PRESIDENTE DE LA JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN
«YO juraría que estoy de parto», dice Ana Botella completamente agotada. José María Aznar, pragmático y sereno, responde: «Pero qué parto, ni parto. ¡Si faltan dos meses!». Y ella en sus trece: «Pues faltarán dos meses, pero yo creo que estoy de parto». Tuvo que guardar reposo con el fin de retrasar el alumbramiento lo más posible, y la niña —«la Nenona»— nació el 26 de septiembre de 1981. Porque el primer embarazo de Ana y el alumbramiento de José María se desarrollaron sin problemas. Pero en lo que se refiere a los otros dos, la horita no fue tan corta.
En 1982 José María Aznar encabezó por Ávila las listas electorales y su mujer le apoyó sin fisuras. En aquella campaña, ella solo le acompañó en una ocasión. Los niños eran muy pequeños y la necesitaban. En esas elecciones los resultados fueron muy buenos y Aznar consiguió compaginar sus tareas como diputado con las de funcionario. Y se produjo otro cambio: compraron un nuevo piso, un dúplex en la calle Diego de Ayllón, en la zona de Arturo Soria, un barrio elegante.
Pero en 1987 José María Aznar fue nombrado presidente de la Junta de Castilla y León. Otra nueva permuta para la familia y nuevo traslado de personas y enseres a Valladolid. Al principio vivieron en un hotel, pero después encontraron un piso de 250 metros cuadrados en la avenida Recoletos de la capital vallisoletana. Ana Botella hizo en Valladolid algo muy complicado: compaginar su familia, su trabajo en la Delegación de Hacienda y ser la mujer del presidente de la Comunidad. Además, su marido, que confiaba plenamente en su intuición, valoraba especialmente que su mujer le trasladara los comentarios que escuchaba y que le permitían tomar el pulso de la sociedad autonómica con más rigor.
Y nació el hijo pequeño, Alonso, en Valladolid el 11 de mayo de 1988, después de no pocas vicisitudes. Otro bebé que se anunciaba prematuro. Ana Botella de nuevo a la cama, durante un mes, porque el niño se adelantaba. Y en el posparto, el bebé a la incubadora. Los primeros meses después del nacimiento fueron los más duros que recuerda la madre. Llegó a obsesionarse con la salud y la normalidad del bebé y lo pasó mal psicológicamente. En la biografía de Pérez-Aranda y Roig se cuentan con todo lujo de detalles los alumbramientos de Ana Botella, sus mastitis, sus depresiones posparto y sus recriminaciones a la actitud de su marido, que, según ella, no siempre estuvo a la altura de las circunstancias. Cierto es que en todos los matrimonios siempre hay temas recurrentes, así que cuando Ana Botella decide pelearse con su marido desentierra el hacha de guerra y alude a sus ausencias en aquellos momentos clave, que han quedado archivados en su memoria para siempre con un cierto resquemor.
Tras dos años en la capital castellana, el 4 de septiembre de 1989 los Aznar regresan de nuevo a Madrid. El maletero del coche cargado y Ana sentada junto a sus hijos en la parte posterior del Renault 25 que les traería de regreso. Ana Botella no vuelve la vista atrás, porque en su vida no hay espacio para la nostalgia.