NACIDA PARA MANDAR

ANA Botella se autodefine como maniática, desordenada y coqueta. Yo estoy de acuerdo. Sus manías y cabezonerías formaron parte de la rutina de La Moncloa durante ocho años, tiempo en que las personas que trabajaban para ella sufrieron los métodos prepotentes y el carácter altivo de una mujer nacida para mandar. Que es presumida y, a veces, presuntuosa está fuera de toda duda. Su contacto permanente con los diseñadores de moda españoles y la adulación que les profesaba no pasaron desapercibidos para nadie.

Pero le ocurrían cosas como esta:

Llegaba tarde al desfile de Antonio Pernas. Había una impresionante nube de fotógrafos a la entrada. Yo me bajé del coche demasiado deprisa y me dirigí a la puerta donde me esperaba Antonio. Entonces tuve una sensación de incomodidad; notaba como si el forro de la falda no estuviera del todo estirado y, en un acto reflejo, traté de colocarlo en su sitio. No era el forro el problema, sino que toda la prenda se resbalaba. Yo, junto a Antonio Pernas, con la falda en el suelo y todos los flashes disparando. Las imágenes se vieron en televisión una y otra vez y yo no sabía si Jose (sin acento) se había enterado del percance. Esperé a que llegara y le pregunté: «Dime una cosa: ¿«Te ha comentado alguien algún asunto relacionado con el desfile de moda de ayer?». «No, ¿por qué?». «Pues porque ayer se me cayó la falda». «¿Cómo que se te cayó la falda?». «Pues eso, que se me cayó la falda». «Pero, Ana, ¿había fotógrafos?». Que es desordenada, seguro y, en consecuencia, extravía las cosas con enorme facilidad. Varias son las pérdidas sonadas de Ana Botella durante sus años en La Moncloa, pérdidas que comportaban una revolución en el servicio del palacio, afanado en remover Roma con Santiago para localizar las pertenencias desaparecidas. El temor a las consecuencias lo inundaba todo y algunas de las camareras y planchadoras rezaban novenas y ponían velas a San Cucufato, santo muy milagrero en los asuntos de despistes, olvidos y confusiones. Según pasaba el tiempo y la búsqueda no daba resultado, el ambiente palaciego se iba cargando, hasta que flotaba sobre las cabezas de los trabajadores sin excepción una suerte de sospecha acusatoria que no reparaba ni de lejos en la presunción de inocencia. Eso sucedió en diversas ocasiones y con objetos variopintos, pero quizá el más desagradable contratiempo de esta naturaleza tuvo que ver con una pulsera carísima que, tras un viaje oficial a México, no aparecía ni viva ni muerta. Finalmente, todos respiraron aliviados cuando desde el hotel donde la delegación española se había alojado se pusieron en contacto con el departamento de Protocolo de la Presidencia del Gobierno para notificar el hallazgo de aquel brazalete que dejó sin dormir al personal del palacio durante varias noches. A mi juicio, su problema resulta preocupante, porque a Ana Botella le ha llegado a desaparecer hasta el coche oficial...

Cuando comenzó a participar en política se la comparó con Hillary Clinton, fenómeno que entonces estaba en todo su apogeo. Hasta su marido la llamaba Hilaria cariñosamente. Ella siempre rechazó la analogía, pero es cierto que en aquel momento había una similitud, porque Ana Botella, desde La Moncloa, también hacía política para el Partido Popular. Desde sus filas creían en ella como una auténtica presidenta consorte, en la seguridad de que su marido le consultaba las decisiones y que muchos nombramientos pasaban por su visto bueno.

Ana nunca se consideró feminista y afirma ser una mujer de su tiempo, de su generación, que no se ha quedado estancada. Una mujer que ha sabido compaginar el trabajo con la casa y la familia. Y añade que hay algo que tenemos en común todas las mujeres de nuestra generación: además de salir adelante profesionalmente, en casa somos también las responsables de todo, desde que haya yogur en la nevera hasta de llevar a los niños al dentista o al médico.

Ana Botella es una mujer con unas convicciones religiosas de gran calado. Se la ha relacionado desde hace décadas con el Opus Dei y con los Legionarios de Cristo, y dedica una buena parte de su tiempo a ayudar a organizaciones humanitarias. Colabora con distintas ONG dedicadas a la infancia, a los problemas de la drogadicción, se ha preocupado por los niños de Chernobil, por los discapacitados, por los ancianos, por los enfermos de sida, por la situación de los presos en las cárceles y un interminable etcétera. Pero una de las asociaciones que cuentan con su colaboración de forma más perseverante es Mensajeros de la Paz. Les ha donado regalos, incluidos algunos correspondientes a su boda. El padre Ángel García, fundador de la entidad especializada en la acogida de niños pobres, habla así de ella:

Sé que a ella no le gustará que yo lo diga, pero Ana Botella trabaja con nosotros desde hace años realizando una labor muy importante. Para nosotros no es extraño encontrarla en cualquiera de nuestros albergues dedicada a las tareas de limpiar o dar de comer a los niños. Cuando se le pregunta por cuestiones polémicas como el aborto, Ana Botella es muy cauta en sus respuestas y alude a la existencia de una ley de plazos que es la que parece estar acorde con la opinión de la sociedad española del momento. Ella siempre se ha declarado a favor de la vida, pero sin meterse a juzgar la conciencia individual de los demás. Y si se la interroga sobre el divorcio, su respuesta es clara y dice que ella no se divorciaría nunca porque es católica. Como mucho, admite la separación. Si hablamos de prostitución: «Quizá en algunos casos sería conveniente legalizarla». Sobre la reproducción asistida: «Con todos mis respetos, yo nunca acudiría a un banco de semen». Pero la madre de todas las declaraciones es la que tiene que ver con su visión sobre el matrimonio homosexual. Famosas se hicieron sus peras y sus manzanas. Por si alguien lo desconoce o lo ha olvidado, aquí van:

Los matrimonios de homosexuales nunca serán igual que los de heterosexuales, de la misma manera que dos manzanas dan lugar a otra manzana, y una manzana más una pera nunca darán lugar a otra manzana. Famosas se han hecho también algunas de sus perlas relacionadas con su actividad como edil municipal. Cuando se le preguntó por la atmósfera de la capital, irrespirable por los altos índices de contaminación, ella contestó: «La calidad del aire en Madrid es la mejor que hemos tenido en la historia. Estamos en un momento en que la gente está deprimida por el paro. Eso asfixia más». «Hasta ahora no existe un estudio científico que relacione la salud con la contaminación». «El planeta está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del planeta, porque el ser humano es el centro». Ante las denuncias reiteradas por la excesiva suciedad de las calles de Madrid afirmó que «los mendigos eran una dificultad añadida para la limpieza de las calles». En el distrito de Vicálvaro, una inmigrante le cuestionó el Plan de Limpieza Integral por ser caro e inútil. Botella contestó: «Yo no sé si ustedes tienen costumbre, nosotros sí. Se hace una cosa que nosotros llamamos limpiezas generales y se hace todo a la vez». Tras el hundimiento del Prestige, todos buscaban culpables, menos Botella: «En la catástrofe del Prestige solo hay un culpable: el barco». En la Cadena SER dijo refiriéndose a la ley del aborto de 1985: «Todos los ciudadanos hemos visto esas escenas realmente espeluznantes de niños de siete meses de gestación en las trituradoras». Sinceramente, no conozco a nadie que haya visto semejante horror.

Las damas de La Moncloa
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