NOTAS DEL NOVENO CAPÍTULO
1. ennui: Afortunado, el espíritu humano que es inmune a los caprichos del Azar. No hay exaltación como la de la certeza de tener un sistema perfecto para apostar, ya sea en las carreras o en el tapete. Lamentablemente, el único método que se acerca es el que procede de la experiencia que se obtiene al jugar y jugar. La exaltación, en sí misma tan obsesiva como el resultado, y la demostración de que el sistema de uno es acertado serían, en mi opinión, tales recompensas que superarían la suma del dinero ganado en Newcastle o en Saint-Leger. Por supuesto, el coste a pagar sería el doble de amargo que la simple suma de dinero perdido.
2. Weeks's Museum: Décadas más tarde, la dama plateada aquí descrita caería en manos de Charles Babbage, quien la haría bailar, asentir y gesticular ante sus invitados en su casa, un hogar lleno a rebosar de maravillas, tanto mecánicas como intelectuales. Se había enamorado de la dama cuando no era más que un chiquillo, y ella formaba parte de una exposición en el Merlin's Museum, del que el Weeks's era sucesor. No obstante, recuerdo que estaba desmontada cuando la compró, una caja de piezas que llevaba años almacenada en la buhardilla del Weeks's. Corrió de su cuenta, como un Pigmalión, devolverle la vida. Ella no había bailado en público desde 1803, cuando cerró el Merlin's. ¿Cómo pudo haberla visto Byron? ¿O acaso la inventó, a pesar de que existía antes de que él la imaginara? Es un absoluto misterio.
3. craneólogo: La frenología de la pasada generación, la cual cautivó la imaginación de muchos, entre ellos lady Byron, se antoja ahora inadecuada ante la incomparable complejidad del órgano cerebral y, por otra parte, sus principios no se basan en un resultado experimental concreto, sino únicamente en la suposición. Tengo la esperanza de que algún día puedan registrarse los entresijos del cerebro, de tal modo que sea posible aplicar ecuaciones matemáticas al resultado. En resumen: proponer una o varias leyes para la interacción mutua de las moléculas cerebrales, equivalente a la ley de la gravitación para el mundo planetario y sideral, un Cálculo del Sistema Nervioso. La principal dificultad, que no contemplaban los frenólogos, ignorancia que emponzoñaba su sistema, estriba en el diseño de experimentos prácticos. Debo adquirir mayor destreza en la manipulación a la hora de realizar pruebas y demás, en materiales difíciles, por ejemplo, el cerebro, la sangre y los nervios de los animales. Con el tiempo me atrevo a decir que lo lograré. Espero así poder legar a las generaciones futuras para la aplicación industria atención un sistema wch.
Tengo mucho dolor esta semana Dependo más de las gotas que antes Debo corregir todo esto y lo haré si soy capaz Ahora voy a dejarlo por esta noche
4. un joven lord de ojos oscuros: Aquí Lord Byron se permite el lujo de intervenir en su propia novela, y dibujarse a sí mismo como alguien un poco tontaina. Según parece se sometió, en efecto, a un examen frenológico por parte del doctor Jacob Spurzheim, un famoso alemán, quien le hizo precisamente el diagnóstico que Lord Byron pone aquí en boca del ficticio lord.
Creo que es de suma importancia, aunque pueda antojarse insignificante, el hecho de que Lord Byron pudiera verse en ocasiones con comicidad, y pudiera reírse de sí mismo, de sus aventuras, de sus ambiciones e, incluso, de su carácter, mientras que lady Byron estaba siempre en guardia por cómo la verían y comprenderían los demás. Estoy convencida de que los desvelos de ella le parecían entonces algo natural, universal, de lo cual no tuvo que ser del todo inconsciente, o por ello pensaba que la forma ridiculizante y exagerada que tenía Lord Byron de contar sus propios desatinos, lo que no era más que un intento de entretener, constituía la admisión de las mayores debilidades y pecados concebibles. No hubo forma de reconciliar dos naturalezas tan opuestas entre sí.
5. coronel Culpeper: En su obra Curiosidades de la literatura, el señor Isaac Disraeli cuenta esta historia, aunque no sé si Lord Byron la descubriría con la lectura de este libro o en alguna otra parte. La encontré por casualidad, si es que de casualidad puede hablarse cuando un nombre sin importancia más que para uno mismo aparece en dos lugares distintos y sin relación entre sí en el transcurso de una semana.
6. el Fancy: El salvaje deporte aquí descrito ha desaparecido junto con la lucha de osos y otras malvadas prácticas de nuestros abuelos. Moore cuenta que Lord Byron tomó lecciones de boxeo del propio Caballero Jackson, y que se convirtió en un alumno hábil. Unos caballeros deportistas a los que consulté me confirmaron que todos los nombres incluidos en esta parte de la novela pertenecen a boxeadores de la época, o no muy anteriores a ella, a pesar de que Lord Byron los contemple como pertenecientes al pasado, lo cual, teniendo en cuenta cuándo escribió esta historia, era justo lo que eran.