Capítulo 5

 

Sentimientos contradictorios

 

 

Respiré hondo y abrí sonriente, pero no era él, sino Aksel. No pude evitar que mi gesto de alegría de pronto se convirtiera en decepción, y no le pasó inadvertido. Suspiró en señal de rendición y, cuando estaba a punto de huir como acostumbraba a hacer, lo agarré del brazo para detenerlo. Su mirada se fijó en la mano que le asía y, tras un segundo de desconcierto, me miró a los ojos. Curvé la comisura de los labios en una tímida sonrisa y le pedí que entrara.

Sus pasos retumbaron hasta llegar al sofá, donde se dejó caer. Tras él, intentaba analizar lo que ocurría, pero era una persona difícil de interpretar, lo único obvio era que estaba nervioso. Se tocaba la oreja, y ese tic sólo aparecía cuando algo le preocupaba. Estaba demasiado intrigada... quería que comenzara a explicarme el porqué de su estado, así que le pregunté qué sucedía. Necesitaba que hablara ya o iba a alterarme rápidamente. Tras meditarlo unos segundos más, me contó que Thor no había tenido la culpa de nada, que su fractura no tenía nada que ver con un accidente de moto.

Me rogó que no lo odiara, que no lo merecía, y menos por encubrirlo a él. No entendía nada, era lo último que hubiera imaginado. Me dejó sumida en mis pensamientos durante no sé cuánto tiempo. Aksel me agarró el hombro intentando que reaccionara, pero yo lo único que necesitaba era que me contara la verdad de lo ocurrido. Era la única forma de creer lo que me estaba diciendo, lo único que le daría sentido a todo.

Lo miré a los ojos y le rogué que se explicara. Asintió y, tras acomodarse, colocando uno de los cojines debajo de su codo, me relató que hubo una bronca en la cantina con un extraño, no era del pueblo, nadie lo conocía.

Siguió contándome cómo aquel hombre intentó quitarle las llaves, no entendía por qué. El único motivo que él creía que podía tener para ello no era más que molestarlo. Me explicó que intentó disuadirlo, que lo dejara, pero sin éxito.

—La discusión fue creciendo, hasta que nos obligaron a salir de la cantina por las buenas, y eso hice. Soy asiduo, no me gusta tener malentendidos, así que me fui y, cuando menos me lo esperaba, me golpeó. No pude ver sus intenciones y no pude reaccionar. Cuando me quise dar cuenta, había llegado Thor en moto y estaba dándole golpes; sólo intentaba evitar que el malnacido me hiciera daño. Todo terminó cuando el maleante se subió a una moto, con la mala fortuna de que me agarró de la chaqueta y me arrastró consigo, hasta que me di un fuerte golpe en el codo.

—Oh, Dios mío, Aksel, pero ¿quién era ese tipo? Por qué no has dicho nada, hay que denunciarlo —balbuceé nerviosa al saber lo que había pasado realmente—. ¿Y por qué me lo cuentas, si se puede saber?

—Porque he visto cómo desprecias a Thor, y él sólo me ayudó.

—Por su culpa casi me estrello contra un camión de leña horas antes, pensé que habría pasado algo similar.

Abrió los ojos sorprendido por lo que le acababa de decir, pero no añadió nada más y se levantó dispuesto a irse.

—Pero ¿adónde vas?

—Ya he dicho todo lo que tenía que decirte.

—Te acerco.

—No vengas ahora de buena hermana que te preocupas por mí, no te pega.

Ese hombre me aturdía, ¿ahora qué mosca le había picado? Habíamos estado diez minutos hablando como personas civilizadas y, de pronto, cambiaba el chip y volvía a ser el hermano odioso de siempre.

No insistí más, sabía que se iría y no me pediría ayuda. ¿Para qué iba a molestarme? Pasados unos minutos en los que solamente estuve pensando en lo ocurrido, llegué a la conclusión de que Thor no tenía la culpa, por eso estaba tan molesto cuando le reprendí... pero no intentó desmentir lo que yo creía. Una duda azotó mi mente en ese instante. «Cuando ha venido, ¿no pensaba explicarme la verdad?» Pero, para mi desgracia, lo había echado de casa, como si no me importara nada. Y, ¡diablos!, yo no era así, siempre lo había querido. Y cuando me había besado, había vuelto a sentir... algo; no se asemejaba a lo que sentía cuando estábamos juntos, pero la sensación era... no sabía ni explicarlo.

Recordé el momento vivido minutos antes, y dudé sobre que tuviera intenciones de hablar. ¿O es que tenía el propósito, pero a la hora de la verdad no había sido capaz y me había besado para tener una excusa para marcharse sin decirme nada? Por un instante mi estómago se encogió, me dolió pensar que ése fuera el motivo. En ese mismo instante, mi estómago rugió. Tenía hambre, seguramente pensar tanto había abierto mi apetito, así que me fui a cocinar algo.

Pero no me había quedado tranquila, todo lo contrario, necesitaba contarle a alguien lo ocurrido y los consejos de Esther siempre me ayudaban. Estuve escribiendo varios minutos sin parar en el chat, sabiendo que, en cuanto lo leyera, me contestaría. Y así fue: un «madre de Dios» apareció en mi pantalla; estaba leyéndolo todo y era lógico que estuviera alucinando, yo misma lo hacía.

Lo primero que me aconsejó fue hablar con Thor y decirle que lo sabía todo y disculparme por cómo lo traté en el hospital, y era evidente que tenía que hacerlo, no se merecía mis palabras. Pero era por lo único que me tenía que excusar, por el resto, no. Él solito se había ganado mis desplantes.

Después, para alegrarnos un poco, le comenté que Markel me había agregado a Facebook, pero que seguía sin saber nada de él, ni foto, ni información personal. Obvié que me había puesto nerviosa hablando con él; si no, intentaría conseguir una cita a distancia o lo que se le ocurriera a esa cabecita loca.

Cuando me quise dar cuenta, la verdura ya estaba hervida, a punto de pasarse más bien. Menos mal que me dio por mirar. Abrí el cajón del mueble y cogí el colador y un plato. Preparé la cena y me senté en la mesa a comer, mientras pensaba en la entrada que prepararía para publicar al día siguiente. Informaría de que, de momento, no colgaría ningún relato hasta que terminara un proyecto que estaba realizando; sabía la reacción que tendrían muchas de las seguidoras, pero me era imposible concentrarme en relatos teniendo que escribir un capítulo diario. Debía proponer una entrada que sustituyera la sección y no se me ocurría nada.

Seguí comiendo mientras dejé la mente en blanco; por mucho que quisiera encontrar una idea para el blog, no resultaría tan fácil, así que decidí que ella viniera a mí.

El teléfono sonó y vi que era mi padre una vez más. Le dije, antes de que pudiera hablar, que no se preocupara, que iría al gestor a primera hora, pero él se carcajeó al otro lado del teléfono y me indicó que no llamaba para eso, que confiaba en que iría. Quería saber cómo iba de leña; el invierno estaba siendo muy duro y no podía contar con que Aksel, durante unos días, me la trajera, era imposible.

Insistió en que vendría él, pero yo no quise. Bastante trabajo tenía como para encima sumarle uno más. Ahora, con mi coche, podía cargar el maletero y traerla yo sola. Esperé a que dejara de resoplar y quejarse, hasta que al fin se dio por vencido y conseguí mi propósito.

Recordé que había comprado un libro para él, pero no le dije nada. Nos despedimos y fui hacia el mueble del comedor; siempre guardaba allí trozos de papel de regalo, esta vez servirían para envolver la guía que le había comprado aquel mismo día.

Regresé a la cocina y vi la mesa ocupada, así que, tras dejar el libro y el papel en el mármol, me dispuse a recogerlo todo y luego empecé a envolver el libro. Mientras lo hacía, una luz vino a mi mente. Sí, ya sabía de qué iba a ser la entrada y seguro que muchas seguidoras podrían colaborar.

Fui hacia mi escritorio y encendí el ordenador para prepararla. Les expliqué que había comprado una guía para hacer un viaje y había pensado en proponer una entrada más lúdica. Cada una podía poner el destino que tenía pensado para el verano siguiente o un lugar al que le gustaría ir y, si alguna vez habían usado una guía, podían subir una foto de ésta.

Busqué la portada del libro que había adquirido y la colgué como imagen central de la entrada; comenté que un familiar estaba enamorado de ese destino y que le compré esa guía para animarlo a viajar. Publiqué la entrada y estuve unos minutos navegando por los diferentes foros y blogs de los que era seguidora.

Llevaba días en los que apenas podía centrarme en ellos, pero lo iba a hacer en ese momento. Estuve, durante horas, comentando publicaciones de personas que conocía gracias a ese mundillo, compartiéndolas para intentar que fuesen más visibles hasta que miré la hora. Pasaban ya las doce de la noche, y no había enviado el capítulo; rápidamente lo releí, comprobé que todo estuviera correcto, y comencé a escribir el email que pensaba enviar a Markel y, en copia oculta, a Esther, para que lo pudiera leer.

 

¡Dunia ha puesto sus cartas sobre la mesa! ¿Cómo reaccionará Darek?

 

Adjunté el capítulo y le di a «Enviar»; estaba muy contenta. Me sentía orgullosa de lo que estábamos creando y sólo era el principio. Abrí la aplicación de Facebook y mi mirada fue directa al chat, en su busca; aparecía en línea.

Pulsé sobre su nombre y se abrió una ventana para comenzar una conversación. Dudé, escribí un «Hola», pero volví a dudar... «¿Qué hago, escribo o no?... Sí», afirmé sonriendo. Borré lo que acababa de escribir y comencé una conversación sin saber si obtendría respuesta o no.

 

Dunia: Buenas noches, capítulo enviado.

 

Esperé unos segundos, pero no contestaba. Fui directa a su información de perfil en busca de algún dato nuevo y nada, ese hombre era todo un misterio. Era una de las pocas personas que no informaban, ni una simple anotación. ¿Quién diablos era? Volví a mirar si había contestado, pero tampoco. No tenía la menor intención de mantener una conversación con una extraña. ¿Puede que fuera un ser reservado, antisocial? Tal vez no quisiera hablar conmigo para no alimentar su deseo de matarme por no escribir los capítulos como él quería. «Lo reconozco, entre tanta lectura e imaginar historias, estoy enloqueciendo. Más bien estoy como una regadera. Ahora entiendo por qué no encuentro personas afines a mí, están todas en el manicomio.»

Decidí dejar de pensar tonterías y leer un poco; al menos era constructivo. Estaba guiando el ratón hacia el aspa roja para poder cerrar la aplicación, cuando la ventana comenzó a parpadear de color naranja. Mis ojos se clavaron allí para cerciorarse de que era él. Y sí lo era, por fin contestaba.

 

Darek: Fantástico, voy a leerlo ahora mismo.

Dunia: Espero impaciente tu parte, gracias.

Darek: Ok.

 

Dicho esto, cerró la sesión, dejando que casi me contestara sola. ¡Qué hombre más parco en palabras! Entendía que apenas nos conocíamos, pero un «gracias» o «qué tal te va la vida»... «Totalmente reservado», me dije y reí como una tonta delante de la ventana del chat, sin poder contestar porque nadie iba a leerlo.

Cada día me sorprendía más con la actitud de las personas, pero por suerte estábamos a miles de kilómetros y no lo llegaría a conocer nunca; no me importaba demasiado.

Apagué el ordenador y me tumbé en la cama después de elegir qué libro comenzar. Decidí leer uno que tenía pendiente de una compañera, un thriller, muy diferente a mis últimas lecturas. Me vendría muy bien para hacer una reseña de un género diferente en el blog, no siempre de romántica. Empecé leyendo el prólogo y pude situar la historia e intuir la línea que seguiría, o eso quería creer... porque normalmente terminaban confundiéndome y no ocurría nada de lo que había pensado.

La lectura era ágil, las páginas pasaban apenas sin darme cuenta. Me enganché desde un inicio, no podía dejar de leer: a cada página, un misterio nuevo que desmontaba lo que hasta ese punto pensaba que sucedería. Miré el reloj y vi que era más de la una de la madrugada. Tenía que dormir. Dejé el libro sobre la mesilla y las gafas sobre éste para obligarme a descansar. Pero mi mente hacía balance del día, ¡y vaya si había sido intenso! ¿Cuánto tiempo sería capaz de mantener la coraza que había levantado entre nosotros? Ni yo misma podía predecirlo. De lo único que estaba segura era de que no quería que volviera a herirme, a traicionarme.

Tenía la cabeza embotada, saturada de pensamientos, y lo peor de todo era que no era capaz de conciliar el sueño. Tenía que hacerlo, si no al día siguiente no sería persona. Y además había dado mi palabra de que iría al gestor y después al aserradero. Me giré sobre mí misma para mirar hacia el otro lado de la cama, y suspiré profundamente intentando obviar las reflexiones y dejar la mente en blanco. Pero abrí los ojos y un nuevo pensamiento acudió para terminar de desvelarme. Ahora me preguntaba cómo sería Markel. Su forma de ser tan especial me atraía... no sabía de qué modo, pero algo en su manera de tratarme conseguía despertar mi curiosidad, o simplemente era una masoca y, tío que pasaba de mí, tío en el que me fijaba. Creo que ésa era la definición perfecta, masoca. Reí sola, porque ya no tenía remedio, pero me obligué a cerrar los ojos y dormir.

 

 

Abrí un ojo y miré la hora; quedaban pocos minutos para que sonara el despertador, pero estaba demasiado despejada como para seguir acostada. Lo mejor era que saliera de la cama y, con tranquilidad, comenzara a prepararme para irme hacia el gestor. Me levanté y fui directa al baño sin ponerme las gafas; obviamente no veía de forma nítida, pero unos minutos para lavarme la cara no supondrían un gran esfuerzo.

Me miré al espejo y estaba sonriente; ni yo misma sabía el porqué de aquella sonrisa, pero mejor eso que estar deprimida. Me desnudé, dejando la ropa en el suelo. Pisé la fría cerámica que se templaba al caer el torrente de agua caliente y me coloqué justo debajo de éste. Mis rizos se empaparon, consiguiendo que mi melena creciera unos centímetros mientras los enjabonaba, masajeándolos para lograr un baño tranquilizador, y vaya si lo conseguí... durante unos minutos, no fui capaz de pensar en nada más que en mi dedos.

Estaba sentada en la cocina con mi taza entre las manos, duchada y vestida para trabajar... sin olvidarme de que debía dedicar unos minutos a hablar con Thor. Cómo se lo diría después de lo ocurrido el día anterior, ése era otro tema, ya que no sabía de qué forma iba a actuar tras echarlo de mi casa. Pero, de un modo u otro, conseguiría que me escuchara. Di otro sorbo al café y me levanté a buscar un panecillo de chocolate, tenía más hambre.

Continué desayunando mientras preparaba todo lo que me tenía que llevar, entre otras cosas, el regalo para mi padre. Ya estaba lista, así que me puse el abrigo y el gorro de lana y salí en busca de mi coche. Cuando llegué, el cristal estaba helado, y tuve que utilizar la cuchilla que tenía siempre a mano para intentar sacar la capa de hielo que no me permitía tener visibilidad. Si no, conducir resultaba muy peligroso. Por suerte, tras unos minutos en los que dudé si lo lograría, al fin pude despejarlo y encauzar la marcha.

Una vez hube pasado por el gestor y recogido lo que mi padre me había pedido el día anterior, llegué al aserradero. La puerta estaba llena de camiones, así que me dirigí de prisa a mi puesto para poder firmarles las órdenes y que pudieran seguir con sus quehaceres. Sin darme cuenta, firmé y estampé el sello de la empresa durante media hora. Cuando por fin terminé, estaba exhausta... y sólo acababa de comenzar el día. Me dejé caer sobre la silla, esperando que el ordenador se encendiera y poder continuar con el trabajo administrativo que la empresa requería. Era tan monótono que llegaba a ser aburrido. Seguramente se debía a que ya lo tenía más que aprendido, y tan asumido que la motivación había desaparecido tiempo atrás.

—Hija, qué locura de mañana.

—Ya te digo. Entra, que te doy una cosa.

Me levanté y puse café en dos tazas mientras él se sentaba en la silla que había justo delante de mi mesa. Sonreí y saqué del bolso mi paquete; me miró sorprendido, pues no esperaba nada. Intentó adivinar qué era; seguramente estaba dando por hecho que se trataba de un libro, pero lo que no sabía era de qué tipo ni con qué fin... eso seguro que lo dejaría boquiabierto. Al menos ése era mi propósito; si no, vaya regalo más absurdo había elegido.

—Toma.

—¿Y a qué viene esto?

—Lo vi y me acordé de ti, no es por nada especial.

El papel se destripó en décimas de segundo; mi padre era muy impaciente; como se enterara de que tenía algún presente escondido, no paraba de preguntar hasta saber qué era. Esta vez su cara se iluminó al ver lo que contenía el paquete; me miró con los ojos enrojecidos, se había emocionado.

Le pregunté si le había gustado y me dio un beso en la mejilla, pero la voz de Aksel nos interrumpió. Nos giramos para mirar hacia la puerta y lo saludamos sonrientes. Tenía claro que no tardaría mucho en hacernos una visita; por mucho que se quejara, su trabajo era su vida, sus amigos estaban allí. Tras preguntarle cómo se encontraba y hablar durante unos minutos de cómo iba todo, decidí dejarlos solos y aprovechar para hacer algo que estaba demorando demasiado.

Caminé por la nave en su busca, pero no lo divisé. Salí al exterior y, tras rodear los alrededores, seguí sin verlo. Me extrañó, pero decidí volver a la oficina. Abrí la puerta y me topé con él. Lo miré a los ojos, pero rápidamente se giró y salió sin decirme nada. Estaba enfadado, mucho, y podía llegar a entenderlo. Pero yo era muy consciente de lo que tenía que hacer, así que salí tras él y lo llamé.

Seguía caminando hacia la parte trasera como si no me oyera. Repetí su nombre varias veces, pero en vano, así que no me dejó otra opción: corrí pisando con fuerza para que la nieve no me impidiera llegar hasta él. Cuando logré alcanzarlo, lo agarré del brazo, pero, tras un pequeño forcejeo, el equilibrio me falló y caí sobre unos troncos apilados.

Emití un grito. Mi rostro había rozado con la gruesa y dura madera, rasgando mi piel. Me llevé las manos a la frente y comprobé que tenía un poco de sangre. Él se giró al oír el golpe y corrió a mi lado. Me dolía la frente, me había hecho un buen rasguño. Durante unos segundos permanecí en shock sobre la fría nieve; lo miré a los ojos y noté en su mirada la culpabilidad que sentía. Pero no tenía tiempo, estaba frente a mí y tenía que decirle lo que intentaba antes de caerme, era ahora o nunca.

—Necesito pedirte perdón.

—¿Estás bien, te has hecho daño?

—Sólo es una rozadura, pero, escúchame, por favor.

Asintió mientras me ofrecía su mano para ayudarme a levantar; la agarré y la fuerza que ejerció para darme impulso me puso de pie, con lo que acabé casi rozando su piel. Podía sentirla... por un momento me puse nerviosa, pero me aparté, debía mantener las distancias para poder hablar con él. Le expliqué que sabía lo que había ocurrido con Aksel en la cantina, y que sentía haberlo tratado tan mal, que no se lo merecía.

Balbuceé las palabras para lograr decirlas sin interrupción. Él no dijo nada, sólo me observaba, frío como el hielo; nunca había sido tan distante, estaba demasiado serio. No sabía qué diantres le había ocurrido durante su ausencia de Oslo para que hubiese regresado con esa actitud.

Permanecí frente a él unos instantes esperando su respuesta, pero su mirada estaba perdida, pensativa; no dejaba de mirar sus rasgos mientras recordaba el beso del día anterior; había sido pasional, ardiente, como si no hubiera pasado nada malo entre nosotros. Pero no era así, sí pasó, prefirió irse con otra chica, y sabía que aquélla no era la primera desde que comenzamos a salir. Era el chico más guapo del pueblo, todas estaban locas por él. Sólo tenía que chasquear los dedos y podía tener a la que quisiera, y eso no cambiaría nunca... y yo era la chica rarita que apenas disfrutaba con las tonterías del resto.

Pero su actitud era muy diferente, comenzaba a dudar acerca de si realmente había cambiado y podríamos tener una segunda oportunidad. Inmersa en mis pensamientos y él en los suyos, permanecimos el uno frente al otro sin hablar, hasta que se dio la vuelta y me dejó plantada mirando cómo se iba. Negué con la cabeza y caminé en dirección a la oficina; di un puntapié a la nieve, odiando sentirme tan tonta, cuando de pronto una mano agarró mi abrigo y me empujó tras el montículo de troncos que había a mi derecha, plantando sus labios sobre los míos y besándome con necesidad.

Confusa por lo que estaba sucediendo, no pude hacer más que dejarme llevar y olvidarme del rencor. Mis labios le regalaron mil besos, y sus manos se aferraron con fuerza a mi nuca. Perdí la noción del tiempo, no sé ni cuánto tiempo estuvimos escondidos. Cuando nos separamos, nos miramos fijamente.

—El que lo siente soy yo...

—No digas nada.

Oí mi nombre, era la voz de mi padre. Nos miramos y me hizo un gesto para que regresara; él permaneció inmóvil mientras yo me alejaba, sin mirar atrás para que nadie pudiera vernos, aunque en el fondo deseaba hacerlo. Cuando llegué, mi padre me obligó a llevar a Aksel a casa; yo no me negué, a pesar de que él accedió a regañadientes. Le indiqué que no tardaría, que regresaría para continuar con el trabajo.

Me monté en el jeep y esperé a que él lo hiciera. Aceleré para dejarlo en casa de mis padres lo antes posible. Él estaba mirando por la ventana, como siempre, con cara malhumorada, pero no me importaba... yo estaba contenta; no sabía qué era lo que ocurriría, pero me sentía de nuevo ilusionada. Estaba deseando volver al aserradero, contarle a Esther las últimas novedades.

En cuanto entré, no pude evitar mirar en su busca, pero no lo vi. Caminé hacia mi oficina y cerré la puerta rápidamente. Desbloqueé el ordenador y abrí el chat; escribí un «¿Puedes? Tengo novedades pero que muy interesantes...» Dos segundos más tarde la tenía pendiente de la pantalla mientras le contaba lo ocurrido y leía sus consejos; según ella, debía continuar sin pensar en nada, que el destino decidiera lo que sucedería entre nosotros. Pero no podía evitar sentir miedo de volver a sufrir, de que me engañase una vez más; no sabía si estaba preparada para ello.

Justo cuando estaba despidiéndome de ella, entró un aviso de un email, era de Markel. Sonreí al pensar en lo que iba a hacer en esos instantes; el trabajo podía esperar, estaba intrigada por cómo había continuado el capítulo. Abrí el archivo y comencé a leer.

 

Chloe había puesto sus cartas sobre la mesa, ahora era decisión de Darek. Tenía dos opciones: aceptar y vivir la mejor experiencia que hasta el momento hubiese imaginado, o huir de su lado y no querer verla más. Las manos le temblaban, nunca había tenido que tomar un decisión de ese calibre, incluso la tachaba de indecente, pero no podía dejar de mirarla, era la mujer más bella que jamás había visto. Chloe, en cambio, estaba expectante, incluso excitada, por saber la opinión de aquel hombre; sabía que iba a ser el mejor amante que hasta ahora había tenido. Ella los llamaba amantes, nada de sumisos, odiaba encasillarse en ninguna norma. Ella las creaba y a ellos los denominaba así porque, tanto ella como sus parejas de juego, se seducían de una forma especial, ya que buscaba el placer absoluto, y estaba segura de que Darek aprendería a su lado.

Darek se aclaró la garganta, la tenía seca; no dejaba de mirar el papel y luego a ella, quería aceptar pero estaba aterrado. Era un mundo desconocido para él, y nunca hubiese imaginado que esa dulce mujer que perseguía por las calles sería una diosa del sexo. Mientras lo pensaba, su travieso pene se excitó tanto que buscaba un lugar por el que escapar, y ella, al verlo, sonrió. Se mojó el labio inferior, que estaba reseco, con un lento y suave lamido que provocó un pálpito inesperado en el miembro de Darek, consiguiendo que se endureciera como una roca. La mano de él fue directa a su pantalón, necesitaba espacio, estaba presionado y precisaba liberarse. La única opción que tenía era desabrocharse el pantalón, y no lo dudó, lo hizo bajo la atenta mirada de Chloe, que ansiaba una firma, un compromiso que consiguiese que ese varonil miembro tuviera la recompensa que merecía.

No aguantaba más; se acomodó en la silla y cogió el papel mientras jugueteaba con el bolígrafo que tenía entre las manos. Su mente daba vueltas pensando en las consecuencias, pero ganaba la molestia que sentía entre las piernas. Nunca había estado tan excitado por una mujer de esa forma, así que no lo dudó más. Firmó y le entregó el contrato a Chloe. Ésta lo lanzo hacia un lado, dejándolo caer al suelo, mientras él seguía el recorrido sorprendido. Pero ella no esperó un segundo más: le ofreció su mano y éste se levantó expectante por lo que sucedería en esos instantes. Las manos de ella le bajaron los pantalones, liberándolo por completo de la tensión que sentía... y, no conforme con ello, retiró los bóxers, dejándolo desnudo a su merced.

Esta vez no quiso ser cruel, no iba a demorar el momento, así que se dejó caer sobre sus rodillas y agarró con sus manos el final de su miembro, mientras jugueteaba con su verga. Lamía, soplaba repetidamente, profundizando un poco más en cada movimiento, consiguiendo que Darek tuviera que agarrarse al canto de la barra para poder resistir al placer. Pero ése no era el propósito de Chloe: haría lo que fuera necesario para conseguir que el orgasmo que tuviera fuese uno de los mejores que hubiese sentido hasta entonces.

Y así fue: el sonido gutural que emergió de su interior anunciaba que llegaba al clímax como nunca antes lo había hecho. Chloe lo guio hasta sentarse en un sofá que había justo al otro lado y cayó rendido, mientras ella, con sus suaves y delgados dedos, acariciaba y retiraba el sudor de su frente. Darek se sentía feliz, estaba recibiendo unas atenciones de las que nunca antes había sido objeto. Aquella mujer era especial y no quería separarse de ella.

Minutos después, ya con la respiración recuperada, la miró y ella esperó, sabía que quería decirle algo. En voz baja, le dijo que había tirado el papel al suelo. Ella sonrió ladina y se levantó para recogerlo; lo miró fijamente mientras lo hacía añicos, dejándolo confuso; no entendía qué significaba ese gesto.

 

Miré la pantalla del ordenador asombrada por lo que Markel había escrito. El sentimiento que desprendían los dos personajes era impresionante. Cerré el archivo y mi correo personal y decidí continuar con mi trabajo, aunque mi mente no dejaba de plasmar la imagen que había creado de la escena.

El trabajo urgente estaba listo; por tanto, ya podía marcharme y disfrutar de una tarde haciendo lo que más me gustaba, leer y escribir.

Llegué al coche y conduje hasta llegar a mi casa. Dejé las cosas y fui directa a la cocina a prepararme algo rápido de comer. Odiaba cocinar, prefería cualquier cosa antes que pasarme horas encerrada allí. Me hice una ensalada bien grande y con ella me fui frente al ordenador.

Abrí la aplicación de Facebook y vi las novedades, compartí estados y comenté los que creía interesantes. Después entré en mi blog, cambié unos detalles del diseño y contesté a cada uno de los comentarios que habían dejado sobre las guías de viaje. La ventana del chat se abrió. Miré quién era el que me escribía y me alegré al ver que se trataba de Markel; sonreí y contesté un «Qué tal ha ido el día».

 

Markel: Intrigado...

Dunia: Aún no he comenzado, estoy comiendo.

Markel: Primero es el deber.

 

Leí la última frase y no supe qué responderle. Era obvio que, una vez más, estaba jugando conmigo. Era el ser más frío, distante y a la vez intrigante que había encontrado hasta ahora.

 

Dunia: Termino y cumplo con el deber.

Markel: Sé cómo va a continuar la historia, no hace falta que te esfuerces mucho; ahora vendrá la parte rosa, ya no hay contrato, así que... amor y felicidad.

Dunia: No estoy tan segura. Si lo tienes tan claro, por qué no la escribes tú.

Markel: Porque ésas no son las condiciones que me especificó mi agente, tengo que continuar lo que tú escribes...

Dunia: No haber aceptado, corto y cambio.

Markel: ¿Corto y cambio?... Adiós.

 

Me quedé mirando la pantalla confusa; estaba sonriendo y no entendía el porqué. Estaba siendo un impertinente, pero, aun así, mi sonrisa no se borraba de mi rostro. Llevé el bol a la cocina y me senté frente a la pantalla, preparada para continuar con la novela antirrosa, para demostrarle que no iba a ser la típica historia de amor.

Permanecí unos instantes mirando la pared mientras buscaba el inicio perfecto. Se suponía que Chloe había roto el contrato y él esperaba que le declarara amor eterno... pues no, allá iba mi parte.

 

Chloe sonrió maliciosamente, mientras él la observaba ensimismado. Caminó por el salón bajo su atenta mirada, intentando decir las palabras precisas, las correctas para aquella situación. Y la luz le llegó de pronto. Ni corta ni perezosa, le dijo que no necesitaba ningún contrato escrito, que sólo era una prueba para cerciorarse de hasta dónde estaba dispuesto a llegar por estar a su lado, y ya lo había demostrado firmando. Él continuaba desnudo de cintura para abajo, muy atento a lo que le contaba, sabía que aún vendría alguna sorpresa más.

Y así fue: Chloe le pidió que se desnudara por completo y la acompañara. Éste, paralizado durante unos segundos, obvió la orden, pero ella no se iba a amilanar. Le aclaró que sólo diría las cosas una vez y que, cuando ella pidiera algo, él debía obedecer sin dudarlo ni un instante, fuera lo que fuese. Él asintió sorprendido por su cambio de humor y se deshizo de la poca ropa que aún le quedaba.

Chloe caminó con paso seguro hasta llegar al patio trasero y se paró al lado del manzano. Él se detuvo sin saber qué quería que hiciera, hasta que le indicó con su dedo índice que se colocara frente al tronco. Darek lo hizo y se apoyó en él, mientras ella entraba rápidamente en la casa para coger lo que había comprado.

Salió con un enorme trozo de tela blanca, una cuerda y unas tijeras. Le pidió ayuda y él asintió sin saber qué pretendía. Le pidió que pasara la tela por una de las ramas, creando un columpio de tela. No entendía qué pretendía hacer con un columpio, pero ella tenía muy claro el qué.

Ató cuerdas, una a cada lado, dejando un tramo colgando a la espera de algo o alguien. Ella sonreía, se imaginaba la obra de arte que iba a conseguir cuando los dos estuvieran utilizando sus herramientas, sería muy divertido.

Continuaron colocando argollas y cuerdas por las paredes del patio; el no preguntó, tenía claro que lo descubriría muy pronto.

 

El timbré sonó y me asustó, pues me hallaba centrada en lo que estaba escribiendo. Era Thor; estaba serio, pero parecía más relajado. Me apartó el pelo de la frente y me preguntó cómo estaba. ¿Cómo iba a estar? Pues muy bien, después de que me hubiera besado y de que se presentara en mi casa. Pero no era a eso a lo que él se refería, sino que pensaba en el golpe que me había dado en la frente esa mañana. Ya no me acordaba; no me dolía y ni siquiera me había mirado al espejo; así que contesté que estaba estupendamente, que no se preocupara, y le invité a entrar.

Se sentó en el sofá, mientras yo fui a la habitación a guardar el archivo que tenía a medias. Cuando salí, sostenía uno de mis libros entre las manos; estaba leyendo la sinopsis. No era una persona lectora, así que eso me llamó la atención; lo espié desde la puerta de mi habitación hasta que se sintió observado y me miró.

—No sé por qué lees estas tonterías.

—¿Leer es una tontería para ti?

—Las historias románticas, sí.

—¿Por qué son tonterías? Yo creo que todo el mundo espera al amor de su vida y ser feliz siendo amado. ¿Es una tontería pensar así?

—Y comieron perdices y fueron felices, va.

—Creo que tenemos opiniones muy diferentes sobre este tema; será mejor que no hablemos de ello o acabaremos discutiendo, una vez más.

—Vamos a tomar una copa.

Me quedé pensando. Estaba en medio de un capítulo, pero irme con él también me apetecía, así que acepté. Me miré de arriba abajo y estaba vestida para poder salir, así que sólo tuve que coger mi abrigo para acompañarlo. Quería ir en moto, pero me negué, hacía mucho frío. Me quitó las llaves del coche de la mano y lo abrió para conducir él.

Encendí la radio y arrancó, alejándonos de mi casa. Pasó de largo la cantina, así que íbamos a Oslo, seguramente prefería ir a algún lugar donde nadie nos reconociera o simplemente no hablaran de nosotros, hecho que agradecí.

El camino fue silencioso, ninguno de los dos habló. Simplemente escuchábamos la música que sonaba en la emisora de radio. En pocos minutos llegamos a un bar que no conocía; no estaba en el centro, sino en las afueras. Aparcó el jeep justo en la puerta y entramos. Era evidente que era asiduo en aquel lugar, las camareras lo conocían muy bien, a juzgar por sus miradas cómplices. No es que estuviera celosa, pero desconocer qué había hecho con su vida todo ese tiempo atrás me molestaba... entonces se suponía que era mi novio y que siempre estaríamos juntos.

Una de ellas se acercó y nos guio hasta la mesa más alejada; me senté y esperé a que pidiera él. Aún era temprano, pero decidió pedir algo de comer; yo simplemente pedí una bebida. Estaba nerviosa, no sabía qué intenciones tenía y mucho menos lo que quería yo. Lo único que tenía claro era que no volvería a estar a su lado como antes como si nada.

Trajeron la comida y aún no habíamos hablado; me sentía demasiado incómoda, no podía estar bebiendo a su lado y en silencio. Hubiese preferido estar en casa aprovechando el tiempo en lugar de estar ahí perdiéndolo de aquella forma, así que la única opción era comenzar a normalizar la situación.

—¿Cómo están tus padres?

—Bien. De momento se quedarán un tiempo con mi hermana, ella es una niña y los necesita.

—Estará muy mayor.

—Preciosa, no te lo puedes imaginar.

El brillo que iluminó su mirada al hablar de su hermana consiguió que pudiéramos mantener una charla sin mencionar problemas del pasado. Nos pusimos al día sobre las novedades familiares, nada más. Terminó la comida mientras continuábamos charlando como si nada; me sentía a gusto, había sido una buena idea salir a cenar. Me miraba, pero esta vez más relajado, no como lo hizo por la mañana; sus ojos estaban fijos en mí y me sentía halagada.

En cuanto acabamos de cenar, me propuso dar un paseo. La temperatura no era la más idónea para ello, pero, si él quería, pensé que por qué no. Nos dirigimos hacia el bosque y caminamos observando el paisaje; aún había luz natural y podíamos deleitarnos de la naturaleza. Su mano agarró la mía y entrecruzó mis dedos.

Seguimos andando cogidos de la mano; en ese momento me vino a la cabeza una frase de Markel «ahora vendrá la parte rosa, ya no hay contrato, así que... amor y felicidad»; no podía negarlo, ahora mismo me sentía así. En parte tenía razón, me encantaban las historias de amor muy románticas, pero no en la novela que estábamos escribiendo.

Nos paramos al final de un camino en el que había unas grandes rocas desde las que se podía ver el horizonte, era precioso.

—Si miras al fondo, podrás ver las rocas colgadas.

—Hace mucho que no voy allí, lo pasamos muy bien.

—Éramos imprudentes...

—Creo que más o menos como ahora.

Enmudeció; sabía que tenía razón, pero prefirió sentarse mientras respiraba profundamente como si estuviera recargando su energía. Me senté a su lado e hice lo mismo. Un brazo pasó por encima de mis hombros y me abrazó; coloqué mi cabeza sobre su hombro y permanecimos unos instantes así sin decir nada, solamente deleitándonos del contacto que llevábamos meses sin poder disfrutar.

Lo miré y me dirigí a sus labios, estaba segura de que quería besarlo, volver a sentirlo, y él me respondió. Sus besos dulces habían cambiado el ritmo; si por la mañana eran de necesidad, en ese momento eran diferentes... calmados y saboreando mis labios. Durante minutos estuvimos besándonos hasta que nos separamos y continuamos mirando hacia el horizonte, hacia las rocas colgadas, en las que tantas veces nos habíamos besado hasta el anochecer.

Comenzó a bajar la temperatura y decidimos regresar. Nos metimos en el coche y mi móvil vibró; desbloqueé el teléfono y vi que Markel había escrito en el chat. Abrí la conversación y leí. Seguía esperando impaciente el capítulo, no podía entender por qué tardaba tanto; no pude evitar sonreír. Me quitó el teléfono de la mano y miró con quién hablaba; al ver el nombre, lanzó el teléfono sobre mis piernas y me preguntó de muy malos modos quién era.

No podía creer que me estuviera preguntando eso. Ya no era la tonta de antes que no hablaba con nadie para que no se enfadara.

—Creo que no tengo que darte explicaciones.

—Perfecto; mientras me besas, te escribes con otros.

—Llévame a mi casa, no pienso oír tonterías.

—¿Quién es?

—No te lo pienso decir, ¿arrancas o me bajo?

Arrancó el coche y encauzó la marcha hasta mi casa, una vez más con el rostro tenso y la mirada rabiosa, furiosa... No podía entender por qué se ponía así, pero no pensaba rebajarme más, bastante lo había hecho ya.

Cuando llegamos a la puerta de mi casa, tras bajarse del coche, dio un portazo cuyo estruendo retumbó repetidamente en un eco que se alejó de nosotros, mientras él caminaba enfurecido hacia su moto. La encendió y, levantando la rueda delantera sin pensar que con la nieve podría caerse, se marchó a toda velocidad.

Suspiré profundamente. No entendía a ese hombre, se había puesto celoso por alguien que ni conocía. Pero no iba a ir tras él, eso era lo último que pensaba hacer en esos momentos. Volvería a mi casa y seguiría con el trabajo que había dejado a medias.

Abrí la puerta y, tras encender la chimenea, contesté en el chat.

 

Dunia: Acabo de llegar y me falta el final para enviártelo.

Markel: ¡Así que primero el deber!

Dunia: Si yo te contara mi deber; stop, cambio, stop, corto.

 

Yo sola reí de la tontería que le acababa de escribir, seguro que estaba pensando en lo boba que era, pero me daba igual, no tenía que aparentar lo que no era. Lo que tenía muy claro era que no iba a cambiar por nadie, y menos por alguien que ni tan siquiera sabía quién era.

Encendí el ordenador mientras me sentaba y pensé en cómo terminar la historia.

 

Chloe miraba satisfecha cada una de las paredes; llevaba mucho tiempo soñando con poder hacer realidad una de sus fantasías y por fin iba a conseguirlo. Darek la observaba; sabía que estaba alegre, era lo único que necesitaba para no pensar y no tener miedo. Sentía paz, tenía ganas de conocer sus planes.

Chloe lo acercó al tronco del árbol y comenzó a hacer nudos estratégicos en la suave tela; él ya podía intuir el fin del conjunto, pero ella estaba ansiosa por explicarle uno a uno para qué los utilizaría.

 

—Te toca explicar para qué sirven, muéstrame lo que sabes sobre el bondage —expresé en voz alta de forma maliciosa, intentando imaginar su cara en el instante en que supiera que debía contar para qué servía todo aquello y lo que mi protagonista tenía en mente.

Leí el capítulo completo sonriente, sabía que no era lo que él esperaba. Estaba orgullosa por el trabajo que estaba realizando, lo último que deseaba era que pensara que yo, o mi parte, fuéramos predecibles.

Me quedé sentada mirando al vacío mientras recordaba lo ocurrido con Thor; su mirada enfurecida me asustó, pero no sólo eso, el comentario que hizo antes de salir a cenar, sobre el libro que estaba leyendo, me enfadó aún más... definitivamente ese hombre y yo no teníamos nada que hacer. A mí me encantaba la romántica y ahora estaba comenzando a tener ilusión por conseguir escribir mi propia novela, y continuar con los relatos en mi blog. Ya no me importaba lo que pudieran pensar de mí, la verdad era que desconocía por qué aún no le había dicho a nadie lo que estaba haciendo.

No podía tener una relación formal con una persona que menospreciara mis hobbies, nunca nos llevaríamos bien, por mucha tensión sexual que hubiera entre los dos. Resoplé confundida; era una de las primeras veces en las que reflexionaba de forma objetiva, sin dejarme llevar por las emociones vividas... aunque ya no estaba muy segura de lo que sentía realmente.

Abrí la ventana del chat y le escribí a Markel; iba a informarle de que ya tenía el capítulo listo, así podría leerlo y continuarlo.

 

Dunia: Deber cumplido.

Markel: Eso suena interesante...

Dunia: No lo sabes bien, espera y verás.

 

Abrí el correo electrónico y envié el capítulo, poniendo en copia oculta a Esther. En el cuerpo del texto, le indiqué que estaba en sus manos marcar el límite; era decisión suya decidir y adjudicar el nivel de erótica que debía alcanzar nuestra historia; se lo había dejado en el punto exacto, así que no le sería nada difícil.

 

Dunia: Enviado.

Markel: Cambio y corto.

Dunia: Dicen que lo malo se pega. Stop, cambio; stop, corto.

 

Una carcajada salió de mi garganta, ese tipo comenzaba a ser interesante, su humor conseguía que quisiera saber más de él. Volví al buscador de Internet y repetí la misma acción de días atrás: «Markel», «Autor+Markel», «Markel+Escritor romántica»; fue en vano, ese hombre era un desconocido para la faz internauta.

Apagué el ordenador y me fui al salón; tenía tiempo para continuar con el libro que había comenzado la noche anterior, así que me tumbé sobre la alfombra justo delante de la chimenea y me adentré en la historia.

Mi teléfono no dejaba de sonar, un mensaje tras otro; no pude remediarlo, dejé el libro y comencé a leer los WhatsApps.

Assa me explicó que la habían cogido en la prueba que había hecho; la felicité y me alegré muchísimo por ella, así que al día siguiente quedamos para celebrarlo; ya era viernes, así que iríamos a tomar unas copas a Oslo.

Esther gritó entusiasmada, utilizando las mayúsculas para ello; estaba alucinada por el capítulo, necesitaba saber qué ocurriría a continuación, y no dejaba de repetir que iba a ser una bomba cuando ganáramos el concurso. Ella estaba muy segura de ello; yo, no tanto... pero en el fondo me hacía ilusión poder ganar algo, hasta el momento nunca lo había logrado.

Continué contestando los comentarios del blog de la entrada del cuaderno viajero. Había dado mucho de sí; seguían adjuntando fotos, y muchas anécdotas.

Luego navegué por Facebook hasta que decidí que ya tenía suficiente. Seguiría con la lectura. Apagué el móvil para evitar interrupciones y me evadí del mundo real.

No sé cuánto llevaba leyendo, pero no podía parar, cada capítulo me dejaba con el alma en vilo... hasta que llamaron a la puerta, provocando mi enfado. Estaba en lo mejor del libro y venían a molestarme, ¿qué hora era?

Abrí con desgana. Mi sorpresa vino cuando descubrí a Thor tras ella. Se lo veía nervioso; podía intuir que algo había bebido por el enrojecimiento de sus ojos, pero lo que más me llamó la atención fue que una pequeña discusión conmigo hubiera provocado eso.

Le pregunté qué quería, pero no contestó, me apartó la mirada y se dio la vuelta sin alejarse de la entrada, estaba dudando entre irse o quedarse.

—Thor, ¿qué quieres? —repetí.

Se dio la vuelta y se metió las manos en los bolsillos; luego las sacó, pero permanecía inmóvil, y mudo. Mi enfado iba en aumento, pues no me gustaban los juegos de críos y parecía que él no tenía muy claro a qué había venido.

Suspiró y su fuerte olor a alcohol llegó a mis fosas nasales, consiguiendo que retrocediera unos pasos; definitivamente ese hombre no estaba bien, algo le sucedía para que actuara de esa forma, y comenzaba a dudar si quería saber más.

—Vete a casa a dormir.

Retrocedí para cerrar la puerta, pero él la abrió con una fuerza violenta que ejerció con una mano; yo permanecí inmóvil, atónita por su reacción. Iba a decir algo cuando sonó un mensaje en mi móvil y me giré instintivamente hacia el salón; luego lo miré a él y me ofreció una vez más su mirada enfurecida.

Sacudió la cabeza negando, y se fue. Me quedé observando cómo se alejaba sin entender nada. Si alguien era complicado en este mundo, él era el número uno. Me dejó paralizada en la puerta, helándome, confusa por los sentimientos contradictorios que sentía.

A través de sus palabras
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