CAPÍTULO 9
Comprendo que la ruptura se hiciera irremediable; Lídia regresó a Conakry. Aún se quedó un tiempo en Guinea, asistiendo perpleja y asustada al progresivo delirio totalitario de Sekou Touré. Un día llegaron diciéndole que Viriato da Cruz se había unido al FNLA. Poco después supo que Agostinho Neto se disponía a establecer una alianza con dos pequeños movimientos inspirados por los portugueses y casi de inmediato recibió una llamada de Mário de Andrade confesándole que iba a presentar su dimisión como secretario de relaciones exteriores: «Para mí, aquello fue la gota que colmó el vaso. Me fui a ver a Alberto y le dije que sentía nostalgia de Olinda».
Alberto Rosengarten fue detenido en Olinda en abril de 1964, durante el golpe militar que instauró la dictadura en Brasil. Lídia pasó dos meses en las cárceles de Río y de São Paulo y después fue expulsada, consiguiendo, posteriormente, obtener asilo en Alemania.
El comunicado que anunciaba la muerte de Alberto Rosengarten decía que el pintor se había suicidado lanzándose por la ventana de un sexto piso. (Lídia: «Puede ser, ya se sabe que a los prisioneros les gusta volar.») También decía que había sido un agente de la KGB y que había llevado a cabo acciones subversivas contra la integridad de un país hermano.
Unos meses después, un autodenominado Comité Rosengarten hizo explotar una bomba junto a la embajada norteamericana, en Brasilia. En la pared destrozada podía leerse una frase con grandes letras rojas: «¡Rosengarten no ha muerto! ¡Vive en el corazón del pue…». La explosión cortó la frase aquí.