INQUIETUDES POLÍTICAS E INTELECTUALES
EN septiembre de 1923 los padres de Leopoldo Calvo-Sotelo comienzan su vida de recién casados en Madrid, en un piso de la calle Hermosilla, donde nace, en 1925, Mercedes, madre de Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, la que bastantes años después fuera ministra de Educación. Enseguida se mudan a otro, cuyo portal da a la calle del Barquillo, número 14, pero sus siete balcones se abren sobre la calle Prim. Allí nacen Leopoldo, el 14 de abril de 1926, Ana María y María Rosa. Con toda seguridad, el traslado se debió a que en el inmueble citado vivían Ramón Bustelo y Rosario Vázquez, los abuelos maternos. El padre de Leopoldo fue secretario general de la Cámara Oficial del Libro de Madrid y letrado del Consejo de Estado. Escribió los libros Ribanova e Historias de suicidas. Su madre, que también tuvo una formación singular para la época, estudió primero en Suiza y luego cursó el Bachillerato a distancia en el instituto Cardenal Cisneros, donde solo había otra alumna, Conchita Albornoz, y se hizo maestra nacional, aunque finalmente no ejerció. Por tanto, Leopoldo vivió su infancia en un entorno con inquietudes intelectuales. En aquella casa comenzó a aprender alemán y también algo de piano y solfeo.
Pocos años después la familia se traslada a un piso en el número 5 de la calle López de Hoyos, donde el 11 de junio de 1933 muere, a los treinta y ocho años, Leopoldo padre. Entonces, Mercedes, la madre, se traslada a casa de sus padres, en la calle Espalter, donde nace póstumamente María Luz, la hermana menor de Leopoldo, que años después contraería matrimonio con Fernando Morán, ministro de Asuntos Exteriores en los Gobiernos socialistas de Felipe González. Son años marcados por la orfandad, pero Leopoldo sigue progresando en sus estudios y también en los idiomas, aprovechando las clases de francés y alemán que se imparten en su colegio, el Instituto-Escuela, adscrito a la Institución Libre de Enseñanza.
En el verano de 1936, concretamente el 13 de julio, mientras Mercedes y sus cinco hijos pasan las vacaciones en Ribadeo, José Calvo Sotelo, tío de Leopoldo, diputado y líder de la oposición, es sacado de su domicilio de Madrid para ser asesinado. A los pocos días estalla la Guerra Civil y Mercedes decide permanecer en Galicia. La familia no regresará a Madrid hasta cinco años después, en 1941, desoyendo el consejo de sus familiares.
Para entonces Leopoldo tiene catorce años y ya trabaja como corrector de pruebas de la Cámara Oficial del Libro, en la madrileña plaza de Santa Ana, con el fin de ganar algún dinero y colaborar al sostenimiento de la precaria economía familiar. Después se matricula en Ingeniería de Caminos, en aquel entonces dependiente administrativamente del Ministerio de Obras Públicas. Calvo-Sotelo siempre dijo que él nunca fue universitario porque la Escuela de Caminos preparaba funcionarios, es decir, el día en que se aprobaba la última asignatura de la carrera los alumnos pasaban directamente a ser funcionarios. Terminó la carrera en 1951 y ganó el premio Escalona (dotado con tres mil pesetas, una fortuna para la época), que se reservaba al número uno de cada promoción. El grado de doctor se creó en la Universidad española en 1968, y Leopoldo Calvo-Sotelo se doctoró inaugurando el nuevo título. Trabajó durante veinticinco años en la empresa privada, fue presidente de RENFE y dirigió el mayor grupo industrial español del momento, Unión Explosivos Río Tinto.
Desde que llegó a Madrid se aficionó a la política. Se afilió a las Juventudes Monárquicas de Joaquín Satrústegui, y entre sus actividades estaba la de pintar paredes «a hurto de serenos», como él mismo explicaba, con eslóganes contra el Régimen:
Aquella ilusión juvenil mía de una Monarquía parlamentaria se hizo carne muchos años después, cuando el rey don Juan Carlos me llamó en 1975 a su primer Gobierno, todavía presidido por Carlos Arias. Pertenecí a todos los Gobiernos de la Transición que presidió Adolfo Suárez, como ministro sucesivamente de Comercio, Obras Públicas y para las Relaciones con las Comunidades Europeas. En septiembre de 1980 Suárez me nombró vicepresidente del Gobierno y, al dimitir, en enero de 1981, me propuso para sucederle en la Presidencia. Preguntado Suárez por este extremo en multitud de ocasiones, nunca dio respuestas claras y se mostraba reticente a confirmar como suya la autoría de la propuesta de Calvo-Sotelo para sucederle. Según comentaba Alfonso Osorio, si Suárez había consentido en la operación fue debido a las especiales circunstancias políticas que vivía España y porque pensaba que no duraría más de veinte días. Siguiendo la argumentación de Osorio, parece ser que Adolfo Suárez se marchó con la intención de volver.