AMPARO
Amparo es muy distinta a mí, pero
la quiero mucho. No sabría vivir sin ella.
No sé qué sería de mí si ella me faltara.
Es la que tantas veces me pone los pies en la tierra.
ADOLFO SUÁREZ GONZÁLEZ, 1981
Amparo Illana Elórtegui, esposa del expresidente del Gobierno Adolfo Suárez, falleció a los sesenta y seis años, el 17 de mayo de 2001, en su domicilio de Madrid, tras una larga batalla contra el cáncer que le fue diagnosticado en 1994 y en cuya fase terminal había entrado hacía ya unos meses. Murió a las tres de la tarde, rodeada de toda su familia y, nada más conocerse la noticia, numerosos representantes de todas las instituciones del Estado y dirigentes políticos vinculados a la Transición se trasladaron hasta el domicilio de la familia para rendir homenaje a la que fue la primera dama de la democracia española y manifestar el pésame a Adolfo Suárez y a sus hijos.
Amparo fue diagnosticada de un tumor de mama en un chequeo en 1993 y, pocos meses después, en septiembre de 1994, era intervenida quirúrgicamente en la Clínica Universitaria de Navarra. Su hija mayor, Mariam, había recibido el mismo diagnóstico a finales de 1992, cuando solo contaba veintinueve años y estaba embarazada de veinte semanas. Los médicos le dieron una esperanza de vida de tres meses. Se encontraba en pleno tratamiento cuando su madre recibía la infausta noticia.
A los cinco días de la operación, Amparo fue dada de alta y el equipo médico que trataba a madre e hija, encabezado por el doctor Brugarolas, destacaba la rapidez con la que se le había detectado y extirpado el tumor, circunstancia que sin duda favorecía un diagnóstico esperanzador, aunque hablar de curación se evidenciaba prematuro. La mejoría duró unos años, en los que volvió a recuperar una vida casi normal. Incluso, el 23 de mayo de 1996 acudió acompañando a su marido a un almuerzo en el Palacio de la Moncloa, aceptando la invitación de José María Aznar y Ana Botella, recién instalados en la residencia oficial del presidente del Gobierno. ¡Cuántos recuerdos de su paso por aquel enclave gubernamental que ella se enorgullecía de haber convertido en un hogar! Tras este periodo de relativa calma, la esposa de Adolfo Suárez recayó con un nuevo cáncer de mama, con metástasis en esternón y cerebro. En marzo de 1998 se sometió a un trasplante de células periféricas, alternativo al de médula. En esta ocasión los resultados iniciales fueron igualmente satisfactorios, pero breves. El expresidente recordaba, emocionado, que la primera reacción de su esposa tras la intervención fue agarrar con fuerza su mano. Después el matrimonio se instaló en su casa de Palma de Mallorca. Pero en el verano de 1999 Amparo tuvo que ser ingresada de nuevo en Navarra, comenzando un vía crucis de intervenciones y tratamientos. A finales de 2000 pasó un mes en la clínica Ruber de Madrid, desde donde fue trasladada a su casa madrileña de La Florida en estado terminal, para pasar los últimos meses de su difícil existencia.
Dolor e intimidad caracterizaron las honras fúnebres de Amparo Illana en Ávila, oficiadas por el arzobispo de la diócesis, Adolfo González, a las que asistieron un centenar de personas. Entre los presentes se encontraban el presidente del Gobierno, José María Aznar, y su esposa, Ana Botella. Sus restos mortales recibieron sepultura en el habitáculo situado a la derecha del altar de la capilla de Mosén Rubí, en el centro histórico de Ávila, ciudad en la que conoció a su marido. El cortejo fúnebre llegó a las 18:03 horas a las puertas del jardín de la capilla, entre fuertes medidas de seguridad. Tras un breve responso, el féretro fue depositado frente a la imagen del Santísimo Cristo de las Batallas, que acompañó a los Reyes Católicos en sus campañas contra los musulmanes durante la Reconquista. Un coro de monjas dominicas misioneras del anejo convento de la Anunciación intervino en varias ocasiones durante la ceremonia.
Pero no debemos pasar por alto el poderoso significado que encierra el templo en el que reposan los restos mortales de Amparo Illana y donde, en el futuro, será igualmente enterrado Adolfo Suárez. Este santuario privado fue construido y costeado en el siglo XVI por masones y para fines masónicos, es decir, benéficos y filantrópicos. Concretamente, la obra se llevó a cabo a instancias de dos poderosas familias de Ávila, los Bracamonte y los Herrera. En la actualidad, la propiedad corresponde al marqués de Fuente el Sol y su conservación y mantenimiento corren a cargo de las dominicas del contiguo convento. La previsible ubicación de la que será la sepultura del duque de Suárez ya se ha dispuesto por parte de la familia. Se situará en paralelo a la tumba de su esposa, en el flanco izquierdo, también frente al retablo de Mosén Rubí. Por tanto, el expresidente del Gobierno no será enterrado en Cebreros, su localidad natal, de la que le separarán cuarenta y siete kilómetros.
La historia de la capilla es realmente extraña y algunos estudiosos, como el profesor Antonio Bonet Correa, sostienen que se trata de uno de los más importantes monumentos masones de nuestro país, ubicado al norte de la ciudad abulense, entre el Mercado Chico y el Arco del Mariscal. Tanto el exterior como el interior están jalonados por infinidad de símbolos y emblemas de clarísima identidad masónica. En cualquier caso, no es por casualidad que la leyenda inscrita sobre la lápida de Amparo Illana, que reza: «Excma. Sra. Amparo Illana Elórtegui. Duquesa de Suárez. 25/5/1934-17/5/2001», incluya, colocada sobre la fecha de su nacimiento, una estrella de cinco puntas, símbolo masónico que representa la perfección (fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad).