CAPÍTULO 8
En uno de sus poemas escribió que cuando era pequeña se escondía para fumar. ¿Es verdad?
LÍDIA: Siempre he escrito sobre cosas que han sucedido. Me acuerdo de fumar mis primeros cigarrillos a la sombra de los anacardos, detrás del instituto: los Caricoco. Un paquete de trescientos costaba diecinueve escudos. Incluso se hacía propaganda en la radio. (Canta:) «Quien no fuma Caricoco / ya no sabe lo que es bueno, / Caricoco ué uá, / Caricoco ué lá lá». También estaba el Francés Número Uno, de rayas azules y blancas parecía que llevaran pijama. Y los Rey, un tabaco hidalgo, pero con un sabor horrible. Después aparecieron los Cuanhamas, negros y peligrosos: en cuanto se les arrimaba el fuego se deshacían en chispas. Un día llegué a casa con el vestido agujereado. La abuela Fina me olió la boca, siseó, puso cara de asco y corrió a llamar a mi abuelo. El viejo se tronchó de risa e imitando la voz de las ondas se puso a cantar «Quien no fuma Caricoco ya no sabe lo que es bueno». Abrió la pitillera y me ofreció un cigarrillo. Me dio tanta rabia que ese día dejé de fumar.
(Entrevista con Lídia do Carmo Ferreira,
Luanda, el 25 de mayo de 1990)