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Así como el agujero y el toro fueron sufriendo a través de los años distintas localizaciones y aplicaciones, hasta llegar a constituir las redes tóricas de los últimos seminarios de Lacan, del mismo modo se mantuvo la preocupación por sostener la diferencia entre estructura y metáfora. Si en 1953 se trataba de algo más que una metáfora, se trataba de la manifestación de una estructura, en 1977 [41] Lacan sostenía la diferencia entre la metáfora y la estructura diciendo que la metáfora está justificada por la estructura.

¿Por qué esta preocupación se prolongó a lo largo de su enseñanza? Respondamos muy sintéticamente a esta pregunta: la metáfora, en tanto es una operación del significante, no puede salir de los efectos de sentido. Y, por definición lacaniana, cuando se produce sentido, lo real está excluido. El sentido se constituye por la exclusión de lo real, por la función de límite que juega lo real. Lo real ex-siste al sentido, quedando éste reducido a operaciones de lo simbólico y lo imaginario. Lacan, con la metáfora, no quiere saber nada. El sentido metafórico no puede capturar lo real. Del mismo modo, Heidegger tampoco quiere saber nada con la metáfora, a la que considera parte esencial de la metafísica. Aun cuando el Heidegger de la vuelta (la «Kehre»), el Heidegger que hemos llamado «de la derrota»,[42] el Heidegger cuya ontología fundamental se encuentra con la poesía disolviendo sus formulaciones en el seno del lenguaje hasta que pierden toda posibilidad de constituir un sistema filosófico, también produzca metáforas en esa traslación. Respecto de las metáforas heideggerianas y de la posición de Heidegger ante la metáfora ha habido en Francia, en la década de los setenta, un amplio debate sostenido fundamentalmente por Jacques Derrida y Paul Ricoeur.[43]

El permanente cuestionamiento de la metáfora, consustancial al psicoanálisis lacaniano, lo hallamos en otros campos: filosofía, lingüística, crítica literaria, incluso en la ciencia. Lacan estuvo inmerso en este problema. Había mostrado a lo largo de 25 años que en el lenguaje las dos operaciones fundamentales son la metáfora y la metonimia. A la vez, había sostenido que los mathemas que había ido produciendo, la escritura del psicoanálisis, no existían por fuera de su decir, que eran polos de dichos. Entonces, ¿cómo no suponer la metáfora en el necesario recurso al habla en la presentación de los mathemas? Presentar la estructura es un decir que implica la letra, el dibujo y la enunciación discursiva. Es imposible transmitir esas escrituras sin recurrir a la palabra, con sus efectos de significación metafórico-metonímicos. Aún cuando Lacan aspirase a un discurso sin palabras, es decir, a lograr transmitir por fuera de los efectos de sentido que promueve la palabra, debió sostenerse en la tensión entre una transmisión por fuera del sentido y una escritura como acontecimiento de un decir. Y esto es justamente la base de que no haya metalenguaje, aunque Lacan confiesa haber intentando crear un metalenguaje en L’Etourdit,[44] experiencia de escritura de la cual dijo: «casi creé un metalenguaje». Pero fue «casi» un metalenguaje, pues el necesario recurso a la lengua «natural» conduce a un hecho incontrovertible: no hay metalenguaje. Aspirar a un discurso sin palabras queda en eso, una aspiración. Proponerse una mathematización total del psicoanálisis sería una empresa descabellada, condenada estructuralmente al fracaso. Lacan, en sus conferencias a los estudiantes universitarios de EE. UU,[45] dijo que él nunca se había propuesto tal mathematización total, sino que había que tratar de que un mínimo del psicoanálisis fuera mathematizable, tratar de establecer ciertos puntos de mathematización. Matematizar todo el psicoanálisis es imposible, porque el psicoanálisis no es una ciencia, en todo caso es «un delirio científico»[46] de allí la permanente aspiración a ser una ciencia.

Retomaremos más adelante esta cuestión, para mostrar de qué modo Lacan avanzó, tanto en su exposición oral como en su escritura por los senderos de la equivocidad, llevando hasta el límite el intento de eliminar, aún teniendo que recurrir necesariamente a la palabra, los efectos de significación.

Desde Lacan: Heidegger
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