del escrutinio. Su segundo mandato estuvo marcado por el impacto de la recesión económica mundial, con unas consecuencias laborales y sociales de extrema gravedad, que le llevaron a un adelanto electoral y al anuncio de que finalmente no se presentaría de nuevo como candidato a la Presidencia del Gobierno por el Partido Socialista en las elecciones de noviembre de 2011.
José Luis Rodríguez Zapatero, a los cincuenta y un años, ya es expresidente y, por el momento, expolítico en activo. Es que siempre fue muy precoz... Diputado con veinticinco, Secretario General del PSOE a los treinta y nueve y presidente del Gobierno a los cuarenta y tres. Y continúa haciendo gala del mismo inagotable optimismo antropológico de siempre. De trato afable y educado, se enorgullece de su disposición al diálogo y de no enfadarse nunca, aunque algunos de sus exministros le reprochan la frialdad con la que es capaz de dejar caer a un colaborador cercano. Se le ha criticado igualmente el carácter presidencialista de su Gobierno y su mala costumbre de escuchar más a algunos amigos y asesores que a los propios miembros de su Gabinete, elegidos por él.
Zapatero se comprometió a trabajar por España costara lo que costara, a él y a su partido, y lo cumplió, aunque desde luego no llovió a gusto de todos. Por ello, el impuesto que su formación política pagó en las urnas fue histórico. Él, desde su sempiterno positivismo, confía en que la perspectiva del tiempo valorará su trabajo en la medida justa.