Capítulo 7

 

Centrada en lo realmente importante

 

 

El capítulo que Markel había escrito seguía la línea de lo que yo pretendía demostrar: la unión que ciertos juegos sexuales conseguían en las parejas, el mimo y el cuidado que se tenían el uno al otro durante éstos y la confianza que Chloe necesitaba sentir para poder dar el máximo de ella misma. No podía negarlo, era un gran escritor; me transmitía tanto a través de sus palabras que me veía dentro de la historia mientras la leía.

Me tocaba a mí. Su capítulo terminaba con los personajes exhaustos, tras horas y horas de sexo apasionado, hasta quedarse dormidos abrazados, sintiendo el calor de sus cuerpos unidos. Miré el ordenador mientras observaba el documento en blanco, sin una letra, hasta que mis dedos empezaron a teclear las primeras palabras del nuevo capítulo.

 

Chloe estaba tendida sobre el pecho de Darek, mientras sus dedos formaban espirales torneando el pezón de éste. Ambos continuaban dormidos, pero su mente les traicionaba inconscientemente, regalándose caricias.

El sonido de un timbre hizo que Chloe abriera un ojo. Se reclinó atenta, dudando si realmente habían llamado o no a la puerta. No era su casa; por tanto, no estaba segura del sonido que emitía el timbre. Negó con la cabeza al no oír nada más y pensó que lo habría soñado... pero no, otra vez estaba sonando. Se puso de pie delante de la cama y lo miró. Estaba profundamente dormido, tanto que parecía un ángel; su rostro estaba relajado y el enrojecimiento de sus mejillas le hicieron recordar lo ardiente que se había comportado con ella horas antes... pero un estruendo, al dejar pulsando el timbre, consiguió enfurecer a Chloe.

No sabía quién era el inoportuno que se había presentado. Darek le había dicho que no esperaba a nadie en varios días. Agarró la camisa de éste y se la abrochó, tapando su cuerpo hasta la mitad de sus muslos, para no dejar ver la desnudez que se escondía bajo aquella prenda azulada que desprendía el olor de su amante.

Caminó con pasos cortos y acelerados para que dejaran de llamar, y abrió la puerta sin mirar por la mirilla, ni preguntar. Se encontró a una joven de la misma edad que ella, muy delgada, casi en los huesos. Chloe miró su azabache cabello, sus ojos negros, sus pecas, que alteraban el tono claro de su tez, y llegó a sus hombros, sopesando cada uno de los huesos de los que se componían. No pudo evitar sentirse triste por aquella chica. Tras volver rápidamente en sí, le preguntó qué necesitaba. Ésta, de muy malos modos, gritó el nombre de Darek mientras de un manotazo empujaba a Chloe contra la pared y se autoinvitaba a entrar en el salón.

Sorprendida por tan mala educación, permaneció apoyada en el marco de la puerta con los brazos en jarra, esperando a que Darek, que se había despertado al oír los gritos de aquella desconocida, llegara hasta ellas.

Oyeron unos pasos secos y ruidosos que se aproximaban, y Chloe no pudo evitar reírse al ver que éste aparecía corriendo mientras sus manos colocaban en su lugar los bóxers blancos que tapaban su masculinidad.

Chloe lo miró con las cejas enarcadas y en la misma posición, mientras éste dirigía la mirada a la muchacha, no tan desconocida para él. La furia que se instaló en el ambiente le pareció divertida, así que se acomodó en una silla, y los observó muy atenta. Darek le preguntó por qué había ido a su casa y la reprendió, pues ya no quería saber nada de ella y añadió que no era el mejor momento para hablar.

Ella miró a Chloe enfurecida y no dudó en dedicarle tres sandeces... pero no la conocía, y lo que menos iba hacer era amilanarse, así que Chloe respondió a tal agresión verbal lanzándole un jarrón que había sobre la mesa, haciéndolo añicos cuando golpeó su delicado hombro y acabó aterrizando en el suelo. Él la miró sorprendido, pero ella no iba a dejar que nadie la insultara y menos aquella delgaducha a la que apenas sostenían sus huesos.

Darek gritó «Noelia, para», pero no le hizo caso, continuó insultando a Chloe, pero ella era más lista y no dijo ni una palabra. Permaneció inmóvil en la silla, con una sonrisa plasmada que consiguió que la otra enfureciera más, si eso era posible. Darek, tras gritarle y dejarle claro que no quería volver a verla, la agarró del brazo y la acompañó hasta la puerta, que cerró a su espalda sin darle opción a réplica.

Chloe se levantó y fue directa a la cocina en busca de una escoba para limpiar el desastre que había formado, pero no logró encontrarla. Suspiró mientras pensaba dónde diantres podía estar la dichosa escoba, cuando oyó los pasos de él detrás de ella.

Él recriminó su acto, pero ella le dejó muy claro que no iba a consentir que nadie le insultara. Darek comprendió su forma de actuar y le pidió disculpas por lo sucedido; su tono era de resignación, pero Chloe era curiosa, quería saber más. Le preguntó directamente y él negó con la cabeza, mirándola fijamente; no contenta con la negativa, cruzó los brazos a la vez que enarcó una ceja, mostrando su disconformidad.

Chloe se sentó, cruzando las piernas de forma lenta y pronunciada, dejando ver qué se escondía debajo de aquella camisa y consiguiendo que los ojos de Darek se abrieran como platos y su pene despertara en ese instante. Pero ella negó con un dedo mientras chasqueaba, corroborándole que, antes, debía explicarle algo más.

Él negó nervioso, necesitaba tocarla, besarla, lamerla y, cómo no, penetrarla como nunca antes había hecho con ninguna otra. Pero respiró hondo intentando desviar su mirada, que se dirigía insistente hacia sus muslos, que se movían lentamente rozándose uno con el otro, excitándolo de un modo especial, hasta el punto de llegar a nublarle el juicio.

 

—Hasta yo estoy excitada —me dije justo después de poner el punto y final al capítulo. Guardé el archivo y abrí la pantalla del chat de Markel. Dudé en escribirle; por un lado, estaba deseando contarle que ya lo había terminado, pero, por otro, no quería que pensara que era una pesada que no lo iba a dejar en paz.

Fui hacia la cocina y, tras llenar un vaso de agua, me lo bebí de un solo trago; lo dejé sobre la encimera dando un fuerte golpe sobre la misma, sin darme cuenta. Obviamente narrar aquella escena me había recordado a Thor; no tenían nada que ver una con la otra, pero yo sí les encontraba la similitud. Me sentía mal por lo que había ocurrido con él, pero sorprendentemente era la primera vez que no estaba desolada ni llorando como en otras ocasiones.

Volví frente a la pantalla, indecisa sobre qué hacer, así que negué y abrí mi cuenta de correo electrónico. Leí cada uno de los emails y los contesté todos. Luego abrí mi perfil de Facebook y me dediqué a actualizar el estado, mirar notificaciones y compartir información. Abrí el chat y escribí un «Holaaa» a Esther, pero nada, no contestó. De repente, una ventana emergente me avisó de que alguien me estaba escribiendo; cuando comprobé quién era, la comisura de mis labios se curvó en una sonrisa.

 

Markel: Veo que te evades del deber, Hechicera.

Dunia: Te confundes, he terminado.

Markel: Fantástico, estoy deseando continuar.

Dunia: Aún no te lo he enviado.

Markel: tic... tac... el tiempo es oro.

 

No pude evitar reírme a carcajadas; tenía un humor tan especial que conseguía arrancarme risas mirando la pantalla como si estuviera loca. Abrí el archivo, lo revisé una vez más y se lo envié.

Tenía tanta curiosidad por saber si lo había recibido que permanecí mirando la pantalla del ordenador hasta que por fin apareció el estado «escribiendo». Mis dedos no paraban quietos, presionaban las teclas sin llegar a escribir, hasta que por fin me comentó lo que había leído. Le había sorprendido, no esperaba una ex novia, y menos la reacción de Chloe, pero, por sus palabras, le había gustado la idea; eso consiguió alegrarme y animarme a seguir superándome con la historia.

Sin embargo, una frase me dejó helada: de pronto me preguntó si un ex novio había aparecido en mi casa. Por unos instantes permanecí sin contestar, hasta que volvió a escribir.

 

Markel: Antes me has dicho que ibas a utilizar lo que te había pasado.

Dunia: Buena memoria.

Markel: Los detalles son la esencia de un escritor, así que doy por hecho que es lo que te ha ocurrido.

Dunia: Ni confirmo, ni desmiento.

Markel: Interesante... Voy a continuar.

 

Me despedí de él mientras pensaba en cómo podía ser que una persona tan pedante y con un humor tan especial por momentos se volviera tan detallista y atenta. Y lo peor de todo era que ya comenzaba a saber cómo era sin conocerlo, o al menos eso creía... ya que era muy consciente de que, en las redes sociales, resultaba muy fácil mentir y manipular para crear una personalidad determinada.

No quise darle más importancia de la que debía, así que apagué el ordenador y me dirigí al sofá a leer un rato; aún quedaba mucha noche por delante, y tenía que esperar que me enviara su capítulo para poder continuar. No podía hacer previsiones acerca de cómo seguir la narración, ya que, según lo que él escribiera, todo lo ideado no serviría para nada.

Ya no quedaban muchas páginas de la historia, teníamos un número marcado y comenzábamos a acercarnos, así que pronto terminaríamos la novela y cada uno volvería a su rutina.

Abrí el libro y, cuando estaba leyendo las primeras palabras, alguien llamó al timbre, consiguiendo que soltara un par de improperios. No esperaba a nadie, últimamente sólo recibía visitas inesperadas, y resultaban no ser muy agradables. Mientras caminaba hacia la puerta, suplicaba mentalmente que no fuera Thor, no quería volver a encontrarme con él; ya había decidido que no deseaba estar a su lado, aun sabiendo que cabía la posibilidad de que, al verlo, babeara como siempre.

Al abrir, me encontré a Assa con un par de amigas, esperando en la entrada; estaban paradas mientras se frotaban las manos y daban pequeños saltitos a causa del frío que hacía aquella noche. Me aparté y les cedí el paso para que pudieran entrar. No tenían que decirme nada, sabía las intenciones de las chicas y, aunque no tuviera ganas de salir, necesitaba desconectar un poco.

Las acompañé hasta el salón y dejé que me convencieran, aunque no tenían por qué, pues hubiese ido con ellas de todas formas, pero ver sus caras mientras casi me suplicaban resultó lo más divertido que me había sucedido en todo el día.

Me dirigí a mi habitación y me puse un pantalón de vestir de pana marrón y un jersey blanco de cuello alto y bastante caído por las caderas; muy cálido, tal y como necesitaba para aquella noche, pues tenía pinta de helar. Entré en el baño y, tras acicalarme un poco, puse rumbo al comedor, dispuesta a salir y evadirme del mundo que me rodeaba.

—¿Nos vamos?

—Sí, por favor —contestó Assa, animando al resto a salir cuanto antes.

Anduvimos rápido hacia el coche que tenían aparcado justo al lado del mío, nos montamos en él y nos dirigimos, cómo no, a la cantina. Temía volver a encontrarme con Thor, pero él ya lo había dejado claro: si cerraba la puerta, no volvería a insistir... aunque ambos sabíamos que no lo pensaba realmente.

Estacionamos al lado de la puerta y observé detenidamente los coches y las motos que había aparcados; respiré hondo al ver que la suya no se encontraba allí. Entramos en el bar y nos dirigimos a la mesa más alejada de la puerta, justo la que estaba al lado de la mesa de billar. Pedimos una ronda de Mack para todas.

El billar se quedó disponible y no lo dudamos: cada una cogió un palo y nos dispusimos a jugar un rato. Apenas sabía, solamente tenía claro que debía colar las bolas lisas en los agujeros y evitar la negra; lo suficiente para apuntarme. Era mi turno, y la posición de las bolas era complicada, pues tenía varias rayadas entorpeciendo el camino, pero estaba decidida a colar la mía en el agujero.

Me posicioné inclinando la espalda y cerré un ojo para poder divisar mejor la jugada, pero mi intuición me avisó de que alguien había entrado. Miré hacia la puerta y, efectivamente, allí estaba Thor. Lo observé durante unos segundos, pero ni se inmutó; se dirigió directo a la barra, pidió una cerveza y comenzó a beber. Tras la insistencia de todas para que lanzara de una vez, me concentré de nuevo en averiguar cómo conseguir colar la bola en el agujero, pero la distracción provocó que fallara y casi regalara la posición a Assa.

Ella, burlándose de mí, rodeó la mesa, se posicionó lentamente, le dio a la bola y festejó su buen golpe. Pero yo estaba centrada en otra cosa más importante: la mirada de Thor estaba perdida, enfurecida; jamás le había visto de aquel modo. Daba tragos largos de cerveza sin apenas posar sus labios en el botellín. Tampoco interactuaba con nadie, estaba como ausente.

Miró a su alrededor, como si supiera que alguien lo estaba observando, y así era, apenas me podía ver, pero, tras escudriñar cada rincón de aquel bar, nuestras miradas se cruzaron. Pude sentir cómo sus ojos me miraron con odio, tanto que los desvió rápidamente y, tras dar el último trago a su cerveza, pidió que le sirvieran otra.

Yo permanecí inmóvil, expectante a su estado, tanto que Assa se puso a mi lado para saber qué me estaba distrayendo. Agarró mi brazo y me dijo que no valía la pena que pensara en él, que lo olvidara. Asentí sin escucharla, ya que no podía evitar sentirme culpable; él había venido para volver conmigo y era yo la que no quería estar a su lado. Era responsable del dolor que veía en sus ojos, de la rabia que sentía hacia mí, pero no podía ayudarlo, él solo tendría que comprender la situación, ya no era un niño.

Volvió a ser mi turno y lancé, esta vez acertando, aun siguiendo dispersa. De pronto, algo me sorprendió: el bolsillo de mi tejano vibró. Saqué mi teléfono y desbloqueé la pantalla. Un mensaje del chat de Facebook estaba sin leer. Inmediatamente lo abrí y leí a Markel; volvía a retarme, diciéndome que, una vez más, había cambiado el rumbo de la historia y que no creía que fuese capaz de seguirla tan fácilmente.

No dudé en responder, del mismo modo que él, la frase más soberbia que fui capaz de crear. No merecía menos; no podía creer cómo podía ser tan pedante en algunos momentos. Si lo hubiera tenido frente a frente en esos instantes, lo hubiese mandado a freír espárragos, y no me hubiesen importado las consecuencias... pero ese caso era diferente, tenía que escribir la historia, aunque en ese preciso momento hubiese preferido olvidarme de él y de todos los que conseguían desestabilizar mi vida.

Tecleé un mensaje diciéndole que no me subestimara. Lo envié y sonreí de forma ladina, sintiéndome orgullosa de saber manejar la situación. Alcé la mirada y vi que Thor me estaba observando, más enfadado que segundos antes. Sabía que me escribía con alguien, ya me había demostrado lo furioso que se sentía al no saber quién era, pero, una vez más, no tenía derecho a entrometerse. Así que cogí mi teléfono y, actuando como si me hubiera mandado algo obsceno, reí escandalosamente y lo miré de soslayo. Posó su bebida vacía sobre la barra provocando un estruendo que muchos observaron, pero a él no le importó, se levantó y se fue hacia el baño.

Sus pasos eran lentos y en alguno trastabillaba, por lo que casi perdió el equilibrio, pero nadie fue consciente de ello. El resto del mundo continuaba charlando y riendo como si nada sucediera. Todo lo contrario que yo; sabía que Thor estaba afectado por la bebida y estaba añadiendo motivos para que su enfado se magnificara. Assa, que nos había estado observando todo el rato sin que me diera cuenta, me miró y me recriminó sin decir palabra alguna. Yo le sonreí intentando explicar mi actitud, pero ella negó con la cabeza y continuó charlando con el resto.

Miré el reloj y me sorprendí al ver cuánto había transcurrido desde que le vi entrar al baño... y no le había visto salir, era extraño. Permanecí atenta, pero no aparecía, así que me dirigí al de las chicas. Cuando llegué frente a la puerta, me cercioré de no ser vista y me colé en el baño de los hombres; miré, pero no lo vi. Me agaché para observar debajo de la puerta del servicio y comprobé que no había nadie... cuando de pronto un golpe detrás de mí me asustó. Trozos de cristal comenzaron a esparcirse; me giré rápidamente y vi sus ojos enrojecidos, estaba fuera de sí.

Había lanzado el botellín, que se rompió al caer al suelo, y tenía los puños apretados al lado de sus muslos. No había sido buena idea, tendría que haberme quedado con las chicas... pero no, yo tenía que buscarlo, y ahora me sentía atrapada entre la puerta del baño y su musculoso cuerpo, mientras que con su mirada estaba a punto de asesinarme.

Dio un paso hacia mí, quedándose a pocos centímetros; me tensé y no pude evitar girar la cara al sentir su aliento; apestaba a alcohol, y no a un par de cervezas, llevaba encima unas cuantas. Me agarró la barbilla y me obligó a mirarlo mientras me preguntaba qué era lo que tenía que hacer para que volviera con él.

Yo le repetí que no tenía que hacer nada, que no había funcionado y debía aceptarlo, pero ésa no era su intención. Se lanzó sobre mí besando mis labios, sin dejarme mover ni apartarme. Puse las manos en sus hombros intentando empujarlo, pero fue en vano, su fuerza descontrolada era mucho mayor que la mía. Cerré los labios lo más fuerte que pude mientras ladeaba la cara para evitar sus besos, hasta que se separó.

Se dirigió frente al espejo y abrió el grifo de agua mientras apoyaba sus fuertes brazos a los lados y apretaba el mármol lo más fuerte que podía, dejando salir la rabia que sentía en esos instantes.

Yo seguía inmóvil tras él; nunca lo había visto tan afectado por nada y estaba preocupada. Alzó la mirada y la clavó fija en la mía a través del espejo, y me gritó que me fuera, que no quería verme nunca más, pero ni un pelo de mí se movió de aquel lugar, estaba paralizada, y mi cuerpo no quería obedecer. Se lavó la cara y volvió a mirarme, estaba asustándome. Tenía claro que no me haría daño, porque él jamás sería capaz de eso, pero verlo tan fuera de sí me dio qué pensar. No sabía hasta qué punto podría destruirse a sí mismo.

Dio un fuerte golpe al mármol con el puño, consiguiendo que diera un pequeño brinco y mis ojos se cerraran por unas décimas de segundo. Volvió a gritarme que me largara, que no necesitaba nada de mí, pero yo seguía petrificada; mi espalda estaba presionando la madera de la puerta del servicio, pues quería apartarme de su lado, pero parecía que mis pies formaban parte de las baldosas.

Se separó rápidamente y caminó ladeándose, incluso topando con las paredes y con lo que se encontraba en su camino, hasta que desapareció de mi vista.

Me llevé las manos a la boca y mis lágrimas brotaron confusas; ni ellas sabían por qué habían aparecido, o sí. Verlo en ese estado no me gustaba nada. Sabía que no me había valorado, pero también habíamos vivido momentos muy divertidos, y yo lo había amado, era mi primer gran amor, al que entregué mi virginidad, y nuestros cuerpos siempre se habían compenetrado. Pero nada de ello era suficiente, yo no quería la vida que él me podía ofrecer, no sería nunca feliz. Sin embargo, me destrozaba verlo en aquel estado, tan hundido y sin importarle su propia integridad.

Un chico se paró en seco al verme allí plantada; lo miré y reaccioné rápidamente, pues mis pies comenzaron a responder y caminaron lo más velozmente que pudieron hacia fuera. Volví con las chicas y Assa se acercó y me preguntó qué había ocurrido. Aún tenía las mejillas empapadas de lágrimas. Me las sequé y le pregunté por él, y me indicó que lo había visto salir hecho una furia.

No lo dudé, salí hasta la puerta corriendo y Assa me siguió. Miré hacia los coches y las motos, pero no estaba, ya se había marchado.

—Dunia, ya se ha ido; vamos dentro, está helando.

—Estaba ebrio y, con la nieve que hay en la carretera, puede matarse.

—Él sabrá lo que hace con su vida.

—Assa. —La miré fijamente, enfadada por no darle importancia—. No puedo quedarme como si no pasara nada, no le has visto. Estaba fuera de sí, apenas caminaba en línea recta.

—Vamos antes de que me arrepienta. —Pulsó el mando de su coche y éste se abrió.

Nos montamos y nos dirigimos hacia casa de Thor, esperando que hubiera decidido volver por el mismo camino de siempre. Estaba nerviosa, no quería que tuviese un accidente y le pasara algo; de ser así, no me lo perdonaría en la vida. Mis manos estaban inquietas, no paraban... tocaban mis pantalones, el asa del coche, mi cara, el pelo, todo menos quedarse tranquilas en un sitio. Mi estómago tampoco me ayudaba, estaba comprimido, tanto que hasta me dolía, pero no tanto como mi garganta, que estaba seca, hasta el punto que, cuando tragaba, mi propia saliva me raspaba.

Miraba por la ventana intentando divisar más de lo que la oscura noche mostraba; no eran condiciones para conducir borracho, y menos en moto. Recordando su forma de conducción de días atrás, me temía lo peor.

—Assa, por favor, un poco más rápido.

—¿Estás loca? Hay demasiado hielo y no voy a tener un accidente porque al loco de tu ex novio se le haya ido la cabeza.

Respiré hondo e intenté mantener la calma; tenía razón, no podíamos arriesgarnos a que nos pasara nada. Ya quedaban pocos minutos para llegar hasta su casa, y seguro que su moto estaría aparcada en la puerta y él, durmiendo.

Divisé entre la niebla su casa. Era antigua, de madera no muy oscura; estaba casi abandonada, hacía mucho tiempo que nadie dedicaba tiempo a mantenerla y su estado era deplorable. Pero mi mente estaba buscando una cosa muy concreta y no la localizaba: la moto no estaba en la entrada y las ventanas no tenían un ápice de luz. Nos miramos las dos, sin decir nada. Lo último que esperábamos era que no hubiera llegado. Pero por el camino no habíamos visto señal alguna de accidente, ni a nadie tirado por el lateral del asfalto, así que pensamos que habría decidido ir a otro lugar antes de regresar a su casa.

Le pedí un momento y salí fuera del coche, caminé en dirección a la puerta y me paré justo cuando ascendía los tres primeros escalones. La vieja madera crujió, así que decidí subir de puntillas para hacer el menor ruido, y miré a través del cristal de la puerta, pero todo estaba a oscuras, no se veía nada. Rodeé la casa para asegurarme de que no hubiera aparcado la moto en el interior, pero no, el garaje estaba abierto y ni rastro de ella; sí estaba su vieja camioneta.

Estaba claro que se había ido a otro lugar, así que no iba a seguir allí. Caminé hasta llegar al coche y me monté sintiéndome frustrada. Assa me puso una mano en el muslo, y asentí indicándole que podíamos marcharnos. Pusimos rumbo a la cantina, pero mi mente seguía pensando dónde estaría, y deseando que no le pasara nada, que llegara sano y salvo a su casa. En cuanto aparcamos, vi en la entrada a Aksel con otro chico, bebiendo y hablando.

Me acerqué y lo saludé, aunque su cara no fue de estar muy contento de verme, me dio igual. Le expliqué cómo había visto a Thor, aunque lo único que conseguí fue que me dijera que si me sentía culpable, por algo era, y que dejara de preocuparme tanto por los demás, que sabía volver a su casa solito sin que le pasara nada. No pude evitar insultarlo.

Entramos en el bar y las chicas nos preguntaron dónde nos habíamos metido y Assa, sin dudarlo un segundo, les dijo que no nos habíamos movido de la parte de atrás, hablando con unos chicos. Éstas se extrañaron, pero ella consiguió que nos creyeran bromeando, como siempre hacía.

Fui hacia la barra para pedir un refresco al camarero, no quería continuar bebiendo alcohol y tenía mucha sed, los nervios me habían dejado extasiada. Nada más servirme la bebida, di un largo trago hasta ingerir la mitad del contenido. La garganta se molestó por el frío y mis ojos se humedecieron por el gas, pero la cafeína que había aportado a mi cuerpo y el incremento del nivel de azúcar habían conseguido activarme de nuevo.

—¿Estás bien?

—¿Crees que soy idiota, verdad?

—No, ¿cómo piensas eso? Yo también habría hecho lo mismo que tú; son muchos años, es lógico que te preocupes y te sientas mal por no estar con él.

—Assa, he sido yo la que lo he dejado, no quiero seguir —le expliqué mientras ella abría los ojos de par en par ante la sorpresa de saber la verdad de lo que había ocurrido.

—Pero ¿por qué? Es el más guapo de todos y siempre has estado loca por él.

—Eso no lo es todo; no sabe nada de mí... pregúntale cuál es mi libro o mi película favoritos, no tiene ni idea.

—Es un hombre, ¿qué quieres? Ellos sólo piensan con una cabeza. Así que vas a tener que cambiar el chip. No vas a encontrar a ningún príncipe azul que esté pendiente de ti.

—Pues prefiero estar sola.

—Eso lo dices ahora.

—No lo sé. —No quise rebatirle, ella no me entendería. Era igual de superficial que el resto y se conformaba con cualquier cosa.

Seguí bebiendo mi refresco, hasta que oí que una de las chicas le dijo a Assa que se marchaba, y no lo dudé un instante: le pedí que me acercara a casa. Me despedí y nos dirigimos hacia el coche.

De camino a mi casa una moto se nos cruzó; no iba muy rápido, así que pude ver quién era. Mi estómago se relajó al comprobar que estaba bien y, según la dirección que estaba siguiendo, iba directo a su casa. Al menos podría dormir tranquila sabiendo que no le había pasado nada por mi culpa. Llegamos en pocos minutos y, tras agradecerle que me hubiera acercado, entré y encendí el ordenador. Esther estaba en línea y no dudé en escribirle y comenzar a explicarle lo que me había sucedido esa noche.

Ella estaba sorprendida por la reacción de Thor, pero seguía posicionándose en su contra. Me aconsejaba que no me dejara amilanar por sus actos y me alejara de él, que ya vendría otra persona más afín a mí, y era exactamente lo que yo pensaba. Cuando ya nos quedamos a gusto con el tema Thor, le comenté la frase de Markel, y lo confundida que estaba con él. No entendía cómo un día hablaba con él, incluso me sentía tan cómoda como para explicarle muchos detalles de mi vida que nadie sabía, y al día siguiente aparecía el déspota, que conseguía irritarme.

En ese instante recordé que había recibido el capítulo de Markel y que me había dicho que había tomado un rumbo diferente, así que le dije a Esther que iba a leerlo y a ver qué había cambiado de la historia. Comenzó a decirme que no la abandonara y tonterías que hicieron que me riera, pero la curiosidad pudo conmigo y, tras despedirme, abrí el archivo.

Nada más leer las primeras frases, ya me sorprendió. Ese capítulo estaba escrito desde la visión de Darek, era la primera vez que podríamos conocer la mente de él, y me parecía interesante.

 

Chloe estaba frente a él consiguiendo volverle loco, pero lo que ella no sabía eran sus intenciones. Darek estaba excitado, pero jugaba con ventaja: en ningún momento le había confesado uno de sus secretos, no era como todos los hombres de su alrededor, no... Hasta ese instante había actuado dejando ver su lado más sumiso, pero la actitud posesiva de ella cuando apareció su ex novia había logrado que él quisiera mostrarle todo lo que aún no sabía. Internamente estaba contento, imaginando la guerra de titanes a la que se iba a enfrentar. Conocía perfectamente las reglas del BSDM, era un experto en bondage, y era la primera vez que una mujer se lo proponía. Obviamente, no dudó en dejarse llevar, simular sorpresa ante sus clases magistrales, aunque no las necesitara, y fingir cara de asustado cuando ella pensaba que no conocía lo que había preparado para él. Pero ahora era su turno, e iba a conseguir tenerla bajo su mando, tal y como había planeado el día que la secuestró en su casa.

Chloe permanecía sentada frente a él, sonriéndole, marcando el ritmo del juego, pero lo que no se esperaba era que la levantara por la cintura como si no pesara nada, demostrando la fuerza que aquellos brazos poseían, una que nunca hubiera imaginado. Ella gritó sobresaltada, pero él siguió su camino hasta una puerta y sacó una llave de su bolsillo, mientras la informaba de que lo mejor era que no se moviera, si no, se caería al suelo. Uno de sus dedos se posó en sus labios vaginales en busca de su clítoris y le regaló una tierna caricia intentando que ella se relajara y no temiera.

Abrió la puerta y se dirigió escaleras abajo mientras ella continuaba sobre sus hombros y apoyaba las manos en su espalda para no desequilibrarse y caer. En cuanto llegaron al último escalón, abrió una luz rojiza y ella se quedó estupefacta ante tal descubrimiento.

Él se mantuvo a su lado observando su paraíso, que había creado tras años de conocimiento sobre el mundo oscuro en el que llevaba metido, y que ella no había sospechado en ningún momento. Lo miró boquiabierta y comenzó a caminar por lo que era el sótano transformado en la habitación que siempre había soñado. Grandes cuerdas y telas de seda pura caían del techo; eran de diferentes colores y longitudes. Había asas en las paredes dibujando formas geométricas, y una gran cama, la más grande que había visto nunca... y no sólo eso, al fondo había una oscuridad que a ella le llamó la atención, tanto que comenzó a andar hacia ella, pero él la detuvo colocándose delante y pidiéndole que esperara.

Ella asintió y él le confesó que llevaba años practicando sexo diferente, ya que él no lo encasillaba dentro de ninguna norma ni juego, al igual que ella. Como tenía ahorros y una casa aislada, la había adaptado a sus necesidades. Chloe aún estaba alucinada, más bien maravillada por lo que tenía frente a ella. Volvió a observar las paredes y comprobó que había de todo: esposas de diferentes texturas y tamaños al lado de la cama, una gran mesa al fondo con estanterías en las que estaban perfectamente ordenados y colocados botes de diferentes colores, e incluso diferentes consoladores para utilizar tanto en la vagina como en el ano.

Darek la interrumpió, pidiéndole sinceridad y permiso para hacerle una pregunta. Chloe apenas balbuceó un «dime» presa de la confusión que sentía. Él sonrío y le explicó que, todo lo que ella quería enseñarle, él ya lo conocía de primera mano, y que él iba un paso más allá. Justo cuando iba a continuar la frase, un hombre habló, consiguiendo distraer la atención de ambos. Del rincón oscuro, donde ella momentos antes había tenido la intención de dirigirse, salía un hombre totalmente desnudo. Su cuerpo era atlético, y poseía un hermoso rostro; era moreno, de ojos negros. La mirada de ella fue directa a su miembro; era enorme y estaba erecto. Él la miraba de arriba abajo, mientras Darek se excitaba al verlos a los dos en la misma habitación.

Se presentó él mismo cuando se detuvo justo delante de ella y le susurró su nombre al oído, «Alan», consiguiendo erizarle el vello del cuerpo. Darek se estaba excitando más aún y les pidió a ambos que se sentaran.

Debían hablar, sobre todo, lo que necesitaba era saber por voz de cada uno de ellos que aceptaban el juego y que su único freno era la confianza; pondrían unos límites y ninguno los rebasaría. Se explicó punto por punto, tal y como ella hizo anteriormente, y le lanzó una pregunta directamente a Chloe: si estaba dispuesta a seguir a su lado, compartiendo algunos momentos con Alan.

 

Boquiabierta me quedé al terminar el capítulo. Markel tenía razón, vaya giro le había dado a la historia, no lo esperaba ni yo. Cuando las personas lo leyeran, se quedarían alucinadas. Era un déspota, un creído, pero no podía negar que era un escritor excelente, y el giro había hecho más adictiva la obra y evitado que se encaminara hacia una novela romántica cualquiera.

Abrí el chat de Esther y escribí un «Qué fuerteeeeeeeeee»; al instante contestó, ansiando saber más, y no pude evitar enviarle el capítulo para comentarlo in situ. Esperé su respuesta y obviamente no se hizo esperar. Un «No me lo puedo creeeeer» apareció en mi pantalla, consiguiendo que riera a carcajadas y me olvidara de todo lo que había sucedido aquella noche.

Mi mente estaba centrada en lo realmente importante, y era aquella historia. En poco más de cinco minutos, volvió a escribirme diciéndome que debía aceptar el trío y dejar que mi lujuria, escondida en mi mente, saliera, que la explotara.

Tenía claro que quería hacerlo, me lo había servido en bandeja una vez más y no lo iba a desaprovechar. Aquel relato era increíble y yo había ayudado a crearlo. De repente, se abrió otra conversación de chat. Pulsé sobre ella y era Markel.

 

Markel: Espero no haberte asustado.

Dunia: No lo he leído hasta ahora mismo; como comprenderás, también tengo vida social.

Markel: No lo dudo. ¿Qué te ha parecido?

Dunia: No está mal...

 

No iba a reconocerle que era increíble, sorprendente, y que me había fascinado después de las impertinentes palabras que me había dedicado, dejando claro que él era el que estaba dando giros y que yo no podría seguirlos fácilmente. Éste aún no me conocía y, si de una cosa había pecado siempre, era de ser una rencorosa; por mucho que volviese a caer cien veces en la misma piedra, nunca olvidaba lo que me hacían.

 

Markel: No puedo creer que estés hablando en serio.

Dunia: Qué quieres que te diga, le da juego. Ahora tengo que continuar, lo importante es el conjunto, cuando pongamos el punto y final.

Markel: Espero que mis palabras no te hayan ofendido; soy un poco brusco y mi espontaneidad puede dar una impresión errónea.

Dunia: La espontaneidad deja ver el carácter que muchas veces queremos esconder.

Markel: Mi intención no era la que ha resultado.

Dunia: Pues deja de suponer que no puedo seguir tus capítulos; creo que te he demostrado que no es así.

Markel: Eres buena, te lo dije y lo reitero.

Dunia: Un honor, viniendo de ti.

 

Abrí el chat de Esther, en el que se acumulaban frases sin leer, y le comenté que estaba en ese mismo momento en una guerra con mi querido compañero de novela, demostrándole que yo no era una tonta y podía estar a su altura. Esther, tras escribir risas y animarme a destruirlo, se despidió y me rogó que le contara las novedades en cuanto pudiera. Le envié emoticonos de pistolas, caras sonrientes y besos mientras me despedía de ella y rompía el silencio de mi casa con grandes carcajadas, para luego volver a la conversación con Markel.

De regreso al chat, leí sus últimas frases, en las que obviamente volvía a ser el hombre desconocido pero con quien, en el fondo, compartía la misma forma de pensar, e incluso nuestras bromas las entendíamos perfectamente. No tenía muy claro qué sucedía, pero había momentos en los que nuestra conversación eran tremendos piques, queriendo estar el uno por encima del otro, y, en instantes, la calma reinaba y llegábamos a explicarnos confidencias de cada uno.

Ése era uno de estos últimos. Me encontraba explicándole que venía de tomar algo con mis amigas y que había visto una vez más a mi ex novio, bromeando sobre si adaptar la situación vivida a la historia, consiguiendo ver lo que antes me preocupaba como algo sin importancia.

Tras despedirnos, me fui al salón, donde me senté delante de la chimenea y mi mente no dejó de barajar las posibilidades que tenía para continuar la narración. Mi móvil vibró y me levanté corriendo a cogerlo. Un mensaje de chat me avisaba, era una advertencia de él, instándome a continuar y a sorprenderlo, a que me superara a mí misma y lo acallara con una continuación de categoría. Otra vez aparecía el déspota en la conversación, pero ya no me molestaba, estaba acostumbrándome a él.

Le escribí un «Sí, a sus órdenes» y me despedí de él para irme a dormir y descansar del día tan ajetreado que había tenido. Me dirigí hacia la habitación y cogí una camiseta que me había tocado en un sorteo de un blog que me cubría hasta la mitad de mis muslos, y me metí en la cama. Al principio no podía dormir al pensar en todo lo que estaba sucediendo, hasta que por fin el sueño me venció y dormí profundamente.

 

 

No podía mover las manos, algo lo impedía. Abrí los ojos y miré hacia el cabezal de la cama: tenía las manos inmovilizadas, unidas a éste. Miré por la habitación y descubrí a Thor sentado en la silla de mi escritorio, observándome. Le pregunté si estaba loco, que qué diantres hacía atándome a la cama, pero él no contestaba, permanecía inmóvil, escudriñándome.

Intenté forcejear y retorcer las muñecas para soltarme, pero estaban bien sujetas, así que comencé a gritar como una loca lo más alto que pude, pero lo único que conseguí fue que se riera a carcajadas a mi costa. Él me repetía que vivía alejada y que nadie me oiría, y por desgracia tenía razón; en ese momento maldije vivir tan apartada del resto de casas.

Volví a preguntarle qué quería, pero él sólo se puso de pie y, con mi móvil en la mano, comenzó a leer mi chat con Markel. Yo le recriminé que era personal y que no podía hacerlo, que estaba excediendo mi nivel de paciencia y que no iba a salirse con la suya. Pero él continuaba riendo, hasta que sus ojos se abrieron como platos y me quedé petrificada, no sabía qué había visto para que se detuviera.

—¿Te gustaría follarte a dos hombres?

—¡Y a ti qué te importa!

—¿Qué es esto? —Me mostró el archivo de la historia que estábamos escribiendo Markel y yo.

—No te interesa, son cosas banales para ti.

—¡Contéstame! —gritó enfurecido.

—¡Suéltame!

—¡¡Contéstame!! —Alzó la voz aún más, casi desgarrando sus cuerdas vocales.

—Que me sueltes. —No pude evitar que mis lágrimas brotaran ante la impotencia de estar retenida.

—Eres una depravada, es cierto, no se confundían.

—¿De qué estás hablando?, ¿quién dice eso? —Apenas pude decirlo, ya que el nerviosismo me obligaba a moverme, haciéndome daño en las muñecas.

—Qué más da, tienen razón. Por eso no soy suficiente para ti.

—Estás loco.

—¿Yo? Escucha... miembro, esposas, consoladores, todo eso lo has escrito tú.

—Son juegos en la cama, no es nada aberrante.

—¿Y me lo dices tú?

—¡Thor, me estoy haciendo daño, suéltame!

—¿Seguro que lo que prefieres es que te haga el amor... o hagamos sexo? Porque a ti te van las artes duras.

Sus manos se dirigieron peligrosamente hacia mis muslos y los cerré lo más fuerte que pude, pero su fuerza era mayor, tanta que me hacía daño. Forcejeamos unos instantes, mis piernas y sus manos, hasta que, a la fuerza, se coló entre éstas y me observó; acercó su nariz a mi sexo e inhalo el olor que emanaba de él.

Siguió subiendo la camiseta, dejando a la vista mis pechos, y suspiró. Pero de pronto se levantó, salió de encima de mí y se puso a caminar por la habitación, confundiéndome aún más, si era posible. Comenzó a hablar solo, pero eran susurros tan flojos y acelerados que apenas podía entenderlos. Seguí moviendo las muñecas, intentando que se aflojaran los lazos que había hecho, pero en vano, era imposible.

Le grité que me soltara, pero me ignoró; seguía meditando sin saber muy bien qué hacer, hasta que apareció una sonrisa astuta en su rostro y se acercó a la cama. Se puso de rodillas al lado de mi cara y me dio un beso en la mejilla, ya que ladeé la cara para que no me lo diera en la boca. Sus yemas acariciaron mi mejilla y dijo:

—Lo siento, todo es por tu culpa, yo te quiero.

—¡Si me quieres, suéltame!

—¡No puedo!

—¡Sí puedes!

—¡No, calla, no vuelvas a hablar! Eres un monstruo, yo no lo quería ver, pero sí lo eres.

—Soy una persona normal.

—No lo eres, mira lo que escribes.

—Es ficción... yo lo pienso, pero no haría nunca lo que escribo.

—Ya es tarde.

Se levantó y caminó hacia la puerta de la habitación, dejándome tendida sobre la cama, inmovilizada por las muñecas. Con un sonoro golpe, cerró la puerta de la entrada, dejándome llorando y sin poder pedir ayuda.

A través de sus palabras
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