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Respecto de la llamada época metafísica el intento fue captar el nihilismo con el mathema del discurso capitalista: la estructura de la técnica encuentra su fórmula desarrollada en el discurso capitalista de Lacan, donde el sujeto comanda las operaciones con respecto al plus de gozar sin pasar por lo «abierto» de la castración. La castración, recordemos, al igual que el «ser para la muerte» heideggeriano, es la «posibilidad de una imposibilidad», aquello que constituye nuestra posibilidad más propia y que a su vez es imposible de representar en el campo del ente. El discurso capitalista, conjetura que Lacan formuló para pensar un rechazo de la castración, muestra el dispositivo de dominación, es la mejor mostración del olvido del «olvido del ser». Permite captar cómo la estructura de la dominación metafísica no necesita ser «desenmascarada», pues más bien se muestra toda en un espectáculo, donde las relaciones sujeto y objeto en todas sus modalidades, intentan agotar la totalidad de la ex-sistencia. Pero lo más importante que hace patente el discurso capitalista, y que tal vez hubiera impresionado a Heidegger, es mostrar cómo un discurso, el del amo o la filosofía, ha terminado produciendo una configuración, el discurso capitalista, que la excede y al que ya no puede tratar filosóficamente. Así como la filosofía ha llevado a la técnica y la esencia de la técnica no puede ser pensada filosóficamente, el discurso capitalista es la filosofía realizada que ya no puede ser tratada filosóficamente. El discurso capitalista es aquello que se puede llamar ontoteología y cuya innovación puede ser política y no filosófica.