XII
A continuación se intentará una recapitulación de lo dicho con el propósito de formular más claramente lo hasta aquí desarrollado, añadiendo algún ejemplo que permita esclarecer más la cuestión.
- Se ha tratado de determinar que más allá de lo que constituye el campo del sentido, existe una peculiar forma de olvido que se retrae sobre sí, que se encierra sobre sí misma.
- Hay el olvido que eventualmente vuelve transformado a la memoria, ya sea por el trabajo de la rememoración —pues el recuerdo convoca a lo olvidado—, o por la labor misma del análisis —por ejemplo aquellos casos donde el vínculo transferencial posibilita despejar con mayor precisión las lagunas del recuerdo—.
- Pero también se ha insistido en otra forma de olvido, donde «lo olvidado» está por su propia naturaleza destinado a no emerger ni en la luz evocadora del recuerdo ni en la función historizante de la palabra. Esta última modalidad de olvido es consustancial a un acontecimiento que no sólo no es «actualizable» como sentido, sino que está excluido del mismo.
- Eso que está olvidado y que no acude al recuerdo, no es un «contenido», una «significación» o algún sentido en «reserva» que aún queda por interpretar e historizar. Es un vacío del que sólo permanece una huella inevitable.
- Esta huella inevitable estando «fuera», es decir, en tanto exclusión, constituye en su carácter originario el campo del sentido.
- Este fuera de sentido, exclusión o expulsión radical, es el resultado de una intersección entre lo simbólico y lo real (entre el símbolo y la cosa), momento originario, excluido en y del proceso de simbolización, que no se historiza en la trayectoria propia del sujeto ni puede confundirse con lo «reprimido».
- A este primer encuentro del símbolo con la cosa, a esta expulsión originaria que se denomina Verwerfung, le acompaña un momento de signo contrario, una simultánea afirmación primordial en la emergencia del símbolo y que se designa con la expresión Bejahung (afirmación).
- Entre la expulsión y la afirmación existe una recíproca referencia, pues la expulsión subsiste como huella en la afirmación.
- Si bien la expulsión simbólica es un tipo de acontecimiento sobre el que no puede abrirse ningún juicio de existencia, no obstante lo expulsado queda referido al campo del sentido a través de una marca o huella.
- El juicio de existencia puede caer sobre la marca o huella. Aquello a lo que la huella remite es lo que ha sido abolido en la historia y no accede al juicio.
- De allí que pensar un símbolo se transforme en pensar la huella de un acontecimiento que no se historiza.
- ¿Cómo es posible la determinación conceptual de esa marca, de esa huella que ha quedado cercenada y expulsada? ¿Cómo no hacer de su indecibilidad una vía hacia lo inefable?
- Pero eso sería confundir la huella con aquello a lo que la misma remite, es en la huella que no viene al sentido donde las operaciones de «corte y agujero» tienen lugar.
- La huella nos permite entonces articular un decir y una escritura precisamente sobre la «indecibilidad» de lo que se ha vuelto huella, un decir que consiste justo en afirmar la suspensión de todo juicio de existencia y la consiguiente indecibilidad de aquello cuya huella se presenta.