CAPÍTULO 3

Después de 1988 volví a Angola varias veces. Estaba en Luanda cuando Jonas Savimbi entró en la ciudad, y en septiembre de 1992 fui a cubrir las elecciones para un periódico de Lisboa.

Zorro se conmovió cuando vio que la gente esperaba su turno en colas sin fin, ardiendo en silencio bajo la furia del sol. Estábamos en un municipio remoto de Quanza Sul y aquella gente se había vestido con sus mejores ropas de domingo.

Yo: «¡Se creen que van a misa!». En todas partes sucedía lo mismo, en las ciudades o en los quimbos más distantes. Zorro se puso muy serio. Dijo:

—¡Están votando contra la guerra!

Él y otros antiguos compañeros de la OCA habían formado un pequeño partido. Paulete: «Al menos, sabremos el número exacto de personas que compran libros en Angola». Ella no creía en nada. Lo que quería era bailar en los bares nuevos, erigidos en los arenales de la isla. Divertirse con los amigos en las discotecas que se multiplicaban por toda la ciudad:

—¿Democracia? Los mismos que ahora hablan de democracia, hace dos meses defendían las conquistas del socialismo. Los conozco perfectamente. Me he acostado con todos.

A pesar de eso insistió en votar:

—¡Es un voto racial, amigo, voté al eme! —pausa, el tiempo exacto para una sonrisa cómplice—. ¡Son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta!

Mucha gente pensaba lo mismo. Lídia, que había aceptado ser candidata como diputada independiente en las listas del partido de Zorro, creía que Jonas Savimbi estaba siguiéndole el juego al MPLA:

—La obsesión racial de Savimbi lo ha vuelto ciego. Cuando el menor sentido común aconsejaba que la UNITA intentase una alianza con el grupo criollo, él se lanzó a discursos de odio contra la ciudad. Ahora, hasta las personas que siempre se opusieron al régimen van a votar al MPLA para impedir una victoria de la UNITA.

A mí también me daba miedo la UNITA. Un día Zorro me pidió que lo acompañara a visitar un cuartel de las FALA[67]. «¿Te acuerdas de un antiguo criado de Borja Neves, un tipo llamado Calandula, que se unió al MPLA y despareció durante la ocupación de Benguela?». Me acordaba del caso.

—Pues bien —Zorro abrió los brazos, asombrado—, parece ser que fue raptado por la UNITA y que después se unió a ellos. Ahora se llama Muerte Súbita y es coronel.

André Calandula, el coronel Muerte Súbita, nos recibió en su habitación, en uno de los hoteles de Luanda. Abrazó a Zorro con efusividad. Le preguntó por Borja Neves y quiso saber cómo estaba Paulete. A pesar de su traje oscuro, de buen corte, era exactamente el tipo de hombre que resulta fácil imaginarse encabezando grupos de guerrilleros. Hacía preguntas cortas e incisivas e iba tomando notas en un cuaderno escolar. Parecía sinceramente interesado en conocer las opiniones de Zorro sobre el proceso político.

A mitad de la conversación pidió permiso para encender la televisión. En la pantalla apareció la cara de un disidente de la UNITA. «A este lo conozco bien», dijo Muerte Súbita, «era amigo mío. Desgraciadamente se vendió al MPLA». El disidente atacaba a Jonas Savimbi. Acusaba al dirigente de la UNITA de haber matado a opositores internos. Decía aquellas cosas tan terribles con convicción, con los ojos brillantes: «Ahora quiero dirigirme a mi amigo Muerte Súbita, alias André Calandula, mi viejo amigo». Me quedé estupefacto. Zorro también. Muerte Súbita se limitó a encogerse de hombros: «No hay problema», dijo, «está interpretando su papel». El disidente levantó el dedo: «Amigo André, ¿puedes creerte que haya mujeres que vuelen de noche? ¡Ya sé que no te lo crees! Pero cuando Savimbi te mandó que detuvieras a Teresa Catalaio, fuiste a buscarla y la empujaste tú mismo a la hoguera». Nueva pausa, aquel hombre era un gran actor. No lograba apartar la vista de la pantalla. «Amigo André, sé que me estás escuchando. Lo que quiero decirte es que el tiempo del miedo se ha acabado. Se ha acabado el tiempo en que nos veíamos obligados a cometer errores. Tú también pasaste por la “cabina técnica”. ¿Por qué no vas a la playa? ¿Te da vergüenza enseñar la espalda con las marcas del látigo? El tiempo del látigo se ha acabado, André. Se ha acabado el tiempo de la hoguera. Únete a nosotros y vamos a terminar de una vez con este tiempo». Muerte Súbita apagó el aparato. Se hizo un silencio incómodo. Zorro:

—Me cuesta preguntarte esto justo ahora, pero para nosotros es muy importante saber qué hay de verdad en todas esas historias que circulan sobre la UNITA. Historias de brujería, de caza de brujas, de todo eso.

Muerte Súbita lo miró durante un rato:

—¿La verdad, maninho?[68] La verdad es que África es así. Vosotros vivís en Luanda, escucháis música americana, en Navidad coméis bacalao portugués, vais a la playa los domingos y pensáis que África es eso. La verdadera África está en los musseques, está en el monte. Y esa África es así, no vengáis ahora a darnos lecciones.

Estaba febril, eufórico:

—Esta ciudad está podrida. Los mulatos se han hecho cargo de todo.

Zorro:

—Yo también soy mulato.

—¿Que tú también eres mulato? Eso ya lo sé, maninho, eres mulato pero es como si fueras negro. Queremos devolver Angola al mundo africano. Estamos luchando por la dignidad del pueblo negro de Angola. Con elecciones o sin elecciones vamos a tomar el poder. Los dirigentes del MPLA son débiles, se pasan el día bebiendo y follando. En tres días tomaremos Luanda, nos ocuparemos de Angola.