Capítulo 26
Intuía que esto pasaría
Al final, el compromiso y no quedar mal con mi hermano primó y superó la idea de desaparecer juntos y disfrutar de un plan sexual más íntimo. Acababa de aparcar delante de la cantina y lo único que mi mente veía era la moto de Thor. Estaba aterrada por la reacción que podía tener. El primer encuentro esa misma mañana había sido demasiado tranquilo y eso no era típico de él.
Sólo esperaba que se comportase con educación y no crease una situación incómoda para todos.
—Pero ¿qué hacéis ahí parados? —nos gritó Aksel al salir por la puerta y vernos a los dos dentro del vehículo.
—Acabamos de llegar —le respondí, aunque no me hizo caso alguno. Se dirigió a Markel, levantó la mano para chocársela y él, tras mirarme y yo encogerme de hombros a la vez que negaba con la cabeza, le chocó la mano y los tres caminamos para entrar en la cantina.
Lo primero que vi fue a Hans, que nos saludó y nos preguntó qué queríamos tomar. Le pedí que nos sirviera tres Mack y nos dirigimos hasta la mesa del fondo del local, donde Assa estaba con unos amigos. Yo aproveché para mirar cada una de las mesas en busca de Thor, pero no logré verlo. Nos acercamos a la mesa y Assa dio un grito al ver a Markel caminar a mi lado.
—No me habías dicho que venía él. —Se dirigió a mí en noruego, para que él no pudiera enterarse de lo que me estaba diciendo, y le contesté en el mismo idioma.
—No lo sabía ni yo, ha sido una sorpresa.
Lo miró y sonreí al recordar el momento en el que lo vi en el aeropuerto y no podía creerme que hubiese venido a verme.
—Encantado de verte de nuevo —nos interrumpió él, dirigiéndose a Assa en inglés.
—Espero que te guste nuestra ciudad y te diviertas mucho —le contestó en un perfecto inglés. El resto de personas que estaban en la mesa comenzaron a hablar también en inglés, para que Markel no se sintiera excluido del grupo.
—Tío, te prometí una buena cerveza y ésta lo es. — Aksel le ofreció un botellín. Él era el único que le hablaba en español. Grete, cuando comenzó a vivir con mi padre, lo aprendió y decidió enseñárselo a Aksel para que pudiera comunicarse mejor conmigo, mientras yo aprendía noruego.
Presento a Markel al resto de chicos para que supieran quién era mi acompañante y les aclaré que era mi novio. Él, al oír mis palabras, me agarró más fuerte a la vez que, con su pulgar, acarició mi mano.
—Veo que te tengo que felicitar. —Esa voz... sabía que no estaba muy lejos y por lo visto acababa de oír que Markel y yo teníamos una relación.
—Thor, no necesito felicitaciones, sólo estar tranquila.
—¿Y por qué no ibas a estarlo? Todos queremos que seas feliz. —Dio un trago como si no pasara nada.
«No pienso contestarle y menos cuando se pone en plan “soy el gallo del corral”. Voy a evitar un enfrentamiento a toda costa, por Markel; no se merece el desplante de nadie. Y por suerte Assa me ha leído la mente, ya que está incitando a todos a brindar por una noche de diversión.»
Todos la animaron, gritaron y bebimos. Observé la cara de Markel y vi que miraba el botellín a la vez que volvía a dar un trago; no cabía duda, le había gustado esa versión de Mack. Aksel le había ofrecido una más intensa y parecía que había acertado.
—¿No tienes hambre?
—Un poco.
—¿Te apetece una hamburguesa completa? —Asintió, me dirigí hacia la barra y le pedí a Hans que nos hiciera dos hamburguesas con patatas; luego volví a la mesa.
Me senté a su lado y di un trago del botellín. Su mano acariciaba mi muslo y yo entrelacé mis dedos con los suyos. Nuestras miradas cómplices no pasaron desapercibidas, pero no me importaba lo más mínimo. No estaba haciendo nada malo.
Assa le preguntó sobre el trabajo y él le explicó que, cuando regresase al día siguiente, le iría mal, muy mal, porqué Javier lo iba a matar. No pude evitar reírme y aclararle que debería haber terminado una novela ese fin de semana, y que no lo había hecho por venir a verme.
Todos gritaron un «ooohhh» y las risas del grupo retumbaron, provocando que el resto de personas que estaban en el local nos mirasen.
—Bueno, bueno... ahora vais a decirme que nunca habéis ido a buscar a una chica que os gusta. —Todos se miraron y asintieron, y volvimos a reírnos.
Hans se acercó y nos pidió por favor que bajásemos el tono de voz, pero todos se burlaron de él y le respondieron que podíamos gritar lo que quisiésemos, pues no había vecinos a los que molestar. Hans asintió y se fue.
Nos había dejado sobre la mesa las dos hamburguesas que le había pedido, y Markel abrió los ojos de par en par al comprobar su tamaño. No cabía duda de que, en Noruega, la cantidad era lo que primaba. Agarré la mía con las manos, la apreté con los dedos y le dije que se iba a enfriar si no comenzaba a comérsela.
Di un gran mordisco y no pude evitar que la lechuga y parte de la salsa cayeran sobre el plato. Cogí una servilleta y me limpié corriendo, pero el dedo de Markel cogió un pequeño resto de salsa de la comisura de mis labios y se lo llevó a la boca, y no pude evitar excitarme.
De pronto el sonido de un botellín me distrajo y miré en la dirección desde donde había partido el ruido. Thor lo había dejado de muy mala gana sobre la mesa al terminársela y, de un grito, le pidió a Hans que le trajera otro.
La música empezó a sonar y el ambiente se animó. Nosotros nos quedamos sentados en la mesa para terminar nuestras hamburguesas mientras el resto se levantaba para bailar y continuar bebiendo en la barra.
La hamburguesa era muy grande y no conseguí terminarla, pero a Markel apenas le quedaban unos mordiscos. Di un trago a la cerveza y le pregunté que qué le parecían el lugar y las personas. Me hizo una señal con la mano para que le diese un segundo para tragar y evitar así hablar con la boca llena, y yo esperé tranquilamente.
Dio un trago a su bebida y me dijo que se sentía muy a gusto, a pesar de que no tenían nada que ver con él, hecho que me hizo reír, pues yo siempre me había sentido igual, fuera de lugar. Pero me aclaró que, para pasar un rato divertido con ellos, no le importaba, que se sentía cómodo.
Sus gritos nos llamaron la atención y los miramos. Assa estaba en medio, bailando, y todos la animaban a continuar; sin duda ella siempre tenía que ser el centro de atención, era lo que más le gustaba.
Necesitaba ir al baño, así que le pedí un momento a Markel y que me dejara pasar, ya que estaba sentada en el interior del banco y para salir tenía que apartarse. Sus manos me indicaron que lo saltase y lo recriminé con la mirada, pero con un «tú misma», volvió a apoyar los codos sobre la mesa para no dejarme libre el paso. Le di un golpe en el brazo y lo obligué a apartar ambos para poder saltar por encima de él.
«Cualquiera que me vea va a pensar que estoy loca, pero, o lo hago, o me voy a mear encima, y no tengo edad como para permitírmelo.»
Me puse de pie y apoyé mis caderas en la mesa para poder pasar por delante de él, pero sus manos agarraron mi cintura y me sentó sobre sus piernas. Su nariz olió mi cabello y sus dientes me mordieron el cuello.
Dibujé una sonrisa tonta al sentir cosquillas con su mordisco, pero sus labios se acercaron a mi oído y, con voz ronca, me susurró:
—Darek no permitiría que te expusieras ante tantas personas; nos pueden ver y estás provocándome.
—Él no me habría hecho venir a este lugar; me habría quitado las llaves del coche y hubiese conducido hasta mi casa, para encerrarme.
—Tarde, ya no sirve de nada pensarlo... aunque puede que Darek venga a buscarnos. —Comprobó la hora que marcaba su reloj de pulsera. Volvió a ponerme de pie y entonces sí logré salir para ir hacia el lavabo.
—Markel —conseguí que me mirase atentamente—, cuando llegue Darek, avísame para irnos a casa, estoy deseando ese reencuentro. —Caminé contoneando mis caderas, siendo consciente de que me estaba observando con total atención.
No me giré, pero sabía que su entrepierna se había endurecido, que tenía ganas de levantarse e irse... y yo estaba deseando que me obligase a ello. Nunca había jugado con nadie tanto como con él y por ello me excitaba tanto.
Entré en el aseo y me miré al espejo. Mis rizos eran un desastre, pues estaban descontrolados, pero mi cara brillaba, estaba sonrosada; me gustaba cómo el color ilumina mi tez. Entré en uno de los baños y oí que se abría la puerta de la entrada de los servicios, pero no parecía que luego usaran el baño contiguo. No le di importancia, ya que pensé que seguramente se trataba de alguna chica que había entrado para mirarse al espejo.
Abrí la puerta con una mano a la vez que me subía la cremallera del pantalón. Cuando di un paso para salir, una mano me agarró del brazo y me obligó a retroceder, por lo que caí sentada, mis muslos sobre el retrete, sin escapatoria.
—¡Qué estás haciendo aquí, déjame salir inmediatamente!
—Dime que no te gusta que te domine.
—Olvídame, Thor, hace mucho que no quiero nada de ti.
—¿Quieres que invite a tu amiguito al juego? —Lo miré sin entender nada, ¿qué diablos estaba diciendo?—. Sé que os gusta el sexo duro y compartido...
—Pero ¿quién te crees que eres para hablar así de nosotros?
—No lo niegues, te acabo de oír. Esperas a un tal —pensó unos segundos antes de hablar—... Darek, así lo has llamado. Creí que serías la madre de mis hijos, por eso volví, pero eres una depravada.
No pude evitarlo y le di una torta en toda la cara; se la di tan fuerte que me dolía la palma de la mano, pero se lo merecía por imbécil, por escuchar conversaciones ajenas y por hablar más de la cuenta. Pero ¿quién se creía que era para hablarme como lo estaba haciendo?
—O me dejas salir o grito.
—Mejor que venga tu amigo a sacarte, si tiene huevos de enfrentarse a mí.
—Eres un neandertal, Thor, no sé cómo no lo vi antes.
—Pues este neandertal te ponía a cien... me rogabas que continuara, que te diera duro. Te encantaba que, de buenas a primeras, te empotrara en este baño, como ahora mismo. —Me miró de arriba abajo unos segundos sin decir palabra alguna—. Dime qué ha cambiado.
—Yo he cambiado, ya no quiero nada de eso.
—Quieres más, no te basta con un hombre; eres una puta.
La voz de Aksel llamándome me alivió. Lo llamé y Thor le pidió que se largara, pero él golpeó la puerta hasta que consiguió abrirla. En un descuido de Thor, corrí hacia Aksel, que me abrazó sin entender nada. Recobré el aliento apoyada en su pecho, como nunca antes había hecho.
—Dime que te gusta más él que yo, que lo que él te da te pone más de lo que yo te he puesto siempre. Dime que lo que dice la gente es cierto y eres una cualquiera.
—¡Sí, sí y sí, a todo, sí! —grité mientras mis lágrimas recorrían mis mejillas.
Thor salió corriendo por la puerta del baño.
Miré a Aksel y ambos nos entendimos con la mirada. Salimos corriendo tras él, pero caminar entre las personas que estaban bailando y tomando algo resultaba difícil, pues nos impedían el paso... pero Aksel no estaba dispuesto a que llegase hasta Markel. Sabía lo que era capaz de hacerle debido a la rabia que sentía en ese momento.
En cuanto tuvo la oportunidad, se lanzó sobre él, cayendo ambos al suelo. La gente se apartó de ellos, quienes empezaron una lucha encarnizada a base de puñetazos el uno al otro, como hacía mucho tiempo que no había visto.
Corrí hacia Markel, que estaba impactado por lo que estaba viendo, y le pedí que nos marchásemos lo antes posible; él se negó, no quería dejar a Aksel en medio de una pelea... pero no tenía la menor idea de que todo era porque Thor quería pegarle a él, y no sabía cómo detener lo que tenía claro que iba a ocurrir.
Volví a pedirle a Markel que nos fuéramos y él me hizo a un lado para poder correr hacia ellos. Me llevé las manos a la cara, sabía que Thor le iba a pegar sin escrúpulo alguno; era un bruto leñador que estaba acostumbrado a sobreesfuerzos, al contrario que Markel, que era un chico de ciudad. Dudaba de que se hubiese peleado alguna vez en la vida, al menos, de la forma en que lo hacía Thor.
No podía perder más tiempo, tenía que solucionarlo de alguna forma. Corrí hasta ellos e intenté separarlos, pero Aksel tenía agarrado a Thor del cuello a la vez que éste tenía agarrado a Markel por el cuello del jersey.
Me agaché para soltar la mano de Thor y éste respondió dándome una patada en la cara que me hizo caer al suelo; inmediatamente sentí que me caían mocos, pero, al pasar una mano por mi nariz, vi que era sangre. Aun así, tenía que ayudarlos... Assa me agarró y me dijo que estaba loca, que no me acercara a ellos, que se matasen solos.
Markel le propinó un derechazo a Thor en la nariz con el que, si no se la partió, poco le faltó, y me quedé paralizada. Lo agarró del cuello, por dos puntos muy concretos, y Thor quedó como inmovilizado. Aksel se separó al instante, sin entender qué estaba sucediendo... los miró primero a ellos y luego a mí, y yo me lancé sobre Markel para pedirle que lo soltara.
Thor no respondía, no intentaba liberarse. Cuando los dedos de Markel comenzaron a dejar de presionar, éste se movió e intentó defenderse, pero le volvió a dar un puñetazo y Thor yació en el suelo.
—Vete, no quiero que te acerques a mi novia o a su hermano en la vida. Si lo haces, te arrepentirás. —Thor asintió y, sin entender nada, se arrastró hasta apoyar la espalda en la barra y se agarró el cuello, intentando recobrar la respiración.
Yo estaba petrificada entre ambos. Thor sangraba por la nariz y Markel tenía el puño lleno su sangre. Aksel, que estaba tirado en el suelo al otro lado, estaba paralizado y tenía un ojo muy hinchado, apenas podía abrirlo.
Apareció la policía, con Hans, y éste les pidió que nos echaran del local. Tenía toda la razón del mundo, habíamos formado un espectáculo que ni en las películas del Oeste. Markel me miró y, al verme, corrió hacia mí, preocupado.
—Dios mío, Dunia, te sangra mucho la nariz. ¿Estás bien? —Corrió hacia una de las mesas en busca de papel—. Cariño, contéstame, dime que te encuentras bien, tienes demasiada sangre en la camiseta. ¡Aksel, joder, ayúdame! —No vi nada más, sólo sentí que me mareaba, no sabía qué me pasaba, no oía nada, ¿por qué todos estaban en silencio?
—Hija, por favor... dime algo, no puedo verte así más tiempo.
«Te oigo, ¿por qué no puedo contestarte? ¿Por qué no me oyes? Te estoy llamando, papá. Me aprietas mucho la mano, me haces daño... Oigo un pip, no sé qué es, pero me molesta, me duele la cabeza. No veo nada, quiero abrir los ojos, pero no soy capaz. Me estoy poniendo nerviosa, necesito que me oigan, ver qué sucede... pero estoy muy cansada, las voces se alejan, apenas las percibo... Ya no oigo nada, no logro recordar...»
Moví los dedos lentamente, porque me dolían, los tenía medio dormidos. Abrí los ojos y todo estaba blanco... poco a poco fui viendo mejor. Alcé la cabeza y comprobé que estaba tumbada en una camilla, en un hospital. ¿Qué hacía allí? Oí unos pasos que se detuvieron al instante.
—Enfermera, enfermera, ya ha despertado —oí gritar a Markel; lo vi desaparecer y luego volver a entrar—. Dunia, ¿cómo te encuentras?, no te muevas.
—¿Que me ha pasado? —pregunté en voz baja. Me sentía débil y mareada.
—Recibiste un golpe fuerte y te desmayaste, llevas toda la noche sedada.
Estaba confundida, aún no sabía qué había ocurrido exactamente. Empezaron a entrar varias enfermeras, que comprobaron los monitores y las bolsas que colgaban de las barras de los lateras de la cama.
—¿Dónde están mis padres?
—Están arreglando el tema del pago en recepción; ahora mismo vienen, no te preocupes por nada.
Me cogió una mano y se la llevó hasta los labios para besármela con mimo, con sumo cuidado. Sus ojos estaban llorosos, pero me sonreía.
Oí la voz de mi padre y Markel se giró para recibirlo. En cuanto me vio despierta, se le empezaron a caer las lágrimas. Markel se puso al otro lado de la camilla, para que mi padre pudiera saludarme. Repitió varias veces «gracias» y me preguntó cómo estaba. Me besó la frente e intenté decirle que estaba bien, que no debía preocuparse.
Aparecieron Grete y Aksel y vi que éste tenía un ojo inflamado; mucho, a decir verdad. Apenas podía abrirlo y lo tenía amoratado. No pude evitar preguntarle cómo estaba y él me contestó que no era nada, que en peores se había visto. Grete no lo dudó y le dio una colleja al instante, indignada por lo que acaba de decir.
—Mira que me has asustado; al final tendré que odiarte, hermanita.
—Aksel, por favor.
Markel se rio y negó con la cabeza, pero ambos se miraron y la complicidad que vi entre ellos me emocionó. Comencé a recordar lo sucedido, la pelea en el bar, la patada de Thor y mi caída. Los golpes de Markel a Thor y a él, quieto. Recordé que Markel se asustó al verme y ya no era capaz de acordarme de más. Intentaba hacer memoria, pero en vano.
Les pregunté qué había ocurrido y me explicaron que perdí mucha sangre y me desmayé, pero que me habían hecho pruebas y, por suerte, no tenía ningún golpe grave. Cuando me dijeron que llevaba en observación toda la noche, mi mente sólo pensó una cosa, Markel se tenía que ir.
—¿Qué hora es?
—Las tres de la tarde —respondió automáticamente mi padre.
—Markel, tu vuelo.
—No pienso irme estando tú en el hospital.
—Tienes que hacerlo; por favor, es tu trabajo. —Lo miré con cara de ruego—. No estoy sola, ya lo ves. —Negó sin querer mirar al resto de los presentes, que estaban observándolo, atentos—. Por favor, debes irte.
—No me pidas que me vaya... ¿cómo voy a irme así?
—Muchacho, ella estará bien. Soy su padre, y voy a hacer lo que esté en mi mano para que esté lo mejor posible.
—Termina el trabajo y regresa, o iré yo. No lo sé, pero debes irte y terminar la novela, hoy es tu último día.
Markel repitió «no» varias veces, y salió de la habitación con la mano metida en su cabello. Mi familia me miraba sin saber muy bien qué hacer, pero Aksel no lo dudó y salió tras él. No podía permitir que Javier rescindiera ese contrato por mi culpa, eso sería lo último que me gustaría que ocurriera. No me lo podría perdonar nunca.
Les expliqué a mis padres lo que sucedía y ellos me dijeron que pensaban del mismo modo que yo: nada podía anteponerse al trabajo, y menos una novia que residía a miles de kilómetros, en una relación sobre la que nadie estaba seguro de que acabáramos juntos o no. Tenía que convencerlo, pero apenas quedaba tiempo, debía irse a mi casa a recoger sus cosas y partir.
Le rogué a Grete que hablase con él; ella sabía ayudar a las personas y conseguir que vieran lo que realmente debían hacer. Mi madre se resistió, pero, tras insistir y suplicar, accedió a intentarlo. Nos quedamos mi padre y yo solos en la habitación y aprovechó para preguntarme qué había ocurrido. Aksel no le había explicado nada, por lo visto.
No quería mentirle, así que le explique que Thor oyó una conversación, la malinterpretó y quiso pegar a Markel, confundido por unas palabras que no eran nuestras, sino de los personajes de nuestra novela. Al conocer lo sucedido, se llevó las manos a la boca y negó con la cabeza bastante enfadado.
Me explicó la versión de Aksel y comprobé que no tenía nada que ver con la mía; se había atribuido la culpa de todo, y eso era muy extraño en él. Sobre todo porque la culpa había sido sólo mía... y él solía aprovechar cualquier oportunidad para atacarme. Esta vez, sorprendentemente, no había sido así.
Mi padre me preguntó si algo de lo que le había contado él era cierto y negué rotundamente. Intenté que comprendiera que quería a Markel, que lo que sentía por él era diferente a lo que siempre había sentido por Thor, y éste me besó la frente sonriente.
En ese momento, Markel entró en la habitación junto a Grete. Ésta le pidió a mi padre que saliese para ayudarla en algo. Yo sabía muy bien que lo que quería era que estuviésemos a solas, para poder hablar, y se lo agradecí enormemente.
—Markel, por favor.
—No me puedes pedir esto. —Miró por la ventana—. ¿Crees que voy a estar tranquilo, a miles de kilómetros de ti?
—Eso es una relación a distancia.
—¡Pues vaya mierda!
—Por favor, debes irte.
Caminaba de un lado a otro, inspiraba y expiraba de forma brusca, y no dejaba de tocarse el pelo. Podía imaginar cómo se sentía. Apoyó los codos en la camilla y me senté para poder hablar con él, para que viera que no estaba tan mal. Sólo había sido un susto y en pocas horas estaría en mi casa, descansando.
—No te muevas tanto.
—Estoy bien, de verdad.
—Descansa o te aseguro que no me iré a ningún lado. —Se acercó a mí y me colocó mejor la almohada para que pudiera estar más cómoda sentada. Pulsó un botón y elevó la parte superior de la camilla para poder mantener la postura sin necesidad de esfuerzo—. Joder, Dunia, no me hagas esto. No soy capaz de irme así.
Cogí su mano y tiré de ella hasta que conseguí que se sentara a mi lado. Acaricié su mejilla y lo obligué a mirarme. Me estaba leyendo la mente, tenía claro que sabía que se lo estaba suplicando, aun sin decirle palabra alguna.
—Me voy con una condición. —Me miró desafiante—. ¿Qué diablos ha ocurrido con Thor? Y no quiero mentiras.
—¿Ahora? —Asintió serio—. Thor nos oyó hablar y creyó que estábamos esperando a Darek en mi casa... para una orgía, por lo visto. —Sus ojos se fueron abriendo sin creer lo que realmente había causado la pelea—. Vino al servicio a recriminarme en lo que me había convertido y, evidentemente, te culpó a ti. Salió del baño para pegarte, pero Aksel intentó que no llegara a ti, pues sabe lo bruto que es Thor y temió que pudiera hacerte daño.
—¿Os habéis dado cuenta de que sé artes marciales? —Se rio, desvelando un secreto que por desgracia había descubierto un poco tarde.
—Ahora ya lo sé; me hubiera evitado el golpe si lo hubiera sabido antes.
—Ese chico es demasiado impulsivo e imprevisible. No estás segura cerca de él.
—A mí no me va a hacer nada, lo conozco demasiado bien.
—No te acerques a él, por favor. —Asentí para tranquilizarlo, y él pegó su frente a la mía y me dio un tierno beso en los labios con miedo de hacerme daño. Pero yo necesitaba sentirlo... y lo besé con más pasión. Introduje mi lengua en su boca y la enredé a la suya. Ladeé la cabeza y nuestras narices chocaron, provocando que me apartase al dolerme ese pequeño roce.
—Ten cuidado, Dunia.
—No sabía que me dolía. —Me llevé una mano allí y noté la inflamación, que comenzaba en el tabique y se expandía hasta las cejas—. Dios, tengo que estar horrible. —Cerré los ojos, resignada.
—Eres preciosa.
—No seas mentiroso —oí la voz de Aksel a mi espalda—. Estás peor que nunca, hermanita, y mira que siempre te critico, pero tú no te has visto hoy.
—¿Tú has visto tu cara?
Asintió como si nada y le preguntó a Markel si lo acercaba a mi casa o no. Éste me miró hecho un mar de dudas y yo asentí sonriente. Tenía que hacerlo, daría lo que fuera porque pudiera aplazar el trabajo, pero era muy consciente de que esa vez no era posible y debía regresar a Madrid.
Por fin dijo las palabras que llevaba un rato esperando oír. Confirmó que se marchaba, me miró y me besó en los labios, y me volvió a preguntar si estaba segura. Asentí, necesitaba que lo hiciera.
Vi cómo, paso a paso, se alejaba de mi cama en dirección a la puerta y fui consciente de que no sabía cuándo volveríamos a vernos. Mis ojos se empañaron, llenos de lágrimas, cuando de pronto alguien entró corriendo... era él.
—Recuerda que te quiero y que voy a venir a buscarte. No me vas a pedir que me vaya: vendrás conmigo y no habrá un no como respuesta.
—Te quiero. —Me besó y lo abracé. No pude evitar que se me saltaran de nuevo las lágrimas y éste me las secó, amenazándome con no coger el avión.
—Joder, tío, al final perderás el vuelo.
—Va, vete con Aksel, por favor.
Me dio otro beso en los labios y me dijo que me llamaría en cuanto tomara tierra. Ambos salieron por la puerta y desaparecieron. Me sentí vacía, como si supiera que no iba a verlo más, pero me negué a pensar algo así. En cuanto estuviese recuperada, iría a verlo. Aún no sabía cuándo, ni cómo, pero iría.
Mi padre entró a la habitación y me abrazó, sin decir nada más. Eso fue suficiente como para que empezara a llorar, jadeante. Jamás pensé que separarme de él me iba a afectar tanto y tenía claro que apenas se había separado de mí unos metros. Mi padre me respetó y no me dijo nada; me abrazó más fuerte y me preguntó si necesitaba algo.
Yo negué sin hablar, sólo quería que me abrazase.
Oí la voz de mi padre y me desperté. Lo miré y vi que estaba hablando por teléfono, intuí que con Grete, por el tono de la conversación. Le estaba explicando que aún no me había despertado desde el día anterior y que no se preocupara, que los médicos decían que era normal que durmiera tanto.
Estaba esperando a que finalizara la llamada para poder pedirle un vaso de agua; sentía la garganta y la boca resecas, apenas tenía saliva que tragar. Se dio la vuelta y me vio observándolo; automáticamente informó a Grete y le pidió unos minutos, diciéndole que luego la volvería a llamar. Le mandó un beso y colgó.
—Papá, no sabes lo feliz que soy viéndote tan enamorado.
—Ésta es mi chica de siempre. Estás recuperándote, no cabe duda.
—¿Me acercas la botella de agua? Estoy sedienta.
—Claro. —Caminó rápidamente hasta la mesa que había a los pies de la cama y vertió el contenido de la botella en un vaso de plástico. Me lo entregó y me advirtió que bebiera poco a poco.
Así lo hice: di pequeños sorbos hasta que me sentí satisfecha. Miré la luz que entraba a través de la ventana y me di cuenta de que era de día de nuevo. Cogí mi teléfono, que descansaba sobre la mesita que había justo a mi derecha, y vi que tenía mensajes del chat de Facebook sin leer. Después comprobé las llamadas y vi que había varias de Markel, todas ellas contestadas.
—Espero que no te importe, pero el muchacho estaba preocupado.
—¿Cómo me voy a enfadar? Gracias, papá.
—Voy a comprarme un bocadillo y vuelvo, que desde anoche no me he movido de aquí.
—Ve, no te preocupes.
Abrí el chat y leí los mensajes de Markel.
Markel: Estoy esperando para embarcar; dime que no lo haga y volveré a tu lado.
El corazón me dio un pequeño pinchazo al pensar que no le había contestado, y supuse lo que habría imaginado él al no obtener respuesta. Pero no había sido intencionadamente. No recordaba cuándo me había dormido.
Markel: Ya embarco, te escribiré cuando aterrice. Te quiero, y no te lo digo por decir.
Sonreí como una adolescente al leer sus palabras; sentía lo mismo que él, y se lo diría una y mil veces.
Markel: Ya he llegado. Por favor, dime que estás bien.
Era el último mensaje que había recibido; comprobé las horas de las llamadas y comprendí que me lo había mandado justo antes de hablar con mi padre. Él debió de explicarle que estaba descansando y que por eso no le había contestado a ninguno. Esperaba que eso le hubiese tranquilizado... y que no creyera que no había querido hablar con él; eso sería lo último que desearía.
Cogí mi teléfono y no esperé más, necesitaba escribirle, decirle que me acababa de despertar, que no había podido responderle antes y que yo sentía lo mismo que él. Que sólo deseaba recuperarme para poder viajar y verlo de nuevo.
—Hola, mi vida, ¿cómo te encuentras? —La voz de Grete consiguió distraerme de la intención de escribir el mensaje.
—Mejor, creo que he dormido más que nunca.
—Eso no lo dudes, ayer no me pude ni despedir.
—Lo siento...
—No digas tonterías, lo importante es que estás bien. ¿Ibas a escribirle a él?
—Sí.
—Ten prudencia con las decisiones, cariño; no quiero que te arrepientas por decir cosas que no podréis cumplir ninguno de los dos.
—Soy consciente de la dificultad que supone la distancia... pero me gusta mucho, más de lo que yo creía.
—Lo sé, me lo dice tu mirada, tu sonrisa. Pero no quiero que sufras, como ya lo hiciste meses atrás. —Sabía perfectamente a qué se refería y no pensaba caer nunca más tan bajo por un hombre.
Era una de las pocas cosas que tenía claras en la vida. Pero sabía que, con Markel, iba a ser diferente, él lo era. Creía en cada una de las palabras que me había dicho y ninguna era en vano, porque pensaba que las cumpliría una a una.
Lo que menos podía esperar era que, en ese momento, entrara Thor por la puerta. Su cara estaba destrozada completamente, nunca lo había visto tan golpeado como esta vez. Pero, en el fondo, se lo merecía. Grete le pidió que se marchase, le dijo que yo debía descansar, pero le pedí que nos dejara solos. Iba a dejarle las cosas claras y esperaba que lo captara a la primera, porque no iba a tener la oportunidad de escuchar mis palabras una vez más.
—Estaré fuera; como te atrevas a algo, te arrepentirás.
—No pienso hacerle nada, por favor... nunca lo haría.
—¿Qué quieres? —los interrumpí para que no discutieran.
—Siento lo que ha ocurrido... No soy nadie para meterme en tu vida, sólo espero que sepas lo que estás haciendo. Todo el mundo habla y me entristece que hayamos terminado de este modo.
—Voy a ser más sincera que nunca. Sólo te pido que me escuches y luego te marches. —No me respondió; asintió y se dirigió hacia la ventana, para mirar a través de ella—. No me gustan las relaciones abiertas con terceras personas, eso que te quede claro. Markel es mi compañero, hemos escrito una novela erótica y lo que hagamos en nuestra vida real o en la ficción es nuestro problema. No pienso consentir que me juzgues. No te lo mereces...
—Dunia, yo...
—Cállate, por favor —lo corté con rotundidad, pues sabía que, si continuaba, no iba a permitir que permaneciera por más tiempo en la habitación—. Estoy enamorada de él porque me da algo que tú no supiste darme. Él es el hombre que me puede hacer feliz día a día, no solamente en la cama. Sólo espero que me respetes, del mismo modo que hice yo contigo, cuando decidiste marcharte.
—Siento el golpe que te di, no sé ni cómo ni cuándo fue... Y, no te preocupes, que no voy a entrometerme en tu vida. No quería hacerte daño, sólo quería decírtelo.
Del mismo modo como había entrado, con las manos en los bolsillos y cabizbajo, desapareció de la habitación. Grete entró al instante y me preguntó si estaba bien.
Le confirmé que lo estaba y, más que eso, que estaba mejor que nunca. Por fin pensé que había cerrado algo que permanecía latente día a día. Ahora podría mirar por mí, por mi presente y mi futuro, sin sentir miedo de lo que dirían o hablarían los demás.
Grete se sentó en el butacón y cogió una revista de su bolso para disponerse a leer, así que aproveché para enviar el mensaje que momentos atrás debía haber enviado.
Espero que no estés molesto conmigo por no contestar antes, pero ni siquiera recuerdo el momento en el que me quedé dormida... aunque tengo claro que no te hubiese pedido que vinieras de nuevo al hospital. Espero y deseo que hayas terminado la novela.
Por mí no te preocupes, me encuentro perfectamente dentro de la situación en la que estoy; ojalá me visite el médico y me deje ir a casa.
Te quiero, y no te lo digo por decir, estoy deseando verte de nuevo.
Envié el texto y esperé unos segundos a que apareciesen las marcas dobles en azul, señal de que lo había leído, pero no fue así. Dejé el móvil en la mesita y miré el cielo que se veía a través de la ventana; estaba blanquecino y apagado, igual que yo.