XXVIII
HAN pasado los días.
Los tipos no han vuelto molestar. Creo que ese asunto está definitivamente olvidado.
—¿Cómo durmió anoche, señor? ¿Sigue soñando con caracolas? —pregunta el chofer.
—Sí, creo que es tiempo de aumentar mi colección.
—Me dará mucho gusto ayudarle, señor. Conozco una niña en la ciudad cuyos padres la dejan sola por la tarde, pienso que si...
—Por favor, el hecho de que desee aumentar mi colección no significa que me apetezca pensar en algo semejante. Hoy solamente quiero pasear. ¿Está todo listo?
—Sí, señor —dice, mientras camino hacia el auto como cada mañana—. Sólo que tendremos que ir un poco más lejos, aquí cerca ya casi no hay gallineros, se los ha acabado todos.
El comentario me molesta. Guardo silencio y el chofer agrega.
—No se preocupe. Le conseguí un lugar excelente ya lo verá.
FIN