2. Atingencia: dejar-estar-presente
«¿Quiénes somos nosotros?»: Heidegger responde que «el estar presente nos atañe». El hombre es aquel a quien atañe la presencia, «el que desde tal atingencia asiste, está a su manera presente, a todo lo que está presente y ausente». Entender «ser» como asistencia, como estar presente, según Heidegger, obliga a pensar dicho estar presente por referencia a aquello que está presente, produciéndose en ese nuevo enfoque un desplazamiento del acento, pues dicho «estar presente» se muestra ahora como un «dejar que se esté presente». Ese «dejar-estar-presente» atrae la atención, debiendo procederse a pensarlo en todos sus alcances y en los matices que permiten establecer una diferencia interior al mismo concepto.
Se sabe, por el Seminario de seis sesiones que dictó Heidegger del 11 al 13 de septiembre de 1962 sobre diversas cuestiones de la conferencia, que la diferencia inherente al dejar-estar-presente reside ante todo en el «dejar». En su acepción débil, la fuerza del sintagma recae sobre el «estar-presente», quedando referida a lo ente, a lo que está presente. Mientras que el acento fuerte puesto en el «dejar» indica que el dejar estar presente está siendo pensado en dirección al acaecimiento propicio (Ereignis). Sin esta entrada de la atingencia, sin esta entrada del hombre, ese cuadrado que se ha presentado en páginas anteriores en donde tiempo y ser juegan recíprocamente, no podría quedar constituido. Efectivamente, la atingencia va a permitir el juego recíproco, va a poder presentar como regalía la presencia. Se trata de introducir al hombre en aquello que lo atañe, y lo que lo atañe es la manera en que se extiende la presencia a través del pasado, el presente y el futuro; el tres más uno de los tres éxtasis temporales más uno, la presencia, que los articula. Tres más uno que va a configurar la tetradimensionalidad del tiempo.
Si se debe caracterizar el tiempo desde el presente hay que tener en cuenta la oposición: presencia vs ahora. El presente entendido desde el ahora no es en absoluto lo mismo que el presente en el sentido de la presencia. En la representación del tiempo (unidad pasado-presente-futuro) desde el ahora (en Aristóteles «lo que es»), lo que está presente del tiempo es el ahora de cada instante. Pasado y futuro son algo que está presente pero donde algo falta: «ya-no» ahora, «todavía-no» ahora. Cada ahora, apenas nombrado, se desvanece en lo que acaba de pasar y es seguido por lo inmediatamente venidero.
Ese algo que falta en pasado y futuro le servirá a Heidegger para trasladar el acento del ahora a la presencia. También en su idea del tiempo se trata de lo que falta. El modo en que la presencia se ausenta, faltando en pasado y futuro, pero no haciendo hincapié en el ahora sino en la ausencia del estar presente. O mejor: está presente la ausencia de lo presente, bajo el modo de ya-no presente y todavía-no presente. La presencia que nada tiene que ver con el ahora, que efectivamente está tan presente en el presente como en el pasado y en el futuro, solamente puede ser pensada a partir de lo que atañe, en la atingencia, al hombre. Las operaciones que vuelven a redoblar la operación del «Se da» que se retira, y el «don» que se percibe en la presencia del ente, es decir, el pasado que se recusa, el futuro que se retiene, el presente que se contiene, todas estas operaciones de sustracción que redoblan a la primera sustracción no podrían ser concebidas si no se hace participar en la escena a esta suerte de implicación que se llama «atingencia», y que viene como resultado de la pregunta «¿Quiénes somos nosotros?». Al hombre le atañe esta constante presencia, diferente de un ahora y que es la constante entre el pasado, el presente y el futuro. Una constante que vehiculiza una sustracción: el pasado se recusa, el futuro se retiene y el presente se contiene. Si no estuviera el hombre concernido por ésta, ya no habría «ocultación» sino que habría directamente «clausura». Todo este juego que permite la extensión de pasado, presente y futuro, sólo se puede dar, solamente puede haber «regalía esclarecedora» en la medida en que la atingencia se efectúe como tal.
Atingencia del hombre en la que éste se muestra en relación privilegiada con aquello que lo atañe, los modos del dar. Uno de esos modos es el darse del ser como destino, entendido este último en términos de presencia en sus transformaciones a través de las distintas épocas (de la ousía a la voluntad de poder). El otro modo corresponde al dar como regalía esclarecedora y a la vez ocultadora. Dos modos, en síntesis, del dar: como destino del ser y como regalía del tiempo.
«En el destinar del destino del ser, en la regalía del tiempo, se muestra un apropiarse, un super-apropiarse, que lo es del ser como presencia y del tiempo como ámbito de lo abierto en lo que uno y otro tienen de propio. A lo que determina a ambos, ser y tiempo, en lo que tienen de propio, esto es, en su recíproca copertenencia, lo llamamos: el acaecimiento (das Ereignis)» (p. 38). Desde el comienzo de nuestra indagación en los textos heideggerianos traducimos Ereignis por acaecimiento propicio, según la propuesta de Félix Duque al traducir a Otto Pöggeler en 1986.
Hay una lógica interna en este texto, en la escucha, en la manera de dirigirse a la cuestión imposible de abordar a través de proposiciones comunicativas, debiendo encararse con ella por fuera de la dialéctica y de las metáforas productivas. A su vez, la manera que tiene la cuestión de venir hacia ese «nosotros» es mediante el reconocimiento del modo en que, en el alba del pensamiento, el «Se da» se ha retirado a favor del «don», reconociendo a la vez que todas las construcciones sobre el ser no son errores o defectos del pensamiento sino percepciones de ese don como presencia del ser en lo ente. Por lo tanto, para poder seguir manteniéndose en la escucha de ese «Se da» hay que encontrar la manera en que el «Se da» se extiende en su ofrenda, atravesando como una constante el pasado, el presente y el futuro. A la vez, el «Se da» sólo puede encontrar su verdadero alcance, su verdadera localización, volviéndose la cosa imposible pero localizada, si se hace ingresar en la escena al hombre en su atingencia.
Heidegger no estaba escuchando como filósofo, porque la tarea de desmantelamiento de los encubrimientos ya no la puede estar haciendo un filósofo. Cabe preguntarse si es como hombre que está escuchando. Tampoco, pues el hombre, que efectivamente no produce el tiempo ni es producido por el tiempo, es aquel que está en la atingencia y sobre el cual sobrevienen los efectos del «Se da». El hombre está íntimamente instalado en la estructura de la regalía esclarecedora. Dice Heidegger: «El tiempo auténtico es la cercanía que concilia en unidad su triple y esclarecedora regalía de estar presente desde el presente, el pasado y el futuro. Ella ha alcanzado ya y de tal manera al hombre en cuanto tal, que éste sólo puede ser hombre en la medida en que está en el interior de la triple regalía y ante la recusante-retinente cercanía que lo determina» (p. 36). Todavía está bajo los efectos de esta estructura en la que se da el tiempo bajo esta forma diferenciadora de los cuatro como tres más uno, y donde el hombre está en su interior haciéndose respuesta de la estructura temporal misma que es la regalía.
El que está hablando, Heidegger, hace surgir al final de la conferencia das Ereignis, término que no va a formar parte de una serie pues se introduce para que efectúe un corte con la serie que comienza con la ousía y termina con la voluntad de poder. Este término se introduce para no ser una nueva forma en la que el don se perciba, una vez más, como presencia del ser de lo ente. El término viene de algún modo a añadir algo que la represión no ha podido regular. El término no viene a cancelar la represión, pero tampoco viene a hacer su mismo trabajo. El término Ereignis viene como coronación de la indicación que la escucha ha construido como tal.