VI
Este enunciado de Jacques Lacan, en primer lugar, al tiempo que presenta la operación de encuentro entre el símbolo y la cosa, comienza advirtiendo de una «intersección de lo simbólico con lo real», intersección que se da sin «intermediario imaginario», es decir, que lo simbólico y lo real se encuentran por fuera de toda significación «bajo una forma que reniega de sí misma». ¿Qué quiere decir una «forma que reniega de sí misma»? A ese tiempo primero del símbolo pertenece dicha forma, y el renegar de sí misma, implica que no se va a historizar, no va a formar parte de la historia que el símbolo luego va a tramar. Precisamente, porque ha renegado de sí misma, se ha constituido por lo que ha quedado excluido. En otros términos, en el encuentro entre el símbolo y la cosa hay una exclusión primordial que se produce en la intersección entre lo simbólico y lo real. ¿Qué es esa exclusión? De inmediato Lacan aclara que no se trata de una represión, pues la represión no puede distinguirse del retorno de lo reprimido. Primera distinción fundamental que va aproximando a la cuestión del olvido: hay en este primer tiempo del encuentro del símbolo con la cosa un momento de expulsión, momento que queda marcado en el propio símbolo y que debe ser distinguido de lo que ha quedado en el campo de la represión. Hay que subrayar el carácter fuerte de la palabra «forclusión»: mientras lo reprimido siempre retorna, mientras la represión nunca triunfa de modo absoluto, mientras la represión permite que lo reprimido se revele, la expulsión, que es la primera matriz de la forclusión, en cambio, no abre ninguna vía de historización. En el símbolo se dan cita estos dos movimientos de forclusión y represión. Lacan a continuación dará la precisión terminológica de estas cuestiones apoyándose en la lectura de Freud: mientras la represión es la Verdrängung y se designa como un «no quiero saber nada de eso», la expulsión es denominada Verwerfung, que se puede traducir como cercenamiento, expulsión o rechazo. A partir de allí, Lacan afirma que la expulsión es una abolición simbólica sobre la que no se puede formular ningún juicio de existencia. Desde esta perspectiva, habita en el símbolo una marca o huella acerca de la cual no hay medios para poder abrir juicios sobre su existencia. A continuación se indica que esa Verwerfung se opone a la consecuencia fundamental de la emergencia del símbolo, que es la afirmación primordial: la Bejahung. Dice Lacan: «para que de lo real venga algo a ofrecerse a la revelación del ser, o, para emplear el lenguaje de Heidegger, sea dejado ser, es necesario que haya Bejahung. Todo aquello que de lo real se da cita en el símbolo y se presta a la revelación (se deja ser o se dejan ser las cosas en el campo de los significantes) tiene que tener como condición primera la existencia de esta afirmación primordial, de esta Bejahung. Sólo a partir de ella una sola cosa cualquiera puede encontrarse allí como ente».[23] (Los lectores encontrarán en esta interpretación de Lacan sobre la Bejahung y el «dejar ser», un adelanto de lo que en el Heidegger tardío será tematizado a través de la cuestión del «claro del bosque» o Lichtung).
En la emergencia del símbolo hay que insistir en dos cuestiones: por un lado se tiene la Bejahung, la afirmación que va a participar en los destinos de la represión, y a su vez lo que se le opone, lo que ha quedado expulsado y al mismo tiempo marcado como huella de esa expulsión. Se interroga Lacan: «Pero ¿qué sucede con lo que ha quedado cercenado, con lo que no es dejado ser en la Bejahung?».[24] Responde: «lo que ha sido cercenado (Verworfen) de la abertura al ser no volverá a encontrarse en su historia, si se designa con ese nombre el lugar donde lo reprimido viene a reaparecer».[25] Hay aquí una definición sutil de la historia, que alumbra tanto lo que es la expulsión como lo que es la represión. ¿Qué es la historia? El lugar donde lo reprimido siempre aparece. Pero a su vez, debido al encuentro del símbolo con la cosa, hay algo que no tendrá la posibilidad de reaparecer en esa historia y que, sin embargo, ha dejado una huella que no se dice. El primer desafío de pensar (a través de este mito propuesto por Lacan en su respuesta a Hypolitte), en qué consiste un símbolo, se transforma ahora en un pensamiento sobre la huella, sobre la huella-acontecimiento que no se historiza. La historia es el lugar donde lo reprimido siempre reaparece. He aquí una de las dimensiones del olvido: porque hay represión se olvida, pero este olvido, a su vez, bajo una forma transformada por metáforas y metonimias, es posible que reaparezca.