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Lacan, aunque sólo presentó la estructura del discurso capitalista en una ocasión, ha insistido sin embargo durante los últimosaños de su enseñanza no solamente en afinar su caracterización sino en situar al psicoanálisis en su respecto.

El 12 de mayo de 1972, en una conferencia pronunciada en Milán bajo el título Del discurso psicoanalítico dio a conocer la estructura del discurso capitalista. Había sido invitado por el Instituto de Psicología de la Facultad de Medicina y el Centro Cultural Francés, iniciativa coordinada por el psicoanalista italiano G. Contri.

A partir de la relación del discurso del amo con su reverso, el discurso psicoanalítico, Lacan mostró cómo, al producir en el discurso del amo «una pequeña inversión entre el S1 y el $ » surge el discurso capitalista.

A finales del año siguiente (3-11-73, Sobre la experiencia del pase) caracteriza al discurso capitalista como «una cierta variedad del discurso del amo», del cual se distingue solamente «por un pequeñísimo cambio en el orden de las letras». Se puede notar que en ambas intervenciones se refiere al pasaje de un discurso a otro en términos de «pequeña inversión» y «pequeñísimo cambio». La pequeñez formal a la que apunta Lacan, esa inversión entre el S1 y el $, acarrea en realidad una profunda alteración en el sentido de los vectores y en el funcionamiento general de la fórmula. Se trata del rechazo de la verdad del discurso, pues se ha invertido el sentido del vector que conecta el lugar de la verdad con el lugar del semblante. El agente del discurso (lugar del semblante) repudia la determinación que recibe de la verdad, para pasar a dirigirla. El semblante ya no es significante amo que recibe su determinación de la verdad, sino que es el sujeto, entronizado como agente, quien opera sobre el significante amo colocado en el lugar de la verdad. Tal manipulación de la verdad es un rechazo de la castración del discurso conducente a establecer una circularidad (figura 19).

Debido a esta continuidad, el discurso llega a funcionar en una circularidad sin interrupciones. Por este motivo, y por el hecho de que el circuito se halla orientado hacia la izquierda, hablamos de «círculo siniestro».

En el discurso del amo, el amo es el significante y no el sujeto. En el discurso capitalista, por el contrario, merced a esa «pequeña desviación» resulta instalado en posición de agente del discurso un sujeto, el sujeto-amo, dando origen a una forma perversa del discurso.

El hecho de que la civilización esté supeditada a la ciencia y la técnica implica una distorsión radical: la ignorancia del inconsciente y de sus consecuencias, el deseo y el sujeto. El rechazo del sujeto, parcialmente realizado por los discursos científico y técnico, alcanza su consumación en el discurso capitalista. En nuestra época ha surgido un modo particular de «ir a la lengua», así como muy específicas resultan las maneras de realizar la gestión científico-técnica y los modos de organizar el mercado. En conjunto, configuran un peculiar modo de desocultamiento del ente: la producción de mercancías. La sociedad contemporánea ha reducido el ser a lo que es en la mercancía y en el cálculo matemático. Hay una equivalencia ontológica fundamental entre el proceder del modo de producción capitalista y el proceder científico-técnico. Todo lo que se produce lo es como mercancía, y esto irá implicando a la racionalidad físico-matemática que termina reduciendo lo ente a todo aquello que es factible de ser producido, planificado y calculado. La función logística que cumple la informática en su incesante transformación resulta esencial para consolidar la amalgama entre el capitalismo y el campo científico-técnico.

Intentaremos desbrozar los diversos componentes de esta intrincada formación, valiéndonos para ello de todos los elementos de la estructura del discurso que hasta aquí han sido recordados.

Con el fin de tornarlas inteligibles, tanto la ciencia como la técnica pueden ser superpuestas en la medida en que son estructuras productivas, a las respectivas estructuras de los discursos histérico y del amo. Pero con la peculiaridad de que ambas rechazan en su misma constitución la dimensión del sujeto y las consecuencias implicadas en el hecho de suponerlo en el campo de la verdad, la que en psicoanálisis se define como verdad material (en oposición a la verdad formal).

La ciencia supone un sujeto (el sujeto cartesiano) que está fundado en el rechazo del goce, causa éste a su vez de la división subjetiva. El sujeto de la ciencia, desde Descartes, debe ser entendido como el proceder de la mente según su propia ley. Este sujeto (sub-jectum, supuesto) es un supuesto ontológico que se define por no ser un sujeto psicológico ni nada que pueda ser caracterizado como subjetivismo. El proceder de la mente según su propia ley en posición de agente del discurso, se dirige al paradigma de la ciencia de que se trate, con la finalidad de producir un saber formal, una escritura, según ya hemos comentado.

Estas operaciones pueden superponerse al discurso histérico, discurso al cual Lacan llegó a asimilar el discurso de la ciencia. Pero hay algo peculiar, dijimos: el rechazo del goce del sujeto. Eliminar de la estructura científica al sujeto psicológico arrastra la consecuencia de plantear un discurso sin goce.

Con estas premisas podemos dar la siguiente fórmula para este discurso, en la cual dejamos vacío el lugar de la verdad material donde se aloja el goce (figs. 20a y 20b).

De la misma manera podemos proceder con el discurso de la técnica. También, como el de la ciencia, se funda en un rechazo: el del sujeto. Si la ciencia supone un sujeto sin goce, la técnica rechaza al sujeto. De tal modo que la división subjetiva, la del sujeto dividido por el goce (y por el significante) es rechazada por los dos tiempos lógicos de la tecno-ciencia: una rechaza al sujeto del goce y la otra rechaza al goce del sujeto. Veamos qué sucede si disponemos los distintos términos de la estructura de la técnica sobre el discurso del amo, que es lo que corresponde hacer tratándose de la producción de objetos (figs. 21a y 21b).

También en este caso queda vacío el lugar de la verdad, pues lo rechazado es el sujeto. Mientras que en el lugar del plus-de-goce se aloja el objeto técnico que, en tanto objeto, aparece ignorando la dimensión de goce que lo constituye.

Lo que la estructura de la ciencia y de la técnica rechazan, el (a) y el $, al pasar a la palabra, al vínculo social para constituir una estructura propiamente discursiva, retorna. ¿Bajo qué especies retorna lo rechazado? El goce del sujeto y el sujeto del goce retornan bajo la forma perversa del sujeto-amo capitalista. Es la figura que se podría denominar el ego capitalista, el ego que se erige en amo del discurso entronizado en posición de agente. Desde allí comanda el lugar de la verdad, en el cual se localiza el significante amo. Hay que establecer la diferencia con el discurso del amo: el amo no es ningún sujeto ni ningún ego, sino un significante, y, lo que es fundamental, el lugar de la verdad queda preservado, alojándose en él el sujeto.

Ciencia y técnica, en tanto estructuras productivas, dislocan mediante sus rechazos tanto la relación del significante como la del objeto con el goce. Según la posición de la tecno-ciencia, se podría operar en un mundo de lenguaje de tal modo que fuese posible desentenderse de las consecuencias del hecho de hablar. Es la pretensión de operar con el lenguaje y rechazar la inclusión en la estructura del discurso, es decir, no asumir las consecuencias de la manipulación de significantes y objetos: en otras palabras, se pretende ir a la lengua desentendiéndose del sujeto y del goce. No asumir quiere decir que se pretende operar en el campo de la relación sujeto-objeto sin castración. Por eso, la producción de la ciencia y de la técnica aparecen en nuestra época totalmente subordinadas al sujeto-amo, el ego capitalista, que es quien asegura, mediante el perverso rechazo de la verdad de la castración, el ingreso al discurso social, cerrando así el círculo siniestro.

Desde Lacan: Heidegger
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