Prólogo
Critias: Escucha, Sócrates, un relato de lo más peculiar, pero completamente verídico, tal como lo narró una vez Solón, el más sabio de los Siete Sabios.
Él le contó a nuestro abuelo Critias que esta ciudad, Atenas, llevó a cabo en el pasado hazañas grandes y asombrosas, pero que cayeron en el olvido por culpa del tiempo y de la extinción de los hombres. Pues se han producido y se producirán muchas extinciones humanas, las más graves por causa del fuego y el agua.
Cuentan los escritos cómo vuestra ciudad acabó con un imperio que, lleno de soberbia, extendía su poder a la vez por Europa y Asia.
Había una isla frente al estrecho que llamáis las Columnas de Heracles. Esta isla se hallaba entre Libia y Asia[1]. Y los viajeros de aquel entonces podían pasar de esta isla a las demás islas y desde éstas al continente.
En esta isla, la Atlántida, unos reyes habían fundado un imperio grande y asombroso. El imperio de la Atlántida dominaba la isla entera, y muchas otras islas y parte del continente.
Fue en aquel momento cuando el poder de Atenas brilló ante el resto de los hombres por su fuerza y su heroísmo. Primero a la cabeza de los demás griegos, después abandonada por los demás, corrió los mayores peligros, derrotó a los opresores y liberó a todos los demás pueblos.
Pero después hubo violentos terremotos y cataclismos. En un día y una noche funestos, todo vuestro ejército se hundió bajo tierra.
En esa misma catástrofe, la isla de la Atlántida desapareció bajo el mar.
Fragmentos del diálogo Timeo, de Platón, adaptados por el profesor César Valbuena.
* * *
El 1 de mayo de 20**, a las 02:09, hora de Greenwich, varios millones de personas sufrieron un sueño extraño y perturbador. Al mismo tiempo, los GPS de todo el mundo enloquecieron durante unos instantes y una tormenta de estática interfirió en aparatos electrónicos desde la más remota punta de Patagonia hasta las tierras más gélidas de Siberia.
Al principio el anómalo suceso no trascendió al público. Tan sólo uno de cada mil durmientes experimentó las alteraciones: no llegó a reunirse suficiente masa crítica en las aldeas, los bloques de viviendas, los hospitales o los centros de trabajo para que unos pudieran comunicar a otros sus sueños y descubrir que no se trataba de experiencias únicas e individuales, sino de una sensación colectiva.
Pero cuando pasaron los días y aquellas personas comentaron en voz alta su pesadilla, todas coincidieron en que sugería un desastre inminente.
Curiosamente, había ocurrido así en todos los rincones de la Tierra.