XV
Lo expresado hasta aquí intenta sostener que el olvido en su carácter no historizable, en su modo imposible, o es tratado en la lógica de la letra-forclusión o se inclina hacia otra dimensión de lalengua: la que se demora en la retórica de lo indecidible, lo inexpresable, «el don que no da nada», «el olvido que se olvida», etc. ¿Pero no es ésta inaccesibilidad de un exterior que se retira permanentemente, la que da lugar a juegos retóricos que finalmente abren la vía una vez más de una hermenéutica de lo sagrado? Cuando políticamente se apuesta por una práctica con lo real, la deriva antes mencionada debe ser reencauzada en la lógica que le corresponde. Tal vez sea lo que el psicoanálisis puede enseñarle a la deconstrucción.