IX

LO primero que retiré fue su cabeza. No fue fácil. Aunque bella, era demasiada sangre. Tuve que poner una toalla en el piso y cuando fue insuficiente puse la ropa de cama y de cualquier forma siguió escurriendo sangre. Lo que más me importaba era no manchar la alfombra color crema que mi madre tanto tiempo pasó buscando para que combinara con el color de la madera de los armarios.