4. La temporalidad como doble conjetura
En el año 1953 hay una preocupación en Lacan por restituir la historia del serdiciente. En aquella época de su enseñanza establece que conquistar ciertos puntos esenciales de las situaciones de la historia del sujeto no es poner el acento sobre el pasado. Comienza a marcar la diferencia entre historia y pasado. Dice: «la historia no es el pasado, la historia es el pasado historizado en el presente». Ha sido vivido en el pasado y se historiza en el presente. Ya en este planteamiento son evocadas la historia, la historicidad y la temporalidad de Ser y Tiempo. Conservando los términos de presente, pasado y futuro, puesto que son del habla coloquial y están incorporados al lenguaje del psicoanálisis, Lacan comienza a establecer diversas críticas a las confusas formulaciones vigentes en el medio psicoanalítico. Una de las confusiones más generalizada es aquella para la cual la restitución de la historia del sujeto adquiere la forma de búsqueda de la restitución del pasado; en relación a esta búsqueda de restitución del pasado se plantean la cuestión del tiempo y la función de la temporalidad. Si se trata de una restitución de la historia: ¿de qué historia se está hablando? La historia ¿es una sucesión de acontecimientos pasados?
En torno a esta restitución del pasado se abre la función del tiempo en la realización del sujeto. Hay que considerar esta realización del sujeto como una temporalización. Si hay temporalización, cabe preguntarse ¿qué es la temporalidad? ¿El sujeto habita en un tiempo que transcurre fuera de él, en un tiempo que pasa, un tiempo en el que se suceden los instantes? ¿En qué circunstancias es posible revelar esa temporalidad? La posibilidad de revelar esa temporalidad del sujeto es la cura analítica.
La cura analítica revela la temporalidad originaria, es en sí misma la unidad de esta temporalidad. Por eso en esta cura no se puede hablar de pasado, presente o futuro en sentido habitual; una prueba flagrante de ello es el síntoma. Aparentemente hubo unas causas que lo produjeron y que están en el pasado, pero es un pasado que opera en el presente puesto que hay un presentarse del síntoma, a la vez que hay una solicitación desde el futuro que se manifiesta como angustiosa para el sujeto, en la medida que éste no sabe si podrá «dejar atrás» el presente del síntoma. Prueba entonces de que en el caso del pasado no se trata del «ya no es» o del «ha sido», de los cuales uno puede desentenderse.
En el dirigir la palabra a otro, que es como procede el psicoanálisis, el hablante adquiere la capacidad de constituir una historia mediante una rememoración en acto, capacidad que es la historicidad, y que constituye su modo de asumir el futuro. Esta historicidad del sujeto está fundada en la temporalidad, porque el ser del sujeto es su temporalidad, es histórico en el sentido de que es capaz de asumir esta historicidad, esta historización del pasado en el presente, o este presentarse de un pasado historizado. Al igual que en la cura heideggeriana, también estos puntos de historia que se privilegian en esta historización del pasado deben ser tomados como puntos de éxtasis, son éxtasis de la temporalidad del sujeto. No son momentos congelados ni fases que se suceden cronológicamente. Hay que marcar particularmente la diferencia entre las llamadas etapas del desarrollo con esta noción de historia. Esta noción de historia que Lacan encuentra y subraya en Freud forma parte del decir que Lacan se propone para revisar la cuestión de olvido que ha sufrido el psicoanálisis, es decir, la desviación biologista que ha afectado al psicoanálisis en la época configurada por el movimiento de los postfreudianos. La desviación biologista se ha fundado en una pretendida maduración de la líbido, merced a la cual el sujeto atravesaría diversas etapas que se suceden cronológicamente.
¿Qué es lo que Lacan concibe como realización de la historia? En Función y Campo de la Palabra y del Lenguaje dice: «lo que se realiza en mi historia no es el pretérito definido (en el sentido de lo que fue), no es perfecto, no es lo que ha sido en lo que yo soy, es futuro anterior, es lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser»; esta acción venidera que anticipa a otra acción venidera, es la temporalidad que corresponde al sujeto psicoanalítico, en clara resonancia con la fórmula heideggeriana del «adviniendo sido presentando».
Se ha dicho anteriormente que la realización del sujeto en la experiencia analítica es una temporalización. Y la temporalidad que corresponde a dicha temporalización ha quedado expresada en términos de «lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser». Esta ruptura con las nociones cotidianas de pasado, presente y futuro para reemplazarlas por el futuro anterior es el sentido de la cura en Lacan: la cura es la temporalidad del sujeto.
«Lo que habré sido para lo que estoy llegando a ser» se caracteriza por expresar acciones venideras, pues ninguna de las dos acciones ha concluido. «Habré» es una conjetura, un antefuturo de probabilidad o conjetural; hay una acción dudosa o supuesta, «habré», en el pasado, «sido», y relativa a otra acción venidera, también conjetural, porque no es «lo que seré» sino «lo que estoy llegando a ser». Hay una doble conjetura, en el «habré sido» y en el «llegando a ser», lo cual propicia una sensación de interrogación, de que hay algo que no está acabado ni en uno ni en otro extremo de la temporalidad.
«Lo que habré sido» (el pasado conjetural) se hace presente en el punto de inflexión bajo la forma de una preposición, «para». También la conjetura de futuro, «lo que estoy llegando a ser», se hace presente en el «para». Ese «para» inestable, en el cual se hacen presentes el pasado y el futuro, es atravesado por la flecha conjetural en un doble sentido, del pasado al futuro y del futuro al pasado.