II
No hay ningún contenido a priori de lo olvidado que pueda dilucidar qué es el olvido; afrontar el olvido implica desprenderse de las distintas acciones verbales del olvidar, separarlo de ese conjunto e interrogarlo por su propia esencia. Pero interrogarlo así implica que nada de lo que se presente como predicación de lo olvidado permite alumbrar en qué consiste el olvido. Esta es la razón que hace que a los historiadores los interpele con tanta fuerza la cuestión del olvido, en particular cuando descubren su ex-sistencia, cuando descubren el carácter de acontecimiento del olvido y confirman entonces, que ni los nombres, ni los monumentos, ni los archivos, ni los lugares de la memoria logran captar en qué consiste el olvido.