Capítulo 6

 

Decisiones que tomar

 

 

Estaba en la oficina hablando por teléfono con algunos clientes; teníamos muchos pedidos y estaba cansada, apenas había podido dormir, pues la visita de Thor había conseguido confundirme. Su actitud no me gustaba, pero no sabía qué hacer ni cómo ayudarlo, o simplemente si quería hacerlo. Pasé horas meditando si realmente quería volver con él, si me estaba confundiendo de nuevo, pero no llegué a ninguna conclusión. Seguía contradiciéndome continuamente.

Hablé con Esther y su opinión cambió radicalmente: me aconsejaba que pasara página de manera definitiva, pues creía que aquella relación no me hacía ningún bien, pero algo me decía que debía intentarlo una vez más.

Suspiré y me concentré en los quehaceres de la oficina, necesitaba olvidarme por un rato de Thor y el trabajo era una de las mejores fórmulas. Así estuve durante un buen rato, hasta que un aviso de un mensaje me alertó.

 

Markel: Ha sido un honor decidir el camino.

Dunia: No te acostumbres, va a ser la única vez.

 

Contesté sonriendo. Era consciente de lo arrogante que podría llegar a ser y no pensaba avivar su orgullo; sabía que, en las conversaciones con él, éste siempre me llevaría a su terreno o al menos lo intentaría, pero ambos podíamos reconducirlo a través de cada capítulo.

 

Markel: No estoy tan seguro.

Dunia: Espero que hayas cumplido con tu deber.

Markel: Mira tu correo. Cambio y no corto.

 

Sonreí, no pude evitarlo al leer esa última frase, «no corto». ¿Eso qué significaba? Continué riendo, considerando que ese hombre era igual de friki o más que yo. Entonces miré hacia la puerta y vi a Thor observándome; nuestras miradas se cruzaron y él la apartó rápidamente. Seguía enfadado, pero no pensaba ir tras él, y menos cuando yo no había hecho nada. Negué con la cabeza y abrí el correo electrónico; estaba deseando saber cómo continuaba; esa parte iba a ser emocionante, pero mi plan se frustró cuando vi entrar a Grete. Estaba pálida; cerré rápidamente el archivo y fui hacia ella.

—¿Estás bien?

—Sí, sólo estoy cansada; últimamente Fredrik me da más trabajo por las noches, duermo muy mal.

—Si necesitas ayuda, cuenta conmigo.

—Lo sé, pero no te preocupes, bastante tienes. Espero que la semana que viene Aksel pueda reincorporarse.

—Descansa, por favor.

—Eres un sol.

Se acercó y me dio un beso en la frente. Luego me guiñó un ojo y salió en busca de mi padre. Yo continué con el trabajo del aserradero, muy a mi pesar, porque realmente de lo que tenía ganas era de leer el capítulo, pero primero debía ocuparme de lo urgente.

Ya había pasado casi toda la mañana y, por mucho que me esforzaba, no terminaba los asuntos pendientes, así que respiré hondo con la intención de cambiar el estrés por un poco de relajación y preferí desconectar unos minutos leyendo el capítulo de Markel.

 

Chloe estaba orgullosa de su creación, era una obra de arte que debería ser admirada, aunque pensó que muchas personas no lo entenderían. Sería mejor que fuera un secreto. Darek lo observaba todo, intentando averiguar el fin de cada elemento... pero ella no iba a esperar a que lo descubriera, estaba deseando mostrárselo. Le cogió una mano y lo dirigió hacia el árbol, donde había creado un columpio; ella se subió en él y le mostró que, al columpiarse, su pubis llegaba a la altura de su verga... un contacto directo y brusco, que electrificaría su interior.

Los ojos de Darek casi salieron de sus órbitas, provocando que Chloe se riera como una loca. Se acercó hasta su cuerpo y, tras colocarse justo delante, rozando sus prominentes pechos contra su torso, le preguntó si confiaba en ella. Él la miró y asintió. Decidió no explicarle nada, para que fuera descubriendo las cosas a su debido tiempo, evitando asustarlo y que quisiera huir de su propia casa.

 

El capítulo era muy erótico, pero sin dejar los sentimientos a un lado. Markel había conseguido que Darek entendiera cuál era la finalidad, el placer mutuo, no sólo el de ella. Tenía que pensar algo que dejara con la boca abierta a cualquier lector. Pero de una cosa estaba segura: no había entrado en detalles; por tanto, no había decidido el camino, era yo la que tenía en mis manos explotar los límites de nuestra trama. Entraría en acción, era el momento justo para mostrar el erotismo de la historia.

Me estaba retando, era más astuto de lo que creía. Ahora me tocaba a mí, pero no estaba segura de cómo continuar, así que me despejé buscando las novedades de las editoriales para crear una entrada en el blog. Durante unos minutos, preparé la información y, sin más, la colgué. Abrí el correo electrónico y eché un vistazo a los mensajes que tenía pendientes de leer.

Estaba concentrada en una conversación a través de las redes sociales, cuando la pantalla del chat volvió a aparecer; sonreí y contesté.

 

Dunia: Ya veo que has alargado la agonía para que decida yo.

Markel: El fin del camino a veces no es tan directo, sólo lo demoré.

Dunia: Interesante... Ahora tengo que pensar.

Markel: Déjate llevar. Cambio y corto.

Dunia: Corto.

 

Ese hombre era muy raro, nunca en toda mi vida me había encontrado con alguien así. Apagué el ordenador y salí hacia el coche para ir en busca de Assa, pues había quedado con ella que comeríamos juntas.

Mientras me dirigía al exterior, vi a Thor; disimulaba no haberme visto, así que preferí hacer lo mismo, abrí la puerta de mi jeep y me senté. Cambié el sentido de la marcha para salir del aserradero y mis ojos se clavaron en el retrovisor interior que reflejaba la imagen de éste mirándome fijamente. Cuando giré para adentrarme en la carretera, desapareció de mi campo visual. Respiré hondo sintiéndome confusa, no entendía qué ocurría con nosotros ni si quería que ocurriera algo más. Pero lo que sí tenía claro era que sacármelo de la cabeza no iba a resultar tan fácil como había pensado en primera instancia.

Conduje hasta llegar al centro de Oslo, donde debía recoger a Assa en la exposición. Justo finalizaba su turno e iríamos a almorzar por los alrededores. Vi cómo salía Assa junto con la guía que nos mostró la exposición el día que fui; esperé en el coche mientras ella terminaba de despedirse, cuando oí un mensaje en mi teléfono.

Era un mensaje del chat de Facebook; sabía quién era, leí su frase. Siempre escribía lo mismo: «el deber»; no pude evitar reírme de forma escandalosa mientras Assa se sentaba a mi lado y me miraba expectante, intentando descubrir con quién conversaba. Pero no tenía la menor intención de dar explicaciones, así que escribí un «Stop. No estoy sola. Stop. Más tarde te escribo» y dejé el teléfono dentro del bolso.

—¿Cómo ha ido el día? —desvié el tema rápidamente.

—Bien, ha pasado muy rápido, aunque tengo los pies destrozados.

—Normal, llevas muchas horas sobre esos tacones, yo no los soportaría.

—¡Tú no te pones tacones ni en las bodas! —Rio descaradamente.

Arranqué el coche y nos dirigimos hacia el centro comercial al que solíamos ir, aparcamos en el parking y subimos a una cafetería a comernos un menú.

Assa me contó cómo le había ido en la prueba, lo que le hicieron hacer y lo feliz que se sentía al haber sido elegida; de momento haría pequeñas campañas, tendría que hacer de modelo de grandes marcas y le prometieron miles de cosas que yo esperaba que las cumplieran o la desilusión sería enorme.

Yo la escuché y le di mi sincera opinión; ella me decía que no fuera tan exagerada, que sabía en qué mundo se estaba metiendo, y que no temiera por ella.

Nos sentamos a almorzar y Assa me preguntó por Thor; sabía que nos veíamos cada día, así que le dije que había venido un par de veces a casa, y que me había besado, pero que no sabía qué hacer, que estaba hecha un lío. Me animó para que siguiera con él, que era el chico más deseado de la zona. Mi menté volvió a recordar las veces que esa mañana me había cruzado con él; apenas me había mirado y, en las pocas ocasiones en que sí lo había hecho, estaba enfadado. Por más que lo meditara, no entendía qué le pasaba.

—Dunia, ¿estás aquí?

—Sí, perdona, estaba pensando.

—¿No sería en Thor? —respondió riendo pícaramente. Pero yo negué con la cabeza y le di un golpe en el brazo, regañándola, aunque tenía mucha razón.

Mi móvil vibró y miré quién era; tenía un mensaje de Esther, que después respondería, y otro de Markel.

 

Interesante... intuyo que pocos conocen tu afición; si no, hablarías sin tapujos.

 

Sonreí al leerlo y escribí un «afirmativo» rápidamente. Assa me vio y me preguntó directamente quién era; maquillé la verdad y le dije que se trataba de un amigo de Madrid con el que me escribía a través de Facebook. Ella intentó sonsacarme acerca de si era guapo y si sólo era un amigo, así que tuve que inventarme que era muy feo. La verdad era que no tenía ni idea, pero seguramente sería así, o al menos Esther y yo eso creíamos, por eso no tenía ninguna foto pública.

Reímos cómplices, y me dijo que, si era feo, lo enviara lejos, que no merecía la pena. No pude evitar reírme del disparate que acababa de soltar como si fuera tan normal. Terminamos de comer y salimos de tiendas. Vi un jersey que me encantó y me lo compré; ella, en cambio, eligió bastantes más cosas que yo, era demasiado presumida.

La tarde de compras fue agotadora. Mientras ella se probaba infinidad de modelos, yo permanecía de pie, esperando a que saliera para decirle que todo le quedaba bien; no podía mentirle, así era. Tras caminar por todos los pasillos, acabé rendida y le pedí que regresáramos.

Como no tenía ganas de ir a casa, me animó a continuar en la cantina y, tras insistir, accedí, pero con la condición de pasar por mi casa un momento para cambiarme los zapatos. No me había puesto las botas y sentía los pies helados. Conduje hasta mi casa, mientras continuamos hablando. Le comenté cómo había mejorado Fredrik y lo orgullosa que me sentía de él.

Llegamos a mi casa y no entré: en el recibidor, me descalcé y me puse las botas, y también cogí un gorro de lana; luego volvimos al coche para continuar. Llegamos a la cantina; para ser viernes, apenas había gente. Pedimos que nos hicieran un bocadillo y unas patatas fritas para picar, acompañadas de una Mack.

—¡Mira quién entra! —dijo mientras señalaba tras de mí.

Volteé la cabeza de la forma más disimulada que pude y allí estaba él, mirándome directamente, mientras se sentaba en la barra. Me giré y miré a Assa mientras suspiraba y le hacía un gesto de «¿qué hago?». Ella movió las manos dándome a entender que no lo sabía. Vi que el camarero se acercaba y nos sirvió la cena. Agarré el bocadillo y comencé a comer, intentando no pensar en lo que sucedería.

Unos pasos sonoros y fuertes se acercaban; sabía que eran los suyos, y la mirada de Assa hacia él, sonriente como si nada pasara, me lo corroboró. Inhalé el máximo aire que mis pulmones fueron capaces de absorber, intentando recoger las energías necesarias para enfrentarme a él.

Se sentó en el banco de madera justo al lado de Assa y frente a mí, apoyó su espalda en el respaldo y, sin dejar de mirarme, dio un largo y lento trago a la Mack, dejándome petrificada con el bocadillo entre las manos y con cara de atontada durante unos segundos, hasta que reaccioné y continué comiendo sin mirarlo.

Assa, al sentir el silencio tan incómodo que se había creado, le preguntó cómo le iba en el aserradero, y por su familia. Él le contestó, pero no dejó de mirarme en ningún instante, consiguiendo ponerme nerviosa.

Entró Aksel y me sentí aliviada; al menos ellos hablarían y, durante un rato, dejaría de estar pendiente de mí. Y así fue: lo saludó y se sentó a mi lado, mientras pedía algo de comer. Thor lo acompañó y los cuatro seguimos comiendo y hablando de todo y de nada.

Miré el móvil porque no dejaba de vibrar, era Esther. Le contesté que todo estaba bien, que estaba cenando con los chicos y que no tenía más novedades. Era la única forma de tranquilizarla.

Assa me comentó que a la exposición había ido un grupo de personas que hablaban del bondage... Ella lo comentaba como si fuera lo más escalofriante del mundo, pero a mí me interesaba; esa misma noche tenía que escribir algo sobre ello y cualquier detalle podría servirme. Continuó explicando que uno de ellos era defensor de la contención, que tenía instrumentos que había creado con telas para oprimir... no era capaz de decir la palabra miembro, ni pene, como si mencionarlo fuera algo aberrante. Aksel no dejaba de decir que estaban locos, que deberían encerrarlos y, sobre todo, que deberían censurar esa exposición.

Me atraganté al escuchar esa opinión tan descabellada, yo no la compartía. No había practicado en mi vida nada por el estilo, pero respetaba a las personas que eran capaces de disfrutar con ello. Me miraron todos y me preguntaron si estaba bien; asentí mientras daba un trago a la bebida y conseguí pasar la comida que se me había quedado a medio camino.

Entonces tuve claro lo que iba a demostrar con mi novela: conseguir que personas como ellos pudieran comprender un mundo desconocido, pero para nada escabroso. Chloe debía demostrar a Darek lo que yo pensaba, ella se lo enseñaría en directo.

Ya tenía decidido lo que iba a escribir, sólo me faltaba deshacerme de ellos, buscar una excusa para marcharme. Y Thor estaba a punto de servírmela en bandeja gracias a un comentario en su línea, arrogante, que nos dejó a todos sorprendidos.

—¿Qué has dicho?

—Lo que has oído.

—Vuelve a repetirlo.

—Que nos des tu opinión, que estás muy callada... puede que, con tu amigo, con ese con quien te escribes a escondidas, te guste practicar cosas nuevas.

Assa me miró ensimismada, y Aksel, enfadado como si hubiera hecho algo malo, pero no pensaba seguirle el juego, estaba loco si quería que le contestara.

—Aksel, déjame salir, me voy.

—¿De qué amigo habláis?

—¡Y a ti qué te importa, hermanito! —Lo empujé.

Assa me pidió que no me fuera, pero ya había escuchado suficiente, no pensaba rebajarme por él; por mucho que estuviera enfadado, eso no le daba derecho a hablarme así. Conseguí que Aksel me dejara pasar y caminé hasta llegar al coche. Saqué las llaves de mi bolsillo para abrir la cerradura cuando un golpe provocó que se me cayeran de las manos al suelo.

Me giré y me quedé mirándolo fijamente. Me pidió que lo acompañara, pero no pensaba hacerlo, ¡quién se había creído que era! Me agaché y le dio una patada a las llaves para que no pudiera alcanzarlas. Dio varios pasos hasta cogerlas y me dijo que, hasta que no habláramos, no pensaba dármelas, así que no tuve más remedio que seguirlo en dirección al bosque. Se sentó en una roca y me quedé delante de él, esperando a que hablara.

—¿Con quién te estás escribiendo?

—Tú crees que, después de dejarme por otra, te voy a contar mis cosas. No tienes derecho a nada.

—Lo sé, pero necesito saberlo.

—¿Para qué?

—Dunia, por favor —rogó llevándose las manos a la cabeza, nervioso.

—No te voy a contar nada. Me parece increíble. ¿Me puedes dar las llaves, por favor?

—¡Dunia, siempre estabas en mi jodida cabeza!

—Por eso me dejaste por ella.

Reí fruto del nerviosismo y del enfado que crecía en mi interior. Él quería saber con quién me relacionaba, pero aún no se había disculpado por lo ocurrido, ni lo había intentado. No iba a ponérselo tan fácil, esta vez no.

—Fui un imbécil.

—No puedes regresar y esperar que te reciba con los brazos abiertos; no Thor, me heriste.

—Lo sé y lo siento, pero he cambiado.

—No, eres el de siempre... no creo que seas lo que quiero en mi vida, por lo menos ahora mismo.

—Y él, ¿sí?

—Pues sí; tiene mis mismas aficiones, me entiende y disfruto hablando con él de cosas que me gustan. —No pude evitar explotar y decir lo que menos esperaba y sabía que le iba a doler. No conocía a Markel, pero las pocas palabras que cruzaba con él me llenaban, sorprendentemente, más que todas las estúpidas conversaciones que manteníamos cuando estábamos juntos.

Cuando le comenté que me gustaba escribir y que quería abrir un blog, menospreció mi idea diciéndome que eso no servía para nada, que era una pérdida de tiempo. Pero, para mí, nunca fue así... era una forma de desconexión del mundo real, de los problemas diarios, y él nunca sería capaz de valorarlo como yo.

Permaneció inmóvil frente a mí, frío como el hielo, hasta que lanzó las llaves y me golpearon una pierna; me agaché y las cogí, mientras pensaba en que, antes de irme, necesitaba saber una cosa.

—Me gustaría que fueras sincero. ¿Por qué has vuelto?

—Ya no sirve de nada.

—Quiero saberlo.

—He vuelto para recuperarte.

—Dime un lugar donde me encantaría viajar, el libro que vuelvo a leer año tras año, la película que más me gusta... —Me miró fijamente, sorprendido por mi pregunta, pero no respondió. Permanecí de pie con una sonrisa ladina, consciente de que no lo sabía.

—Respóndeme, sé sincero, ¿lo sabes?

—Dunia, yo...

—Contesta.

—No lo sé, yo...

Ya conocía la respuesta, no lo sabía. Había oído suficiente. Me conocía hacía más de diez años, muchos de ellos como novios; le había contado todo lo que le acababa de preguntar, pero él ni lo recordaba. Me di la vuelta y caminé en dirección al coche; no pude evitar que las lágrimas corrieran por mi mejilla, me sentía defraudada.

Me monté en el jeep y vi salir a Assa. Me miró con cara de pena, le dije «adiós» con la mano y aceleré en dirección a mi casa. No quería seguir allí, ni quería verlo más, todo había terminado definitivamente. Tenía que continuar con mi vida.

Entré en casa y encendí la chimenea. Cuando el fuego ya tuvo la fuerza suficiente, fui hasta la habitación y cogí el portátil para escribir el capítulo que tenía pendiente. Al día siguiente no tenía que ir a trabajar, era sábado, así que el fin de semana lo dedicaría a leer y escribir, las dos cosas que realmente me llenaban y conseguían que me sintiera feliz.

Un mensaje sonó en mi móvil; no sabía quién era, pero me levanté para cogerlo del bolso y lo leí, era Assa.

 

Dime que estás bien, siento lo que ha pasado. ¿Quieres que vaya contigo?

 

Respondí que no, que prefería estar sola, y dejé el teléfono sobre el sofá que tenía a mi espalda. Me senté en la alfombra mientras las llamas calentaban mi rostro y arrancaba el ordenador para comenzar a escribir.

Respiré hondo y me puse manos a la obra.

 

Chloe tenía claro cuál sería su bautizo en aquel nuevo mundo, y él no iba a ponérselo difícil. Estaba deseando comenzar, así que no se hizo de rogar: le ató las manos a la espalda pasando luego la suave tela blanca entre sus piernas, dejándolas abiertas mientras ésta lo presionaba contra el tronco del árbol. Pasó un trozo más corto de tela sobre sus ojos, para impedirle ver lo que estaba a punto de suceder. Continuó realizando ataduras entre sus piernas, rodeando su pene. Darek se asustó al sentir el nudo en su miembro, pero ella acarició su pierna de forma muy tierna, para que se relajara... y lo consiguió: sus músculos se destensaron y continuó hasta conseguir que su cuerpo atado pareciera una obra de arte.

Estaba completamente desnuda frente a él, que no podía moverse, atado de pies y manos; su cuerpo estaba cubierto por lazos; algunos erguían partes de su cuerpo para que Chloe las pudiera mimar... como sólo ella sabía. Se aproximó a su cuello y su lengua empezó a jugar; la piel se le erizó y ella sonrió.

Los movimientos de sus manos tensaban y destensaban los lazos, provocándole roces que le arrancaban gemidos que apenas podía balbucear. Darek estaba asustado, conmocionado por la adrenalina que estaba experimentando, pero la excitación era máxima... sentía unas pequeñas punzadas que no sabía a qué eran debidas, pero le ofrecían un placer diferente al que hasta ese momento había vivido. Chloe, en cambio, estaba mojada, a consecuencia de la excitación de él.

Los labios de ella recorrieron su cuerpo, provocando que intentara encogerse o apartarse, pero no podía, estaba inmovilizado. Las uñas de ella se posaron sobre su verga y, tras unos pequeños tirones, consiguió que emitiera gemidos desgarradores y que su cuerpo palpitara por completo. Chloe, no contenta con el placer que ya le estaba generando, tensó la tela más cercana a su escroto para poder retener la eyaculación, prolongando el placer y la necesidad de sentirlo.

El sudor de Darek comenzaba a empapar la cinta que cubría sus ojos; su respiración era agitada, comenzaba a ponerse demasiado nervioso, así que decidió que, para comenzar, había sido más obediente de lo que esperaba y masajeó su pene mientras liberaba su escroto y dejaba fluir su orgasmo, que tragó saboreando hasta la última gota de su deseo.

Los lazos se deshicieron y lo primero que hizo Darek fue retirarse la cinta de los ojos, para ver cómo su amante se encontraba frente a él saboreando su pene de la forma más dulce que nunca nadie había lamido.

Estaba extasiado, tanto que le temblaban las piernas. Chloe se levantó y, tras besarlo todo lo sensual que pudo, lo tumbó sobre una cama que habían preparado momentos antes. Sin darse cuenta, Darek se durmió mientras era acariciado por las suaves yemas de los dedos femeninos y recibía cortos besos, que demostraban que se sentía feliz y orgullosa de él.

Cuando Darek despertó, se encontró desnudo al lado de ella; también se había dormido, rendida por los cuidados que le había entregado. No dudó en acariciarle la mejilla y se acercó a besarla, cuando esta abrió los ojos y le sonrió.

Chloe le preguntó cómo estaba, si se sentía cómodo, y él asintió mientras le besaba los labios tan suave e intensamente que sus pezones se endurecieron rápidamente. Él los miró y sonrió de forma lasciva; sabía que ella había trabajado mucho para que él hubiese tenido el orgasmo que tanto esperaba, así que le debía algo. Se abalanzó sobre ella y comenzó a besarle el cuello de forma descendente hasta llegar a sus duros pezones; los agarró entre los dientes y fue tirando de ellos mientras los mordía, consiguiendo que se excitara, tanto que frotaba sus piernas contra él en busca de contacto. Se sintió el hombre más afortunado del mundo en ese preciso instante. Continuó bajando hasta llegar a su sexo. La respiración de Chloe se aceleró, pero no tanto como cuando vio que él agarraba las telas sobrantes que había en el suelo y le tapaba los ojos; también unió sus manos por encima de su cabeza y se coló entre sus piernas.

Se levantó y la observó, sintiendo lo mismo que ella cuando lo había visto a él. Se miró el miembro y comprobó que estaba creciendo en segundos; estaba excitado al verla atada y a su merced. Ahora comprendía el afán de ella por mostrarle ese mundo. No iba a demorarse más... su lengua fue directa a atacar su clítoris: lo mordió, lo absorbió, lamió y besó, provocando que jadeara nerviosa; él también sabía conseguir que ella disfrutara. Continuó devorando su sexo hasta que una fuerte estocada llegó a su interior, consiguiendo que casi alcanzara el clímax, pero éste, al percatarse de ello, se separó y sopló suavemente, intentando calmar sus sentidos, pero no lo logró, pues la desesperación creció, así que siguió ofreciéndole estocada tras estocada, hasta que ella explotó y gritó exhausta mientras sus piernas temblaban y quedaba laxa e inmóvil bajo su cuerpo.

 

—Madre mía, qué tensión —dije al poner punto y final al capítulo.

Eso era justo lo que quería demostrar, que maniatar a la pareja no era nada aberrante, sino todo lo contrario: se aumentaba la percepción de los sentidos más allá de lo que en circunstancias normales no conseguía. La excitación era mayor que con una relación sexual típica; me sentía contenta por haber escrito un capítulo tan erótico.

Preparé el email de Markel y se lo envié; le avisé por medio de un mensaje de chat, tal y como habíamos comentado durante el día. En ese momento recordé las palabras de Thor, cómo se enfureció al saber que hablaba con alguien y su necesidad de descubrir quién era.

Lo que más me dolía era ser consciente de que había perdido el tiempo con él, que no le había dado ninguna importancia a todo lo que yo le había contado. Para mí, sí la tenía: podía decirle la película que le gustaba, su equipo de fútbol, cualquier cosa, pero él, de mí, nada. No era justo; eso me había herido mucho más que su infidelidad. Las lágrimas brotaron, empapando mi rostro.

Fui al baño y abrí el agua, dejando que se llenara la bañera; necesitaba un baño de espuma, eliminar la energía negativa, que se fuera por el desagüe, no volver a sentirme nunca más de ese modo. Cuando vi que estaba llena, me adentré y permanecí tumbada unos minutos mientras frotaba con la esponja mis brazos y hombros. Cuando el agua se enfrió, decidí enjabonarme y salir.

Fui directa al armario y cogí un pijama, para no quedarme helada mientras secaba mi cabello boca abajo y mis rizos tomaban su forma rebelde, tal y como la naturaleza había decidido que debían ser.

Justo cuando terminé, me senté en la cama y desbloqueé el portátil. Vi un chat pendiente de leer, era Markel; me alegré al saber que me contestaba, así que decidí conversar un rato con él sin pensar en nada más.

 

Markel: Te tengo que felicitar, un capítulo muy erótico.

Dunia: No me lo puedo creer, ¿tú, felicitándome?

Markel: Cuando el trabajo está bien hecho, siempre lo hago.

 

Me preguntó si había publicado alguna obra y yo le expliqué que tenía un blog en el que colgaba algún relato suelto, pero que nunca me había atrevido a escribir una novela completa, ésta sería la primera. Estaba muy interesado en conocer de qué eran las entradas que colgaba y, por primera vez, podía hablar con una persona abiertamente de lo que hacía; no dudé en ningún instante: le comenté el tipo de reseñas y las entradas que publicaba casi a diario.

Él me confesó que era la primera vez que escribía una novela romántica, pero que estaba entusiasmado con la idea, que le parecía una oportunidad muy buena de conseguir que muchas personas conocieran nuestras historias. Por eso había accedido, y tenía toda la razón: si ganábamos, muchísimas personas nos leerían. Sólo de pensarlo, se me erizó el vello de los brazos, nunca imaginé poder publicar una novela, y menos que alguien me leyera.

Le pregunté por qué no aparecía ninguna foto en su perfil de Facebook y me confesó que Markel era su nombre verdadero y muy pocas personas lo conocían. Por ello apenas utilizaba las redes sociales. Lo entendí perfectamente, pues yo tanto en mi blog como en las redes sociales firmaba como El hechizo de las nieves; sólo las personas más cercanas sabían mi nombre real, el resto me llamaban Hechizo, y ya me había acostumbrado hasta el punto de que lo había normalizado como si fuera un nombre común.

Seguimos conversando durante horas; perdí la noción del tiempo hablando de las últimas lecturas que ambos habíamos terminado y las que teníamos pendientes. Comenzaba a bostezar, el cansancio era evidente por cómo parpadeaba; me quité las gafas y me froté los ojos, mientras me despedía de él.

Me fui a la cama y, tras tumbarme, me quedé dormida sin pensar en nada, solamente en lo que tenía entre manos en esos momentos, en la historia de Dunia y Darek.

 

 

Abrí los ojos y la claridad que había en la habitación no me dejó dormir más, así que me levanté. Caminé aún adormilada hasta llegar a la cocina y mi subconsciente sabía exactamente lo que debía hacer: abrir el armario, coger una capsula de café, introducirla en la cafetera y esperar a que el olor que desprendiera activara mis estímulos nerviosos. Era infalible; en cuanto lo olí, abrí bien los ojos y deseé que terminara de verterse el líquido en la taza para saborearlo.

La cogí entre las dos manos, calentándomelas, mientras me la acercaba lentamente hasta los labios para paladear el primer sorbo del día. Me senté en el banco de la ventana con las piernas cruzadas y lo degusté. Era sábado y no tenía por qué salir de casa, podía pasarme el día entero tumbada leyendo o haciendo lo que más me apeteciera, y era el mejor plan que podía imaginar.

Estuve mirando por la ventana más de media hora mientras daba cuenta de mi desayuno. Me levanté, recogí lo poco que había desordenado y me fui al sofá. Me sentía cansada, como si un tractor hubiera pasado por encima de mí aquella noche, no había descansado nada... Quizá mi mente había continuado pensando aun sin yo saberlo. Cogí mi móvil y contesté en el grupo: les deseé buenos días y les dije que no me iba a mover del sofá en todo el día; todas se burlaron de mí, diciéndome que no me lo creía ni yo, que no era capaz de no coger un libro o preparar algo nuevo. Pero yo había dicho no moverme del sofá, eso no significaba que, estando en él, no pudiera hacer nada; reí sola.

Abrí la aplicación de Facebook y envié un «buenos días, espero que el deber te esté llamando» a Markel. No sabía si estaría despierto; bueno, más bien no sabía nada de él... tan sólo lo que había descubierto hablando con él durante horas la noche anterior. Pude averiguar que le gustaba la novela romántica pero también el thriller, y que prefería los días lluviosos y permanecer en casa leyendo que ir a un centro comercial. La verdad era que, si comparaba nuestros gustos, éstos eran muy similares. Para mi sorpresa, vi que el chat me anunciaba un mensaje, había respondido.

 

Markel: Buenos días, Hechicera de las nieves.

Dunia: ¡Veo que te has informado sobre mí!

Markel: Siempre lo hago.

Dunia: Yo también, pero eres un auténtico misterio.

Markel: Sólo hay que saber buscar.

Dunia: Oh, perfecto, ahora soy yo la que no he aplicado las palabras correctas en el buscador.

Markel: Exacto.

 

Me comentó que en veinte minutos se ponía a escribir la continuación, que tenía claro que la línea que había tomado era la correcta y la iba a mantener. Me sentí satisfecha, por fin valoraba mi trabajo y comenzábamos a trabajar unidos.

Estaba muy interesado en el porqué del nombre del blog, y le expliqué que, aunque fuera española, bueno, mitad española, mitad noruega, vivía en Oslo desde niña. El nombre del blog procedía de una pequeña historia que mi padre creó para mí el primer día que puse un pie en Noruega. Según él, el suelo se convirtió en nieve en el momento en que llegué. Había creado un lugar mágico en el que comenzábamos una nueva vida para ser muy felices. Desde ese momento me llamó así, la hechicera de las nieves, era una chiquillada, una que me traía muy buenos recuerdos.

Muy pocas personas conocían aquella historia, pero, no sabía por qué, con él me sentía cómoda y dispuesta a contarle cosas que muchos ignoraban. Seguimos charlando de curiosidades que teníamos el uno del otro, y no pude evitar reírme. Me contó que, cuando era pequeño, todos se reían de él por llevar gafas y por ser un poco regordete; mi intuición no había fallado, debía ser el típico marginado en el colegio. Anoté ese pequeño detalle mentalmente para comentárselo a Esther, pero a mí no me importaba, era una persona con un carácter muy especial y, por lo poco que había hablado con él, sabía que era honesto. Cuando no quería contar algo privado, evadía el tema y proponía uno más interesante, consiguiendo que olvidara la pregunta. Y, como escritor, era bueno; me fascinaba su forma de imitar mi forma de escribir, pero no sólo lograba que pareciera que lo escribía la misma persona, sino que cambiaba el ritmo sin que se apreciara un cambio de autor. No sabía qué ocurriría con esa novela, si ganaría o no, pero lo que sí tenía claro era que resultaba una de las mejores que había leído en los últimos tiempos.

 

Markel: Hechicera, me despido, el deber me llama.

Dunia: Espero impaciente tu parte, que la inspiración se apodere de ti.

 

Sonreí como una tonta mientras cerraba el chat y luego hice una llamada a Esther a través de Skype. Nada más aparecer su cara en la pantalla, supe que esa noche había salido de marcha: su rostro era horrible y no pude evitar comenzar a burlarme de ella. Puso cara de enfado y paré de reírme. Le pregunté a voces si sabía con quién llevaba hablando desde anoche, y respondió automáticamente el nombre de Thor. No pude evitar poner cara seria y decirle que no, que había terminado el capítulo de Thor con un punto y final. Y dije muy alto «Markeeeeeelllllll». Ella chilló como una quinceañera y me preguntó qué sabía de él. Me hice de rogar un poquito, lo justo para que me suplicara un pelín más.

No podía ser mala, ni mucho menos, así que no dudé en comenzar a contarle que sabía que en el colegio era gordito, llevaba gafas y tenía problemas para relacionarse. También le comenté que él también me había buscado, que encontró mi blog y lo estuvo ojeando. Sorprendidas por la revelación de éste, nuestra curiosidad se incrementó.

Intentó sonsacarme cómo creía que continuaría la historia y si aún quedaba mucho, y no le pude responder, porque ni yo misma lo sabía. No tenía intención de finalizar la novela tan pronto. Ahora comenzaba a pasármelo bien. Seguimos conversando y, sin darme cuenta, perdí toda la mañana hablando por Internet, no había hecho nada más.

Me levanté y me preparé un sándwich vegetal; cuando estaba saboreándolo y disfrutándolo, mi móvil vibró y maldije en voz alta: tenía las manos manchadas, pero la curiosidad por saber quién era pudo con mis ganas de dedicarme en cuerpo y alma a mi sándwich. Con el dedo meñique, desbloqueé el teléfono y abrí el chat; era él de nuevo.

Me decía que el capítulo ya estaba listo, pero que no pensaba enviármelo aún. Yo insistí en que lo hiciera, pues quería continuar justo cuando acabara de devorar el vegetal que tenía entre manos. Escribió una carcajada y me dijo que debía invitarlo algún día a uno de esos sándwiches. Tras unos minutos de insistencia, logré que un correo electrónico entrara en mi bandeja.

Aligeré el movimiento al masticar para conseguir tragar lo antes posible mientras abría el archivo en el portátil. Pero algo desvió mi atención: la sombra de alguien; me levanté y miré hacia ésta, vi que era de un hombre. Caminé hasta la puerta y la abrí rápidamente, y allí plantado estaba Thor, dudando si llamar o no, con la clara intención de marcharse justo cuando lo sorprendí al abrir.

—¿Qué haces aquí? —Esperé unos segundos mientras buscaba las palabras adecuadas—. Márchate, no tenemos nada más que decir.

—No quiero terminar antes de intentarlo.

—Thor, lo intentamos durante años y tú decidiste irte, tú me abriste los ojos... y tú eres el único que desea volver a intentarlo. —Recalqué la palabra por encima del resto.

—Lo sé y me arrepiento. —Su voz era baja, pero desgarrada; se notaba que lo que me estaba diciendo era cierto.

—Lo siento, Thor; si quieres una amiga, siempre la tendrás, pero no obtendrás nada más —contesté intentando que entendiera que era lo único que podía ofrecerle.

—No puedes hablar en serio, nunca hemos sido amigos... —me gritó indignado y ofendido.

—Te estás contestando solo.

—Déjame que te demuestre que he cambiado. —Agarró mi mano intentando aferrarse a mí, pero la retiré velozmente, no podía continuar por ese camino.

—Es tarde.

—No pienso volver más y arrastrarme por ti. Si cierras esta puerta, no volveré a molestarte nunca más —aseveró duramente, malhumorado por mi reacción.

—Me duele tener que hacerlo, lo siento mucho.

Cerré la puerta mientras miraba la madera. Me sentí mal, no sabía si realmente había hecho bien o no, pero lo que tenía claro era que no quería continuar por ese camino.

Volví al salón y, tras suspirar, abrí el archivo que mi coautor me había enviado... pero me resultaba imposible, no podía concentrarme, así que abrí la ventana del chat y leí lo último que me había escrito Markel.

Me sorprendió la reacción que supuso no contestarle, la comisura de mis labios se curvo en una tímida sonrisa al leer sus palabras. Se había dedicado a predecir, poniendo en práctica su intuición, lo que debía de estar haciendo en ese instante. La primera suposición, leyendo ansiosa el capítulo; más tarde, haber ido a hacerme otro sándwich, e incluso llegó a escribir que podría estar en el baño.

La verdad, ingenioso era, pero no había acertado en ninguna de las posibles opciones, sino que estaba dando puerta a mi antiguo novio. Me quedé pensativa y la luz vino a mí. Esa idea era muy útil para el siguiente capítulo, conseguiría que Chloe y Darek se unieran más. Abrí el chat para contestarle y desmontar sus suposiciones.

 

Dunia: Las has fallado todas, no he hecho nada de lo que supones.

Markel: Eso dices tú; es muy fácil mentir cuando a uno no lo ven.

Dunia: Eso sí que no, yo nunca miento.

Markel: Tendré que creerte... No tengo medios para comprobar tu versión.

Dunia: Sólo te diré que lo que acabo de hacer aparecerá en el próximo capítulo. ¡Oh, sí!, ha sido una idea fantástica.

Markel: Cuándo nos pregunten si es autobiográfico, ¿qué contestarás?

Dunia: Que no, evidentemente.

Markel: Entonces, sí que mientes.

Dunia: Es maquillar la verdad.

Markel: Eso es peor, te quieres creer tus mentiras.

Dunia: No creo que el lector quiera saber si algo de lo que escribimos nos ha sucedido en realidad.

Markel: Ja, si yo te contara lo que te pueden llegar a preguntar.

Dunia: ¿Ah, sí? Cuenta, cuenta...

 

Pasaron unos segundos mientras veía cómo el estado cambiaba de «escribiendo» a «en línea»; estaba dudando mucho lo que tenía que decir. Eso me dio qué pensar, quizá no fuera la única que maquillaba la verdad. Al fin apareció el texto.

 

Markel: Parece mentira que no hayas ido a alguna presentación.

Dunia: He ido a muchas y no han preguntado eso.

Markel: Raro...

 

Dejó de escribir, dejándome pensativa... pero tenía que leer y no iba a demorarlo más, así que abrí el archivo y mis ojos recorrieron las letras, descubriendo la continuación.

A través de sus palabras
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