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Esta secuencia que está presente en la cura analítica, el modo en que se realiza el itinerario, pues la experiencia analítica transcurre y va hacia su fin, mantiene para nosotros la posibilidad de abrir un diálogo con ese instante, con ese momento en que la historia del pensamiento también dice hacer la experiencia de su final. Nos interesa en principio establecer una confrontación entre este final que concibe la experiencia analítica y ese momento, ese instante que este libro, estas cartas que se envían Jünger y Heidegger en su sesenta cumpleaños, saben mostrar de un modo paradigmático. Instante en que la historia del pensamiento quiere curarse de su propia historia, es decir, el instante en que el pensamiento recorre las secuencias privilegiadas de su tradición, sus relatos periféricos, y lo hace con el propósito de no sólo ir y venir a lo largo de la historia sino que más bien se propone atravesar lo que ha constituido a ese pensar.
Nos interesa ese instante en el cual el pensar quiere sobreponerse a la propia historia que lo ha constituido, atravesar el momento en que la filosofía decide curarse de sí misma, de la tradición que le ha dado su suelo; y es ese instante el que de algún modo hacemos entrar en diálogo con la cura analítica. El pensar, tal como lo recogen las conversaciones entre Jünger y Heidegger, avista que efectivamente el lenguaje impone tal carga semántica, que hay una inercia metafísica que tiene tanta gravitación y tanto peso en el lenguaje del que hasta ese momento se dispone y se propone, que no es apto para producir el atravesamiento, que debe ser abandonado. Ese instante siempre coincide con la invitación a dar un salto, a consumar esa travesía que queda distinguida por ese momento en que aparece como señal, como signo de que la travesía se realiza, el que se produzca una transformación en el campo del lenguaje. No sólo basta con ir y venir a lo largo de la historia, recorrer los momentos privilegiados de la tradición, caracterizar las distintas secuencias, contornear lo que es impensado, sino que, lo que nos da finalmente la prueba, el testimonio de que la travesía, el salto se produce, es que se transforman las propias condiciones del decir. Nos interesa este aspecto, es nuestra manera de mostrar cómo nos orientamos hacia este libro. Venimos de una práctica que concibe un fin, una práctica, la cura analítica, en donde la rememoración tiene un lugar privilegiado. Pero también es verdad que la experiencia analítica no se agota en el acto de la rememoración sino que necesita además establecer esa travesía e incluso poner a prueba hasta qué punto el sujeto de dicha experiencia cambia, transforma su relación con el decir, con el lenguaje. Encontramos así una equivalencia entre el problema del fin tal como lo vemos en la cura freudiana y el fin que se pone a debate en el cruce de la línea entre los textos de Jünger y Heidegger.
Lo que verdaderamente termina de favorecer el diálogo entre estas dos experiencias, la del pensar que se quiere dar entre Jünger y Heidegger y la experiencia que conocemos con el nombre de psicoanálisis, es que ambas toman distancia, se diferencian de un modo radical de cómo podemos concebir el fin hegeliano. Lo que finalmente realiza la vecindad entre la experiencia analítica y lo que estos textos formulan, es que en ambos casos se trata de un fin donde la verdad no se reúne con el saber, donde la verdad, a diferencia del fin propuesto por Hegel en la Fenomenología del Espíritu, no termina de ser reabsorbida, integrada, acuñada por el saber. En la cura analítica la verdad se resiste a ser integrada al saber, a ser domesticada y reducida por el saber; en ese aspecto podríamos decir que el psicoanálisis propone un fin distinto al de una superación, distinto al de ese itinerario descrito por Hegel en la Fenomenología, en donde a través del «trabajo, el dolor y la paciencia de lo negativo», el espíritu realiza una trayectoria donde finalmente la verdad se reúne con el saber y se realizan en la autoconciencia y el saber absoluto.
Aquí lo que nos interesa es un fin que no se cierra en ninguna autoconciencia, que no desemboca en ningún saber absoluto y esto es lo que ya le da definitivamente a la experiencia de la cura analítica una vecindad con el problema que se evoca en estos textos. Como recuerda Jünger, se trata de un fin donde impera con mucha más fuerza una invitación a un paso distinto, hacia una disponibilidad, dice Heidegger, que nos entrega las señales de una modalidad distinta de pensar que no debe ser concebida como una superación.
Toda la problemática del fin tal como la asume Heidegger, todo el problema de la torsión de la metafísica se opone a la superación hegeliana; es decir, la torsión de la metafísica, atravesar la línea, dar prueba de que la línea se atraviesa, debe ser siempre concebida no como un paso hacia adelante, hacia el progreso en un saber o el cierre de una autoconciencia, sino, por el contrario, como una torsión que toma distancia de cualquier concepción de progreso o itinerario de tipo hegeliano.