VOCACIÓN MÚSICAL

CUANDO alguien se prodiga poco, la expectación es máxima ante su eventual presencia. Así sucedió durante la visita oficial a España del presidente de la República Francesa, Nicolás Sarkozy, a quien acompañaba su esposa, Carla Bruni, primera dama mediática donde las haya. Y todo lo que a la francesa le gustan las cámaras le espantan a la española. Como muestra, la actitud de ambas a la llegada de Bruni al Palacio de la Moncloa, donde las dos mujeres almorzaron en privado. Según bajó del coche, la primera dama francesa saludó a los fotógrafos con un «Buenos días, ¿qué tal?» en castellano, sonrió y marcó su posado. A su lado, Sonsoles, que se dirigía a ella en francés, la invitaba a entrar para acabar con el espectáculo cuanto antes. Ambas señoras vestían para la ocasión elegantes y discretos trajes de chaqueta y pantalón, y zapatos de apenas cinco centímetros de tacón para no sobrepasar a sus maridos. Después del almuerzo los dos matrimonios se reunieron para compartir un café y charlar amigablemente de música, pasión tanto de Carla como de Sonsoles, aunque con estilos bien distintos.

En las escasas ocasiones en las que acompañó a su marido en un viaje oficial o para participar en algún acto electoral, quienes compartieron avión la recuerdan siempre tarareando partituras unos asientos más atrás que su marido o escuchando música a través de los cascos, completamente ajena a cuanto sucede a su alrededor. Su papel en los exiguos actos públicos en los que acompañó a su esposo fue sencillamente ese, el de acompañante, y si pudo zafarse del compromiso, pues mucho mejor. En los años de la presidencia de su marido asistió religiosamente a la Pascua Militar, a los actos conmemorativos del Día de la Constitución y a la boda de los Príncipes de Asturias. Y poco más. Una ausencia destacada tuvo lugar durante la celebración del setenta cumpleaños de Su Majestad el Rey, ocasión en la que antepuso sus compromisos profesionales, que se materializaron en un contrato para cantar Aída en el Liceo de Barcelona, que coincidían en la fecha. Todos los medios de comunicación se hicieron eco de esta circunstancia, que no parecía contar con el beneplácito de las filas socialistas ni con la anuencia de la opinión pública general.

Las damas de La Moncloa
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