26

Milo y yo permanecimos en casa de Sharavi hasta después de las tres, repartiéndonos el trabajo.

Milo iría a la División Newton, fotografiaría las zapatillas de Raymond Ortiz y registraría la prueba en el creciente archivo del caso. Luego, regresaría al teléfono para buscar más crímenes DVLL.

Sharavi utilizaría sus ordenadores para explorar todos los bancos de datos disponibles en busca de lo mismo.

—Algo más —dijo—. Puedo contactar con expertos de todo el mundo en crímenes contra minusválidos.

—No sabía que hubiera expertos en eso —dijo Milo.

—Tal vez no los haya, pero existen especialistas en neonazismo, racismo y esa clase de cosas.

—¿Crees que se trata de un asunto político?

—No per se —repuso Sharavi—, pero la cuestión de eliminar al débil procede de algún lugar. Tal vez encontremos algo sobre DVLL en la literatura racista.

—Tiene sentido —dije—. Atacar a los minusválidos podría ser la manera que tiene el asesino de realizar una reproducción selectiva, de practicar eugenesia.

—Desde que se derribó el Muro de Berlín, la ideología racista ha estado circulando libremente por Europa —prosiguió Sharavi—. Por razones evidentes, nosotros la controlamos, de modo que cuento con mis fuentes. Si se hubieran registrado crímenes similares, si hubieran sido arrestados sospechosos, eso nos facilitaría cierta comprensión acerca de los motivos de nuestro criminal… Por lo menos, los motivos con los que se honra a sí mismo.

—Honrarse —dijo Milo—. Sí, porque su principal motivo es sexual.

Tomó un sorbo de café, que finalmente había aceptado de Sharavi, y el anfitrión asintió.

—Ese canalla se enorgullece de limpiar el núcleo de genes… Adelante, comprueba todo ese material.

Su tono era amable pero suave. Tal vez fuera el cansancio, tal vez se alegraba de mantener ocupado al israelí.

—El núcleo de genes —repetí—. ¿Alguno de vosotros ha leído Fuga de cerebros?

Ambos negaron con la cabeza.

—Se trata de psicología popular, salió hace unos años. La premisa básica era que el cociente intelectual lo significa todo y que la gente necia, en su mayoría gente de piel morena, se reproduce en exceso y agota nuestros recursos de cromosomas. La respuesta del libro consistía en el control gubernamental de la fertilidad. Al inteligente se le pagaría para procrear; a quienes tuvieran un nivel bajo de inteligencia se les ofrecerían incentivos para ser esterilizados. Fue un bestseller de poca monta, que generó bastante controversia.

—Lo recuerdo —dijo Milo—. Era de un profesor. ¿Lo leíste?

—No —respondí—. Pero cualquiera pudo leerlo.

—¿Nuestro elemento usa psicología popular para justificarse?

—Todos necesitan justificación. Incluso los crímenes sexuales tienen un contexto social.

—Eso tiene sentido —intervino Sharavi—. Los asesinos sexuales suelen buscar prostitutas porque se hallan en el fondo del escalafón social y son más fáciles de deshumanizar, ¿no es cierto? Por lo que he visto, todos los asesinos necesitan deshumanizar a sus víctimas de algún modo: asesinos, soldados, sádicos…

—El contexto social —dijo Milo—. El tipo ocupa su retorcido y minúsculo cerebro para autoconvencerse de que limpia el mundo de tarados.

Apoyaba la barbilla en una mano y se mantenía así, contemplando el suelo de madera dura.

—La muerte según Darwin —murmuró.

—También coincidiría con la noción de alguien que se cree superior —observó—. Está actuando con cierta fantasía eugenésica, de modo que no realiza ningún ataque sexual. Y se preocupa de colocar el cadáver de un modo que él considera respetuoso.

—Solo el cuerpo de Irit —dijo—. El de Raymond quedó reducido a unas zapatillas ensangrentadas. Puedo aceptar el hecho de que el asesino estuviera comenzando, afinando su arte. ¿Pero qué me decís de Latvinia? Ella fue después de Irit y la colgó, la trató con más dureza.

—No sé —respondí—. Hay algo que no encaja… Tal vez solo esté diversificando para evitar seguir una pauta evidente.

Permanecieron un rato en silencio. Sharavi tomó un sorbo de su tercera taza de café.

—DVLL —dijo—. Esa es la pauta que comparte con seguridad.

—Volvamos a la vertiente del uniforme —observó Milo—. Además de ayudarlo a conseguir víctimas, también le agrada porque se siente impulsado a llevar a cabo una misión. Tal vez sea alguien con antecedentes militares o deseoso de serlo.

—Si sirvió en el ejército, quizá fue destituido de forma poco honorable —sugerí.

Sharavi sonrió débilmente.

—Los uniformes pueden ser valiosos.

—¿Ser israelí relacionaría a Irit de algún modo especial con alguien uniformado? —le preguntó Milo.

—Resulta difícil de decir —repuso Sharavi—. En Israel tenemos un ejército de ciudadanos, casi todos cumplen servicio durante tres años y regresan en situación de reserva. De modo que el país está lleno de gente uniformada, los niños israelíes lo ven como algo normal. En realidad, Irit había vivido fuera de Israel durante la mayor parte de su vida, pero al encontrarse en embajadas y consulados se acostumbró a los guardias… Es posible. Realmente no conozco mucho sobre su naturaleza psicológica.

—¿No te informaron los Carmeli?

—Me dijeron lo normal. Que era una criatura maravillosa. Hermosa, inocente y maravillosa.

Silencio.

—También estaríamos hablando de aspirantes a policías, como ese idiota de Bianchi —dijo Milo. Y, dirigiéndose a Sharavi, añadió—: El estrangulador de Hillside.

—Sí, lo conozco. Bianchi se presentó a muchos departamentos, fue rechazado y se convirtió en guardia de seguridad.

—Lo cual constituye otra perspectiva —dijo Milo—. Nadie investiga a los guardias de seguridad. Y por ahí andan antiguos estafadores, psicópatas y toda clase de chiflados con aspecto oficial, y algunos armados.

—Estás en lo cierto —repuse—. Hace unos años tuve un caso sobre un conflicto por la custodia de una criatura. El padre era guardia de seguridad de una gran empresa industrial del Valley. Resultó ser un flagrante sicótico, un paranoico que oía voces. La empresa le había provisto de espray defensivo, esposas, porra y una semiautomática.

—Revisemos para un examen personal. Bien, ¿qué tenemos hasta ahora? Un Juan Paramilitar con fantasías de alto cociente intelectual y extrañas ideas acerca de la supervivencia de los más capacitados, con un impulso sexual que se desborda cada cierto tiempo y tal vez provisto de equipo fotográfico. Toma fotos para uso posterior y dispone los cuerpos de un modo que nos desconcierta, con lo que se siente gratificado y…

Se interrumpió, exhibió una expresión enfermiza y se frotó la cara. En su cutis pálido y con cicatrices aparecieron manchas sonrosadas. Tenía los párpados caídos y los hombros inclinados.

—¿Algo más?

Sharavi negó con la cabeza.

—Lo que puedo hacer es consultar en la universidad sobre eugenesia —dijo—, y ver si aparecen crímenes relacionados con eugenesia en los libros de psiquiatría. ¿Quién sabe? Tal vez allí aparezca el significado de DVLL.

El fax de Sharavi comenzó a expulsar papel. Cogió una hoja y nos la mostró.

Diversos párrafos en hebreo.

—Seguro que esto lo aclara —dijo Milo.

—El cuartel general desea mi agenda semanal. Una descripción concreta de en qué gasto mi tiempo.

—¿Has sido un chico malo? —le preguntó Milo.

—Lento —repuso con una sonrisa—. Uno necesita establecer prioridades. Tal vez debería ir a Disneylandia y traerle al jefazo un sombrero de Mickey Mouse.

Arrugó el papel y lo tiró a la papelera.

—Dos puntos —dijo Milo—. ¿Jugáis a baloncesto en Israel?

Sharavi asintió y se esforzó por sonreír. También parecía agotado, los ojos se le hundían cada vez más.

—Tenéis baloncesto pero no criminales sexuales, ¿eh? —bromeó Milo—. Veo que escogéis con sumo cuidado lo que deseáis copiar de nosotros…

—¡Ojalá fuéramos tan inteligentes! —exclamó Sharavi.

Mi compañero se levantó.

—Yo mismo quitaré esos micrófonos, si solo son los cuatro que dices.

—Solo esos.

—Entonces puedo apañármelas.

Se quedó mirando al hombrecillo.

—Tú quédate aquí y habla con la Interpol, con los cazadores de nazis y con quien sea.