SONSOLES

Se lo debía a Sonsoles.

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO (durante el anuncio de su renuncia a una tercera reelección), abril de 2011

El calor aprieta en las playas del Parque de Doñana. Es un día cualquiera de agosto de 2008. Un matrimonio joven procedente de Madrid toma el sol entre las doradas dunas. Han llegado temprano, en el primer ferry, y pretenden regresar a Sanlúcar de Barrameda en el de la una de la tarde. Cuando ven acercarse la embarcación se levantan y recogen sus cosas. A la pareja se les une un par de pescadores que portan unos cestos repletos de coquinas. Los cuatro, bajo un sol de justicia, se dirigen al embarcadero. De repente, sin saber cómo, aparecen dos hombres de paisano y les indican que no pueden coger el barco porque lo necesita el presidente del Gobierno para trasladarse a Sanlúcar. Una mujer con dos niños llega en el ferry y es invitada a desembarcar sin demora. Ella protesta: les prometió a sus hijos hacer la travesía de ida y vuelta para que los niños disfrutaran del paseo. El grupo se compacta en la defensa de la posición común, dada la negativa categórica de los escoltas del presidente a dejarles subir a la embarcación. Por su parte, la pareja madrileña explica que han de coger un avión a Jerez. Ella, que se identifica como abogada, protesta amparándose en el razonamiento de que la compañía de los ferrys es de uso público y no se puede requisar un barco así como así. Los agentes de Seguridad insisten y los pescadores, que conocen al responsable del ferry, intentan convencerle de que, si no les lleva, pasará la hora del almuerzo, las coquinas ya no servirán y habrán perdido toda la mañana de trabajo. Mientras el grupo discute, llega como un rayo un jeep en el que viajan el presidente Zapatero y su esposa. El grupo intenta acercarse a ellos y explicar al presidente la situación. Como no lo consiguen —les impiden acercarse—, gritan para que se les permita subir al barco. El jeep no se detiene y tampoco obtienen respuesta. El matrimonio Zapatero sube al ferry, que les lleva como únicos pasajeros hasta Sanlúcar. Cuando regresa una hora más tarde para recoger al indignado grupo, el patrón de la embarcación trata de justificar su impotencia: «Compréndanlo, yo estaba entre la espada y la pared», dice.

Las damas de La Moncloa
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
sec_0073.xhtml
sec_0074.xhtml
sec_0075.xhtml
sec_0076.xhtml
sec_0077.xhtml
sec_0078.xhtml
sec_0079.xhtml
sec_0080.xhtml
sec_0081.xhtml
sec_0082.xhtml
sec_0083.xhtml
sec_0084.xhtml
sec_0085.xhtml
sec_0086.xhtml
sec_0087.xhtml
sec_0088.xhtml
sec_0089.xhtml
sec_0090.xhtml
sec_0091.xhtml
sec_0092.xhtml
sec_0093.xhtml
sec_0094.xhtml
sec_0095.xhtml
sec_0096.xhtml
sec_0097.xhtml
sec_0098.xhtml
sec_0099.xhtml
sec_0100.xhtml
sec_0101.xhtml
sec_0102.xhtml
sec_0103.xhtml
sec_0104.xhtml
sec_0105.xhtml
sec_0106.xhtml
sec_0107.xhtml
sec_0108.xhtml