3. Discurso analítico: Nudo
Al caracterizar al síntoma como una intrusión de lo simbólico en lo real —intrusión que no se ha abonado al inconsciente ya que no dispone de una representación en el mismo— surge entonces, inevitable, esta pregunta: ¿cómo plantear al síntoma en su relación con el discurso analítico? Puesto que por el modo de estar comprometido el síntoma con lo real, mal parece prestarse al lazo social que implica el discurso, ¿cómo operar entonces con el síntoma? En síntesis: ¿cuál es el vínculo entre el síntoma que ex-siste al inconsciente y el discurso analítico?
En primer lugar, destaquemos lo siguiente: mientras el síntoma es una componenda entre S1 y a, en cambio la producción de S1 en el discurso analítico (aunque, al igual que el síntoma, sea un significante aislado que no remite a otro) no se confunde con el goce —antes bien, es índice de un vaciamiento de goce que operó el discurso en el objeto del fantasma. Producir un S1 es producir un significante que señala el objeto causa del deseo mientras silencia a los otros significantes. Dicho significante muestra a la causa del deseo en tanto vacío y no como plus de goce. El atravesamiento del fantasma resulta así correlativo de la producción de un significante amo que se efectúa en un sujeto.
Mientras el síntoma es la amalgama del significante y el goce, el discurso analítico logra efectuar un corte que inscribe al sujeto, no ya representado por un significante para otro significante, sino produciendo el significante amo que lo sometía a un goce parasitario. Si el síntoma y el S1 tienen en común no remitir a otros significantes, rompiendo entonces con la lógica inconsciente de la representación —cosa que el síntoma hace petrificando al sujeto—, el discurso analítico interrumpe esta representación en un sentido muy diferente. Lo hace a través de un sujeto que emerge, por un lado en su división, pero enfrentado no a la falta de ser que le imponían los significantes, sino afrontando a su ser en tanto vacío como causa del deseo.
Relación compleja entre síntoma y discurso que no resulta ni obvia ni evidente. No es seguro que el síntoma se inscriba en el discurso analítico, puesto que suele hacer que la vida sea una obra que, planteada a partir de la identificación al síntoma, haga fracasar la verdad. Lacan[71] al interrogarse sobre la relación del síntoma con el arte, afirma que éste implica el fracaso de la verdad del síntoma. Si en los tetraedros del discurso hay algo del síntoma que se impone, eso es la verdad. Situada en el discurso del amo, la verdad es un supuesto en el sujeto «en tanto que, dividido, es aún sujeto del fantasma». En ese estado, el sujeto se representa por S1. Entendemos que lo que Lacan dice en esta lección es que el sujeto dividido, alojado en el lugar de la verdad, se impone como verdad del síntoma.
Y es eso, ese alojamiento del sujeto en el lugar de la verdad como verdad del síntoma, y consecuentemente su división como sujeto del fantasma que se representa por el S1, es todo eso lo que el arte hace fracasar. En consecuencia, Joyce, identificado a lo individual, anuda el inconsciente al síntoma, llevando la verdad de la que éste es portador al fracaso. Queda así desabonado del inconsciente.
Arte, artesano, artificio, son diversos términos que Lacan usa indistintamente a la hora de referirse a estos problemas. Pero también se refiere como artificio a la operación analítica.[72] Lo cual nos lleva de inmediato a preguntarnos si se trata del mismo artificio que en el caso de Joyce, y si los efectos de tal artificio son los mismos, es decir, si después de un análisis, nos encontramos con l.o.m.b.r.e. desabonado de inconsciente, identificado a lo individual. No, ya podemos adelantar que al final de un análisis hay, del lado del sujeto, un analista, en el cual podemos suponer alguna disposición especial hacia la verdad del síntoma, una particular relación con la verdad, es decir, el analista con su acto no hace obra. En El Momento de concluir Lacan expresa que operar con el pensamiento sobre el pensamiento es lindante con la debilidad mental. Él trata de constituir mediante su enseñanza un acto que no sea débil mental.
Años antes, en 1973 Lacan había escrito sobre la necesidad de un decir menos tonto que los de la ciencia, la religión y la filosofía.[73] Un decir menos tonto vinculado al poema que habría que escribir al discurso analítico, en tanto Lacan considera a lo real como más accesible al escrito del poema. Un decir menos tonto que la tontología al uso. («… evita el onto —Toto toma nota, el onto— incluso la ontotautología»).
Este poema a escribir al análisis ¿no tiene que ver con el salto que Lacan da al pasar del discurso al nudo?
«Queriendo mostrar el discurso analítico di con el nudo».[74]