XXVIII

DESPIERTO por la noche. El sudor me ha mojado el pelo. Como si un racimo de niebla llegara a mis oídos y entrara por los poros. Me siento tenso, pesado, cabalgo a través de una inmensa llanura, procurando avanzar hacia mis párpados que se obstinan en permanecer cerrados.

Alguien ha tocado a la puerta muy de mañana.

Escucho a mi madre levantarse y abrir. Ruido de pasos apresurados. Me asomo por la ventana y veo al doctor Orlando cruzar la calle. Aún hay luz en su consultorio. Me pongo las gafas oscuras para mirar sin molestias. Un grupo de gente se mueve en la acera y algunos señalan hacia la casa de mi madre. Me aparto de las cortinas y sigo observando. Todo se vuelve confuso y es necesario que utilice el telescopio.

Coloco el artefacto frente a la ventana y lo enfoco. En el patio de su casa, sobre el diván de exploración que estuviera en su consultorio, el doctor Orlando tiene a un hombre inconciente con sus ropas quemadas. Seguramente es uno de los que estaban en el autobús y eso significa que no todos murieron.

En ese momento mi madre cruza la calle con un termo de algo que supongo es café. Se abre paso entre la gente y lo entrega al doctor Orlando y vuelve a caminar de regreso a casa.

Leo los labios de una señora de suéter rojo y dice que el pobre doctor ha trabajado toda la noche atendiendo al herido.

La muy puta le ha traído café al doctorcito, dice otra, refiriéndose a mi madre, a quien escucho subir la escalera y pararse frente a mi cuarto. Brinco de inmediato a la cama y cuando ella abre la puerta simulo estar dormido.

—¿Ya sabes lo del accidente? —pregunta.

No contesto.

—Algún maldito quemó un autobús y tres hombres murieron.

—¿Y el cuarto? —pregunto y de inmediato me arrepiento.

—¿Cómo sabes que eran cuatro?

—No sé, simplemente lo sé.

—No te hagas pendejo, ¿cómo lo sabes? ¡Contesta!

—Estuve mirando por la ventana y leí los labios de las personas. Vi cuando llevaste un termo con café al doctor Orlando.

Mi madre queda satisfecha con la explicación y pasa a contarme que el cuarto hombre fue rescatado de las llamas. Es el que está recostado en la cama del doctor Orlando. Ha sido inyectado con morfina para calmarle el dolor, tiene demasiadas quemaduras, toda su ropa está adherida a la piel y corre el peligro de tener una infección total en el cuerpo por falta de antibióticos.

La ambulancia no ha podido llegar debido a las zanjas del drenaje que se han abierto.

Después, cuando mi madre se marcha, escucho una sirena que me rompe el sueño estando a punto de reiniciarlo. El vehículo ha logrado entrar hasta esta parte del barrio y se estaciona frente a la casa. Sin levantarme de la cama imagino el movimiento de sacar en camilla el cuerpo del hombre quemado.

Impulsado por la curiosidad, me incorporo nuevamente y veo a través de las cortinas.

El hombre que llevan en la camilla es el conductor de la unidad 87, el que violó a la señorita Maricela.

Furioso me regreso a dormir, sabiendo que no logré mi objetivo de castigar al culpable.

Se me antoja un vaso de leche.