Ashfield
15 de abril de 2002
Cariño,
¡Cuánto me alegra oír tu voz! Lamento aturullarme tanto cuando hablo por teléfono a larga distancia: no creo que me acostumbre nunca. Además oía el eco de mi propia voz, como ya te dije, y era como oír mis palabras repetidas por una estación costera. No podía seguir hablando en esas condiciones. Claro que tengo la postal, está en la nevera.
Qué bien. Estoy asombrada. No sé si más asombrada por el hecho de que lo encontraras (no debe de ser tan difícil, supongo, aunque yo no hubiera sabido cómo hacerlo), o porque necesitaras hacerlo. Es una historia increíble, todo eso del libro o el manuscrito. Espero que algo bueno, algo muy bueno, resulte de todo esto para ti, aunque no sé qué. Tampoco sé si es bueno que hayas encontrado a Lee. Recuerdo muy bien lo enganchado que estaba con Byron, aunque dicho así suena un poco... ¿cómo dicen los ingleses?... un poco amanerado. Involucrado con es más llano y acertado también, quizá, porque él entonces (pensé) ya estaba en proceso de dejar de estar involucrado con él para siempre.
¿Que por qué me sorprende que lo buscaras? Es cierto, no debería. Quiero decir que es totalmente natural, incluso inevitable; lo sorprendente es que tardaras tanto, dado el poco interés que mostraste por él, tan poco que llegó a parecer natural que no te importara. Siempre quise hablar contigo al respecto, al menos en lo posible, cuando llegara el momento; estaba allí, esperando a que ese momento llegara, y sabía que tendría que hacerlo algún día, cuando tú me lo pidieras: explicártelo, y hablarte de él, si podía, y de lo que hizo entonces y de lo que no hizo. Creí que reconocería el momento cuando llegara. Me creía buena en esas cosas, en reconocer cuándo habían llegado las cosas, y puesto que nunca lo hice... Bueno, esto no marcha bien, hablo como una cotorra, y no creo que lo sea, ¿y tú? En fin, entonces vivíamos en River Island y te cansaste de mí, de mí y de cortar leña y bombear agua y limpiar chimeneas y no tener teléfono para llamar a los amigos. Yo adoraba River Island, diría que «con todo mi corazón», pero no era así porque no estabas ahí y yo quería que estuvieras, y sentía tu inquietud como un gran pesar. Dios, ha pasado tanto tiempo. Después llegó la larga temporada en que estuvimos separadas, cuando fuiste a la escuela y, luego, a Nueva York. En fin (¡otra vez! Ese «En fin» que siempre la lleva a una de un lado a otro), finalmente volví a esa historia (yo, para mí) al principio de la enfermedad de Jonah. Entonces, de repente, todo me pareció sin importancia, sin apenas darme cuenta de ello, de cuándo había sucedido. Ahora casi parece como si no existiera, después de la de cosas que han pasado desde entonces. Es un poco como guardar unas colchas antiguas porque ya no puedes utilizarlas, y luego abrir el armario años después y descubrirlas apolilladas, y que eso no te dé pena ni nada, porque ya no te interesan las colchas antiguas. Sólo pasamos juntos cuatro años. Cinco. Pero pregúntame todo lo que necesites saber, Alex, y yo te lo contaré.
Sí, es verdad que quiso ponerte Haidée, y que yo lo veté. Pero para ser justos yo quería que te llamaras Owlet. Qué nombre tan bonito, hiere o alegra mi corazón pensar ahora en ello, como si fuera una hija que quería y que nunca tuve. Él vetó ese nombre. De modo que te puse el de mi abuela, y él no dijo que no.
Te quiero, Alex. Ya lo sabes. Espero que Thea y tú podáis volver este verano, porque este lugar está espléndido; hemos trabajado mucho desde la última vez que lo viste. Podríamos charlar todo lo que quieras. Lo siento.
Mamá
PS: No me importa que le des mi dirección, porque me apuesto lo que quieras a que no me escribirá. Pero no necesito su dirección de correo electrónico. Aún no utilizo el email. Marc asegura que me encantaría Internet, que en cuanto aprendiera a manejarme ya no podría dejarlo, y precisamente ésa es la razón de que no lo utilice.
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De: lnovak@metrognome.net.au
Para: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Asunto: Fin
Aquí tienes la última entrega. Anoche terminé, bueno, más bien ha sido esta mañana, temprano, transcribiendo mi propia versión en papel al ordenador, para ti. Verás dónde encaja la página suelta que rescató Ada. Creo que voy a quedarme ciego; el fulgor de esta pantalla es tan divino y penetrante que contemplarlo durante horas vence mi mirada (como diría B.) y puede que de forma permanente. No pasa nada. Muchísimas gracias por salvarlo. Y da las gracias a Thea de mi parte, si las acepta.
Recuerdo que cuando tenía nueve o diez años leí Secuestrado sin ayuda. Tuve que descifrar hasta la última página, y consultar cosas que ni siquiera comprendía, y preguntar a mi padre el significado de las palabras, de modo que esa lectura fue como una agonía o una batalla, pero lo terminé, y vencí, y así ha pasado también con este libro. Cuando he transcrito la última palabra me he quedado quieto, sentado y sin moverme durante unos quince minutos. Me sentía como si acabara de vencer al dragón, o como si me hubiera vencido él, o ambas cosas a la vez.
Acerca del título. Ada se muestra sorprendida de que sea éste, e incluso se pregunta si su presencia en el encabezamiento de la primera página es un error, o si figura ahí por otra razón que no sea la de servir de título al texto que sigue. Dice que parece escrito en tinta diferente a la del resto, claro que eso no podemos comprobarlo. Ya fuera escrito en esa página de buenas a primeras, o más tarde, o al finalizar la novela, creo que debe de ser el título que él escogió, y el hecho de que su relevancia se haga patente al final es deliberado. Pienso en Stendhal (a quien le gustaba alardear de su breve encuentro con Byron). Stendhal tituló su mejor novela La cartuja de Parma, aunque la cartuja, el convento donde acaba el héroe, no aparece ni siquiera mencionada hasta el último capítulo. El título es el final. Igual que sucede aquí.
Lee
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De: «Lilith» ‹smackay@strongwomanstory.org›
Para: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Asunto: ¿¿Problemas??
Cariño:
¿Ha surgido algún problema? Ya no me envías emails, y ahora tengo una extraña consulta de Georgiana en la que me dice que el «desarrollo» del sitio web tendría que esperar a que TÚ prestes de nuevo atención a la «misión original». Se muestra muy cuidadosa a la hora de decir que te adora y te admira y que adora el sitio web, etc., etc., y que nada ha cambiado... pero ¿qué coño está pasando? Intentamos descifrar su email como si fuera una especie de mensaje en clave que no podemos comprender. ¿Podrías echarnos una mano?
Te quiero,
Lilith
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De: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Para: «Thea» ‹thea.spann133@ggm.edu›
Asunto: La loca
A GEORGIANA NO LE IMPORTA LA NOVELA. No le interesa. Ni siquiera quiere leerla. La ha destrozado saber que los documentos que encontramos no son un programa de ordenador, o una nueva teoría matemática, o algo. Dice que el mundo TIENE SUFICIENTE BYRON Y NO SUFICIENTE ADA. ¿Puedes creerlo? Dice que tendríamos que dejar de descifrarlo y editarlo, y volver a dedicarnos a LO QUE ES REALMENTE IMPORTANTE. No ve lo importante que es que Ada hiciera esto; lo importante que es para que podamos conocerla. Su padre: eso es importante. Ella creía que lo era. Se estaba muriendo y fue en esto en lo que empleó su último año de vida. ¿No es eso importante?
Lilith está enfadada. Cree que Georgiana se negará a financiar el sitio web, y que es culpa mía por haberme distraído. ¿Y si me despiden? Tengo que llamarla y darle una explicación.
Puede que tenga que seducir a Georgiana. No me detendré. No puedo.
S
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De: lnovak@metrognome.net.au
Para: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Asunto: Carta y una petición
Me pareció que te gustaría leer esta carta con la que he topado, enviada por Byron a su editor John Murray. La escribió cuatro años antes de abandonar Inglaterra. Un estudiante de la biblioteca me la escaneó, algo que yo soy incapaz de hacer, y aquí transcribo una parte de ella:
Querido señor: En este día, en esta hora (la una, según el reloj), mi hija cumple seis años. Me pregunto cuándo volveré a verla, o si volveré a verla. He reparado en una curiosa coincidencia que casi se me antoja una fatalidad: mi madre, mi esposa, mi hija, mi hermanastra, mi hija natural (al menos en lo que a mí concierne) y yo somos todos hijos únicos. Mi padre, al contraer matrimonio con lady Conyers (hija única), sólo tuvo a mi hermana y, por su matrimonio con otra hija única, tuvo a otro hijo único. Lady Byron, como sabe usted, también lo era, igual que mi propia hija, etc. ¿No le parece extraña tal profusión de hijos únicos? Por cierto, envíeme la miniatura de mi hija Ada, sólo tengo el grabado, que no me permite hacerme una idea de su complexión. El otro día, un viajero inglés me contó que, según se dice, tiene un temperamento muy violento. ¿Es así? No es improbable, teniendo en cuenta su linaje. Mi temperamento es el que es, como quizá usted adivinará, y el de mi dama era un bonito y hosco núcleo de salvajismo concentrado a partir del cual moldear a mi hija, por no mencionar a sus dos abuelas, ambas, hasta donde yo sé, especímenes tan ejemplares del espíritu femenino como pueda usted ver en un día de verano.
Me sorprendió, francamente, que pensara tan a menudo en ella hasta el punto de calcular la hora y el día de su nacimiento, y recordarlo. Una coincidencia, o, quizá, una fatalidad, como Lord Byron lo llamaría, es que topara yo con esta carta precisamente cuando transcribía las páginas relacionadas con la hija novelesca, Una, y con su emparedamiento entre un diabólico trío de ancianas parientes femeninas.
Eso me recuerda que la última foto que tengo de ti tendrá unos quince años (tu madre dejó de enviármelas, quizá porque pensó que no tenían importancia, puesto que la relación se había interrumpido hacía tanto tiempo). ¿Podrías enviarme otra? Estoy seguro de que podrás hacerlo por vía digital, y que no será una molestia: no como hacer que alguien pinte una miniatura. Te lo agradecería.
Lee
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De: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Para: lnovak@metrognome.net.au
Asunto: Re:Carta y una petición
¿Qué te parece esto? Te enviaré una foto (tengo que pedirla a casa, o conseguir que alguien me la haga, no es que me gusten mucho las fotos, pero haré una excepción) si tú haces algo por mí, algo más por mí. No sólo por mí, claro. Por todos nosotros (todos los nosotros de ahora, y todos los nosotros de entonces).
Necesito que escribas una carta para alguien en mi nombre. Es la persona que ahora está en posesión del manuscrito original de las notas y las páginas cifradas. No te diré cómo se llama porque si lo hiciera se enfadaría. Tú me envías la carta y yo se la reenvío a ella y a la mujer para la que trabajo en Strong Woman Story, quien también está muy estresada con este misterio del que, de hecho, no sabe nada. Necesito que la carta sea muy amable y autoritaria. Quiero que digas que este hallazgo (del que sólo tienes noticia a través de mí) se cuenta entre los descubrimientos literarios más importantes, bla, bla, bla, etc. Tiene que sonar como si fueras un profesor especializado en la obra byroniana o algo así, y también como tú mismo, alguien importante de la industria cinematográfica y abanderado de los derechos humanos. Todo eso. Tienes que convencerla. Tienes que seducirla, oh Dios, no, no es eso, tienes que ganártela con autoridad masculina y gravitas, ¿no es ésa la palabra? Odio pedírtelo por un montón de razones. Pero te lo pido.
S
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De: lnovak@metrognome.net.au
Para: «Smith» ‹anovak@strongwomanstory.org›
Asunto: Gravitas
¿Y qué te parece si también le digo lo demás, que soy un fugitivo buscado internacionalmente por abuso de menores?
Haré todo lo que me pidas. Pero asegúrate de saber a qué, mejor dicho, a quién se lo estás pidiendo.
Lee