Capítulo 78
Cúpula I Galaxia / Universo
Ahora, en el interior de la cúpula, mientras el mundo se desmoronaba a su alrededor, Gabriel comprendió que su vida formaba un círculo y que incluso sus mayores fracasos cobraban sentido.
Pues los universos que había concebido al crear aquellas dos novelas de ciencia ficción se convertían ahora en los futuros posibles que le proponía a la Gran Madre.
El cohete blanco que estaba imaginando partió hacia la Luna, y para ilustrar mejor el viaje Gabriel visualizó una panorámica que mostraba la Tierra y la Luna y la trayectoria entre ambas. Luego imaginó un módulo posándose en la superficie lunar, y un astronauta que salía al exterior y que no era otro que él mismo.
Pero en vez de clavar la bandera de su país, Gabriel excavaba en el suelo e introducía en él una roca que había traído de la Tierra. La visualizó por dentro, ampliada hasta niveles microscópicos, para que la Gran Madre comprobara que estaba plagada de nanobios que pululaban por todos sus poros.
Escucha, Gran Madre. Mira adonde podemos llevar tu semilla.
Después imaginó viajes cada vez más fabulosos.
Cohetes de formas audaces que sólo existían en la mente de los ingenieros volaron a Marte. Los nanobios colonizaron el planeta rojo y crearon otra Gran Madre, y después se extendieron por la superficie y evolucionaron hasta convertirse en una nueva biosfera, y la Tierra pudo ver a un gemelo azul que la contemplaba desde la cuarta órbita a partir del sol.
Después, las naves viajaron al cinturón de asteroides y a las lunas de Júpiter, y los fecundaron con la semilla de la Gran Madre, y una mente colectiva nació a la vida en el vasto océano bajo los hielos de Europa.
Escucha, Gran Madre. Mira cuántos mundos puedes fertilizar si nos salvas.
Aún viajó más lejos, en sondas no tripuladas que abandonaban la órbita dé Plutón, dejaban atrás la nube cometaria de Oort y se dirigían a otros sistemas estelares.
Como el tiempo de la Gran Madre era casi infinito comparado con el de los humanos, Gabriel incluso imaginó naves que se internaban en el abismal espacio que separaba las galaxias, siempre llevando con ellas fragmentos de la Tierra.
Escucha, Gran Madre. Salva a tus hijos y utiliza su saber. Podemos perpetuarte en lugares que nunca has soñado.
Gabriel fue más allá y concibió mentes mucho más vastas que la propia Gran Madre. Conciencias que se extendían por galaxias enteras y se comunicaban entre sí mediante agujeros de gusano que atravesaban el noespacio entre las dimensiones.
Un Universo vivo, consciente, unido.
Un Universo hijo de la Gran Madre.
Pero para eso los humanos tenemos que sobrevivir…
El tiempo de Kiru se agotaba. Gabriel imaginó una superficie terrestre plagada de volcanes. Multitudes de Gabrieles Espada se abrasaban y asfixiaban, o perecían aplastados por las rocas o devorados por grandes grietas. Y entre ellos había algunos que cargaban rocas fertilizadas con las semillas de la Gran Madre, pero antes de que pudieran entrar con ellas en sus cohetes el fuego de la Tierra los aniquilaba.
Y la semilla no llegaba a su destino.
¿Comprendería el mensaje la Gran Madre? ¿Poseía alguna lógica para ella? ¿Y si su concepto de causas y efectos no tenía nada que ver con el de los humanos?
Escucha, Gran Madre. Escucha a tu hijo. Escucha, Gran Madre…
No podía seguir. Kiru era apenas un hilo, estirado hasta rodear el ecuador de la Tierra, a punto de partirse. Si seguía un instante más, la perdería, y jamás podría ponerse en contacto de nuevo con la Gran Madre.
Era el momento de retirarse. Él había hecho todo lo que podía.