I
SI pongo atención a mi pecho este carece de sonido, como si mi corazón se hubiese ocultado en un recodo del abismo que ofrecen las pasiones.
¿Será cierta la creencia popular que resucité de entre los muertos? Mis ojos son sensibles a la luz diurna. Mi piel reacciona de mala forma al exceso de sol. Debería preguntar a mi madre, ella sabe más de este asunto, después de todo soy su hijo. Un hijo surgido de un pacto extraño, provocador de muerte, buscador de carroña.
Furioso, deambulo de madrugada por el paradero de autobuses.
A los primeros indicios de que la aurora se acerca, regreso a mi casa entrando por la puerta trasera para no despertar a mi madre que, seguramente, duerme en su consultorio, protegida por sus amuletos.