Capítulo 8
Irascible... sí, así me siento
Un ruido me alertó, abrí los ojos afinando el oído para saber qué me había despertado, pero mi mente estaba desconcertada. Mis muñecas... me las miré y vi que estaban libres, no estaba atada a la cama. Las acaricié porque me dolían, pero no tenían ninguna muestra de haber estado retenidas. ¿Había sido un sueño? Ni yo misma lo sabía; lo único que podía asegurar era que se trataba del segundo que tenía, y había sido tan real que estaba comenzando a preocuparme. Mis miedos por la reacción a lo que pensaran de mí se magnificaban cuando descansaba.
Cogí el teléfono móvil que descansaba en la mesilla de noche y lo desbloqueé. Tenía un mensaje de Assa, en el que me indicaba que, al regresar, se topó con Thor y estaba bien; ya lo sabía, porque me crucé con él.
Mi mente no dejaba de recordar lo que había ocurrido en el sueño, provocándome un escalofrío que recorrió mi cuerpo al reproducir de nuevo aquellas palabras que me gritaba. Sonó el teléfono y me asustó.
—Dime, Grete.
—¿Estás bien? Te noto acelerada.
—Acabo de despertarme, será por eso.
—¿Vas a venir a comer?
—Sí, tengo ganas de veros.
No hablamos nada más, ya que nos encontraríamos en un rato, así que comencé el día con un baño; necesitaba despejar la tensión que mi cuerpo acumulaba. Abrí el grifo para llenar la bañera mientras me quitaba el pijama. Estaba frío, muestra de que esa noche había sudado, pero no podía dejar a un lado mis pensamientos. Sacudí la cabeza y me adentré en la templada agua, dejando la mente en blanco. Durante unos segundos permanecí aguantando la respiración hasta que emergí cogiendo una gran bocanada de aire, reciclando mis pulmones, pero de pronto a mi cabeza llegó la imagen de Chloe en el baño pensando como yo en todo lo que debía sopesar. Tenía claro cómo continuar, sólo era cuestión de escribirlo.
No lo dudé: me enjaboné y salí rápidamente para que me diera tiempo antes de salir hacia casa de mis padres. Mientras me secaba el pelo con la mano derecha, con la izquierda pulsé la pantalla del teléfono; tenía varios mensajes pendientes de leer. Uno de ellos era de Esther, en el que me preguntaba si tenía claro cómo iba a seguir; le respondí que sí, que comenzaba en ese mismo instante. Vi otro mensaje de Markel, deseándome los buenos días y preguntándome si estaba lista para continuar. Respondí un «afirmativo, cambio y corto».
Clavé la mirada en el espejo y comprobé que mis rizos rebeldes ya tenían forma y estaban secos; los impregné de espuma para poder dominarlos, mientras encendía el ordenador y mi mente retenía con fuerza lo que debía escribir.
Me senté frente al documento en blanco y me adentré en los pensamientos de Chloe.
Allí estaba ella, de pie; su cuerpo tenía la fuerza suficiente como para no caerse, pero no entendía nada. Días atrás se había encontrado con un hombre casi desconocido que la secuestró, la retuvo en su casa y con él consiguió cumplir una fantasía sexual, la más emocionante hasta ese momento, mostrándole una actitud tierna y sumisa a sus palabras. Pero, de pronto, todo había cambiado. Un semblante serio y una postura chulesca se habían instalado en Darek, en su mirada; su mirada lasciva analizaba los gestos de ella y, para terminar de confundirla aún más, tenía a su lado a un amigo suyo, desnudo, deseando saborear hasta el último ápice de su cuerpo. Estaban esperando a que decidiera; en otras circunstancias, ya estaría en aquella gran cama disfrutando de ambos, pero algo había conseguido Darek: había llegado a un punto concreto que ninguno hasta ese momento había logrado alcanzar y por ello no sabía qué decir, ni qué quería realmente.
Darek reaccionó y comprendió que necesitaba tiempo para valorar si estaba dispuesta a emprender la aventura con ellos o prefería terminar la relación. Le pidió a Alan que subieran a tomar algo en el patio mientras ella meditaba su camino. Chloe agradeció el gesto que tuvo, y permaneció de pie, petrificada, mientras ambos se alejaban escaleras arriba.
Un soplo salió de su garganta mientras se repetía que era una idiota, que cómo podía dudar acerca de una proposición de ese tipo; ella siempre se había movido en círculos similares y no tenía por qué asustarse. Pero algo le preocupaba, su mente no pudo obviar lo que sentía su corazón; por muy dura que actuara frente a él, estaba enamorada. Tenía miedo, por primera vez estaba aterrorizada por si él no sentía lo mismo.
Se sentó en la butaca que había en la parte oscura de la habitación mientras la analizaba. No podía evitar sentirse excitada, húmeda, pero, por otro lado, era la primera vez que se veía acorralada, siempre había manejado ella la situación. Normalmente, otros estaban en su posición valorando si querían continuar con las normas que ella imponía, nunca había tenido que decidir... hasta ahora.
Oyó unas risas que provenían de la planta superior y se quedó unos segundos barajando qué hacer; sacudió la cabeza y no quiso pensar más. Sus pies comenzaron a subir escaleras arriba; caminó directa hacia el patio, donde intuía que estaban. Fue acercándose silenciosamente hasta que se quedó parada apoyada en el marco de la puerta. Estaban sentados tomando una cerveza mientras charlaban amistosamente. Alan se había puesto un pantalón deportivo, y no pudo evitar mirarlo de arriba abajo; no tenía nada que ver con Darek, él era más corpulento. Un ruido al pisar una de las baldosas hizo que ambos se giraran; los dos la miraron atentos, expectantes ante su actitud.
Chloe no tuvo más remedio que andar hasta ellos y se sentó respirando hondo. Darek la observaba, estaba enamorado de ella y no quería que se marchara, pero no podía obligarla a aceptar su forma de vivir. Le preguntó si estaba bien y ésta asintió cohibida. Le comentó que no esperaba encontrarse en esa situación y que la había sorprendido. Alan permaneció callado en un segundo plano, como si la conversación no fuera con él. Le confesó a Darek lo que sentía, necesitaba sincerarse para conseguir la seguridad necesaria para continuar o huir lo más lejos posible.
Él, sorprendido por sus sentimientos, se puso de rodillas frente a ella y le prometió que formarían una pareja... aunque, cuando practicaran sexo, podían incluir a Alan; sólo participaría para proporcionar placer, no sería parte de la relación. Chloe se sintió aliviada y, sin dudarlo más, se lanzó a sus brazos y comenzaron a besarse. Él la cogió en volandas y la llevó hasta la cama que ambos habían instalado días antes allí. Alan permaneció observándolos mientras colaba su mano bajo su pantalón; de momento sólo obtendría el placer de sus yemas mientras observaba a la pareja.
Darek le entregó las caricias que ella necesitaba, demostrándole que no era sólo sexo, que sentía amor por ella e iba a hacer todo lo que fuera posible para que se sintiera especial, amada.
La pareja permanecía desnuda sobre la blanca cama, pero Chloe no olvidaba que estaba siendo observada por otra persona y eso la excitaba, eso siempre la había estimulado. Miró a Darek y, con un gesto, le pidió permiso para que se acercara, y éste no lo dudó; sonrió y, con un ligero movimiento de cabeza, accedió.
Alan, sorprendido por la invitación, se levantó y caminó hasta la pareja sin importarle que el resto de su excitación estuviera latente en la sombra humedecida de su pantalón gris claro de felpa. Justo cuando se acercó, Chloe le dio un tirón a éste, dejándolo desnudo por completo. Observó su miembro, que, al sentirse estudiado, creció, preparándose para una sesión de sexo. Ella sonrió y le pidió que se acercara más, quería estar frente a su miembro, mientras las manos de Darek acariciaban sus muslos consiguiendo excitarla de nuevo y que su sexo se humedeciera.
—Madre mía, ahora sí que es erótico, pero con amor; así me gusta y lo he conseguido —susurré mientras guardaba el archivo y preparaba el email para hacérselo llegar a Markel.
Miré el reloj y era casi la hora de la comida; tenía que salir corriendo a casa de mis padres, si no se enfadarían. Envié el archivo y abrí la pantalla del chat, antes de preparar mis cosas para salir lo antes posible.
Dunia: Enviado y llego tarde, cambio y corto.
Markel: Perfecto, voy a leerlo.
Fui hacia el baño, delineé mis ojos con pintura negra y me puse ropa de abrigo para salir de casa. Para poder salir tranquila, comprobé que lo llevaba todo: el monedero, el móvil y las llaves de casa y del coche. Me dirigí al jeep dando grandes zancadas; nada más sentarme y arrancarlo, encendí el climatizador para poder calentar el ambiente, ya que estaba helado. Puse la marcha y salí rumbo al almuerzo, pues me estaban esperando.
Conduje lo más rápido posible hasta aparcar justo delante de la puerta de la casa de mis padres. Debieron de oírme llegar, ya que, mientras cerraba el vehículo, salió mi padre con cara de enfado. Pedí perdón con las manos por el retraso y me respondió dándome un tierno beso en la frente. Fredrik y Aksel estaban esperándome en la mesa. Saludé a ambos y ninguno de los dos me contestó, pero no le di importancia y me senté mientras mi padre recogía mi abrigo y mi bolso para dejarlos en la entrada. Grete apareció desde la cocina y me sirvió la comida tras agarrarme del hombro intentando que no me preocupara por la actitud de mis hermanos; mejor dicho, de Aksel, porque Fredrik era un caso aparte.
Aksel ni me miraba, continuaba con la escayola, pero el movimiento de su brazo era más seguro. Aún quedaba un poco hasta que se la pudieran retirar, pero aparentemente el dolor había remitido. Fredrik estaba haciendo bolas diminutas con la miga del pan y las colocaba una al lado de la otra formando un cuadrado perfecto.
Le pregunté cuántas había dispuesto y no me contestó, así que lo reté: le dije que había ciento cincuenta y me respondió intuitivamente que había ciento ochenta y tres sin contar la que tenía en las manos, pero ni me miró. Sonreí porque ya había conseguido mucho más que otros días. Pero Aksel era diferente, nunca lograría mantener una conversación con él, al menos hasta que no pusiera de su parte.
Comenzamos a comer mientras mi padre hablaba del aserradero, de las cosas que debíamos tener en cuenta y cómo organizarnos hasta que Aksel regresara. Él debatió, pidió volver ya; aunque no podía coger peso, afirmó que podría ayudar en la oficina y así yo podría seguir con mi excedencia. Algo que me sorprendió, era la primera vez que se preocupaba por que yo pudiera cumplir con mi permiso y no ponía en jaque la decisión de mi padre ni se quejaba por aceptarla.
—No te preocupes por mí, no me molesta ir. Además, no estás recuperado del todo.
—No hace falta que venga, yo puedo hacerme cargo.
—Aksel, no puedes encargarte de todo lo que hace tu hermana, tienes que recuperarte.
—Sí puedo, ella no hace tanto.
—Gracias por la parte que me toca...
—¡Dunia, por favor, no comencemos! —Levanté las manos en señal de paz.
—Es mejor que ella no esté en el aserradero.
—¿Por qué dices eso, si puede saberse? —pregunté enfada por la insistencia en que no fuera; algo ocultaba, si no, no diría eso.
—Porque es ilegal, no puedes estar allí.
—Por Dios, Aksel eso nunca te ha importado. —Mi padre comenzó a reír al escuchar sus palabras—. Y, si al final viene el inspector, lo conocemos, no debemos temer por ello.
—Será lo mejor. Yo iré a trabajar y tú te quedas en tu casita, leyendo o chateando con tus amigas de Internet.
—Pero tú, ¿de qué vas?
—Chicos, por favor —intervino Grete, intentando que la discusión no llegara a más.
Tenía claro que algo ocurría; no sabía qué era, pero, para que Aksel quisiera obligarme a no ir, tenía que haber un motivo. Mi mente no dejaba de dar vueltas, intentando adivinar qué sucedía, y lo único que podía suponer era algo relacionado con Thor... habrían hablado, sí, seguro... Eso explicaría su comportamiento hacia mí. Pero ése no era el momento de preguntar.
Justo cuando terminamos de comer y nos sentamos frente a la chimenea, cogí mi teléfono y leí los mensajes de WhatsApp del grupo de lectoras. En él me recriminaban que últimamente no publicaba apenas entradas en el blog, y tenían razón; la historia de Darek y Chloe ocupaba el poco tiempo libre que tenía, pero no podía abandonar mis obligaciones. Envié un mensaje privado a Esther pidiéndole que me echara una mano con el blog; ella me contestó que podía contar con ella, así que, tras comentarle unas normas, ella las acató sin réplica y comenzó a bombardearme con ideas para las entradas.
Yo le di permiso para llevarlas a cabo y, mientras intercambiábamos mensajes, apareció uno del chat; sin mirarlo, intuí de quién era, así que lo abrí.
Markel: Veo que aceptas el trío, chica mala.
Dunia: Una oportunidad así no se puede desaprovechar. El juego que puede dar es increíble.
Una mano me arrancó el teléfono de la mía y luego alguien leyó los mensajes.
—Aksel, eres idiota, dame mi teléfono.
—Es cierto, me das asco...
—Aksel, ¿¡qué estás diciendo!? —Grete gritó fuerte; era la primera vez que lo hacía, pues no recordaba que nos hubiera pegado ningún chillido cuando éramos pequeños, pero esta vez lo había hecho.
Mi padre se acercó rápidamente mientras Aksel me lanzaba el móvil, que golpeó contra mi hombro, pero el dolor no me preocupó. Necesitaba cogerlo y que nadie leyera mi conversación, no lo entenderían.
—Eres peor de lo que imaginaba; yo llevo días defendiéndote, animando a Thor a que intente reconciliarse contigo, pero él tenía razón.
—Pero ¿de qué estáis hablando? Hija, dime que ocurre.
—Papá, no es lo que parece...
—Eres una cualquiera.
—¡Akselllllll! —gritó Grete mientras caía al suelo, desmayada.
Todos corrimos hacia ella y la acomodamos mientras le dimos unos golpes en la mejilla hasta que por fin despertó. Fui corriendo a la cocina en busca de un vaso de agua, y se lo ofrecí. Aksel estaba paralizado delante de su madre sin saber qué hacer, sintiéndose culpable por lo sucedido. Pero su mirada hacia mí era diferente; desprecio era lo que sentía cuando la fijaba en mí.
Ayudamos a Grete a sentarse en el sofá y nos pidió que le explicáramos qué sucedía. Aksel gritó de nuevo, pero, al ver la cara pálida de su madre, se serenó. Yo cogí el teléfono y me vi obligada a contar lo que estaba haciendo para que Aksel y el resto entendieran que lo que especulaban no era cierto.
Respiré hondo y les comenté que llevaba un mes escribiendo una novela erótica. Aksel alzó la ceja sin creerse mis palabras; se apoyó en el marco de la puerta, de brazos cruzados, atento a mi explicación. Continué comentándoles que no la escribía sola, sino junto a un escritor que no conocía, y que la íbamos a presentar a un concurso. Por ello estaba tantas horas en el ordenador y Aksel había leído que aceptaba la idea del trío.
Grete se carcajeó sorprendiéndonos a todos, y mi padre se retiró el sudor de la frente, conmocionado por lo que estaba oyendo; no se imaginaba que escribiera ese tipo de historias, pero así era y no me avergonzaba de ello.
—Muy bonita tapadera. ¿Puedes demostrarlo?, porque yo no me creo nada.
—Aksel, mira.
Abrí el correo electrónico y busqué el último mensaje enviado, en el que le explicaba a Markel lo que acababa de escribir y que había continuado su historia pero siempre basándose en el amor como trasfondo. Mi padre relajó sus gestos al comprobar que la palabra amor aparecía en mi vocabulario y Aksel dio un golpe en la pared.
—Aksel, no te puedes creer todo lo que se dice por ahí.
—Fue a una exposición erótica, todo el mundo la vio.
—Fui con ella, no es nada del otro mundo —recriminó Grete a su hijo.
El silencio se instaló en el salón, hasta que Aksel dijo que Thor pretendía irse de la ciudad y no volver al aserradero porque no quería coincidir conmigo; la noche anterior habían estado juntos y se lo contó. Por un momento me sentí aliviada de saber que todo había sido un sueño, que no había estado en mi casa.
Pero, si Thor se marchaba, tendríamos problemas de personal en el aserradero. Miré a Aksel y le pedí por favor que hablara con él, que lo convenciera como fuera, pero que no debía irse. Éste asintió, pero, antes de que se moviera, le rogué que no le contara que escribía, que no quería que nadie se enterara.
Se dio la vuelta sin contestarme, ni una muestra de que no lo haría... pero así era él. No quise pensar más, sabía que no podía hacer nada, más que esperar y rezar para que nadie lo supiera.
Una vez nos quedamos los tres solos en el salón, le preguntamos a Grete por qué se había desmayado, era lo que más nos preocupaba. Ella insistió en que estaba bien, pero mi padre estaba demasiado nervioso. Lo tranquilicé e insistí para que ella acudiera al médico, podía tener problemas de tensión; seguramente no era nada, pero debía examinarla un especialista. Ella asintió y me preguntó por la novela, quería saber más... pero yo me sentía avergonzada.
Le expliqué de qué iba el argumento y mi padre no pudo evitar preguntarme si era necesario que hubiera sexo en la historia. Grete le preguntó si él no lo practicaba, y él, avergonzado por hablar de ese tema delante de mí, decidió quitarle importancia y animarme a escribir la mejor de todas.
Continuamos hablando como si nada hubiera ocurrido, aunque mi mente no dejaba de pensar en Thor y Aksel. Estarían hablando; si no necesitáramos que trabajara en el aserradero, sería la primera en alejarlo, pero, para mi desgracia, con el accidente de Aksel necesitaba que continuara por mucho que no quisiera verlo o deseara estar alejada de él. Pero conocía a Thor y lo cabezota que podía llegar a ser; cuando una idea se le metía entre ceja y ceja... Sabiendo la opinión que Aksel se había creado de mí, estaba convencida que la de Thor era aún mucho peor.
Decidí regresar a mi casa, estaba cansada y el día había sido complicado. Aún no sabía nada de Aksel, así que conduje mi coche de forma instintiva, ya que mi mente estaba en otro lugar; no dejaba de pensar en el lío que se había formado por su culpa, y no pude evitar enfadarme. No sólo soñaba con él, sino que ponía a mi hermano en mi contra. Llegué hasta la puerta sin saber cómo, pero, como alma que lleva el diablo, entré y me dejé caer sobre el sofá, cogí mi teléfono móvil y vi mensajes de Markel sin leer.
Markel: Por desgracia, llegamos a su fin.
Markel: Tenemos margen para dos capítulos.
Markel: Yo escribiré una escena erótica en la que participen los tres y te dejo el honor de cerrar la historia.
Markel: ¿Estás ahí?
Sonreí al leer los mensajes. Si le contara lo que había pasado para que hubiera dejado de escribirle... se moriría de risa y seguramente lo utilizaría para una historia; vaya, yo lo haría... pero lo mejor era que omitiera esa parte.
Dunia: Perdona, comida familiar; no había visto tus mensajes.
Markel: Ya he escrito mi parte y es hot, pero que muy hot.
Dunia: Tengo ganas de leerlo. Y de pensar en ese final.
Markel: Pues todo tuyo.
Abrí el ordenador portátil para leer su capítulo; estaba deseando saber qué ocurriría con aquellos tres, aunque ya sabía que era el final de la historia; tal y como Markel me había anunciado, era el penúltimo capítulo.
Cuando justo iba a comenzar a leer, una vez más el timbre de casa sonó, siempre era igual de inoportuno; suponía quién era, seguro que Aksel. Me levanté para abrir, y me quedé perpleja al ver la cara de Thor tras aquella puerta.
—¿A qué has venido?, ¿no ha hablado Aksel contigo?
—Sí, y voy a continuar en el aserradero hasta que él se recupere.
—Gracias.
—No me las des, dáselas a él. Siento cómo me puse contigo el otro día en la cantina, había bebido.
—Lo sé, pero Thor, tú nunca te has comportado así...
—No sabes nada de mí.
Se dio media vuelta, de un salto se montó en la moto y desapareció en segundos sin poder despedirme, dejándome de pie perdiéndolo de vista en la lejanía. Cerré la puerta y volví al sofá; me senté a la vez que oí la entrada de un mensaje nuevo.
Markel: Sólo espero que no sea un final predecible.
Dunia: Será como yo decida.
Descargué la tensión del día en aquella frase, consiguiendo sentirme liberada a la vez que ponía en su lugar al déspota que me escribía desde vete tú a saber dónde. Bastantes desplantes le había consentido durante el tiempo en el cual habíamos hablado, y no iba a volver a repetirse; quizá no fuera una escritora, no, sólo era una principiante que había disfrutado como nunca creando una historia. Era mi oportunidad de idear un final gracias al cual los lectores se quedaran con ganas de seguir leyendo.
Pero antes debía leer lo que Markel había narrado y tenía muchas horas por delante.
Darek miró a Alan, dándole autorización para comenzar, y éste lo estaba deseando desde que vio a Chloe por primera vez manteniendo relaciones con Darek sin que ella lo supiera. Sabía que practicar sexo con ella sería sensacional, e incluso podía llegar a envidiar a su compañero, pero las reglas eran muy claras y ella era la novia de su amigo.
Chloe se dejó tumbar por las manos de Darek; estaba nerviosa; no era la primera vez que compartía sexo con dos hombres, pero en esa ocasión era diferente, pues nunca había estado enamorada de uno de ellos. Las manos de él acariciaron sus hombros, el cuello y los labios; la besaba dulcemente mientras las bajaba a sus muslos y le obligaba a abrirlos, sin encontrar resistencia. Ella dejaba que sus piernas siguieran la voluntad de él. La lengua de Alan se posó sobre su sexo; ella ahogó un gemido en los labios de Darek, y éste respondió con un mordisco en su labio, demostrándole el placer que sentía al notar que ella disfrutaba.
Alan no pronunció palabra alguna, sabía cuál era su cometido y no era otro que conseguir que Chloe obtuviera el placer que merecía.
Darek se puso de pie, agarró una de las telas que ella había comprado y no dudó en unirle las manos atadas por encima de la cabeza mientras él lamía y succionaba los pezones de ella, a la vez que Alan la penetraba violentamente. Los gemidos de Chloe eran desgarradores, y Darek la besaba desesperadamente, mientras Alan rellenaba el fino látex que lo separaba de la piel de Chloe. Una vez satisfecho, se apartó, tiró el preservativo a la papelera y se fue, dejando a la pareja que continuara sola.
Chloe estaba exhausta, sin aliento, y Darek permanecía a su lado, besándola, dejando que pasara el tiempo necesario para que se repusiera y poder comenzar a ser el único hombre que disfrutara de su cuerpo. Sus manos rodeaban sus pezones erectos; luego bajaron hasta su ombligo y finalmente se detuvieron en sus abultados labios inferiores, consecuencia de las fuertes embestidas de Alan. Sus dedos suavemente masajearon la zona, mientras se empapaban... se los llevó a la nariz e inhaló el dulce olor de su pasión, hasta que lamió cada uno de ellos provocando que su miembro se endureciera como una roca, y ella lo notó.
Había recuperado las fuerzas y su húmedo sexo le pedía seguir con lo que acababa de comenzar. Se dio la vuelta, obligó a Darek a tumbarse y se abalanzó sobre él. Comenzó a lamer su verga, succionándola hasta conseguir que las gotas del placer comenzaran a brotar sin fin; las tragó satisfecha y, sin dejar que pasara el tiempo, se acopló sobre él introduciendo su miembro, ahora flácido, mientras ella gemía por la sensibilidad que aún permanecía instalada en su sexo.
Los movimientos de ambos aumentaron, junto a su excitación. La sensibilidad y el placer que se entregaron de nuevo hizo que ambos cayeran exhaustos, uno encima del otro, sin necesidad de hacer nada. Alan se acercó a ellos y les dejó dos vasos de refresco al lado; luego se fue a la butaca, en la que se tumbó y permaneció sentado hasta que la pareja decidió asearse y continuar charlando con él, como si de tres amigos de toda la vida se tratara.
Markel decidió añadir una separación e intuí que habría un salto en el tiempo; no podía evitar reconocer que el capítulo era hot, mucho, la verdad... leyendo la forma de amarse de esos tres, hasta parecía normal hacer un trío. «Creo que me está afectando demasiado la historia», me burle de mí misma.
Seguí leyendo y descubrí el final del capítulo. Era un resumen de los días siguientes, durante los cuales los tres disfrutaron del sexo, de todas las formas que se podía imaginar, y descubrieron juntos lo que se podía llegar a hacer en aquel sótano; Chloe no dudó en aconsejar cambios, dejando el toque femenino que obviamente a ellos les faltaba. Pero no sólo era sexo, la relación de Darek y Chloe estaba más fortalecida que nunca. La confianza rebasaba límites inimaginables y con una mirada ya se entendían, y Alan, el tercero, era el hombre que ambos necesitaban para conseguir satisfacerse; llegaron a ser muy amigos y Chloe lo necesitaba a él también.
Llegó el temido día en que Chloe debía regresar. Todo el mundo pensaba que estaba en un viaje para ayudar a personas necesitadas; nadie podría imaginar dónde había estado ni todo lo que había hecho junto a Darek. Ella estaba segura de que nada iba a cambiar, que seguirían viéndose y mantendrían el contacto, pero Darek estaba nervioso, tenía miedo de que su regreso terminara con su relación.
Él no decía nada, lo llevaba en su interior, pero no podía disimular su seriedad y Chloe lo notó, así que decidió sincerarse y le pidió que no dudara de ella, que no iba a dejar de verlo. Y, tras despedirse, cogió un taxi que le llevó a su casa.
Sabía cómo continuar, era el final de la historia, pero no sólo eso, también el final de mi extraña relación con Markel, y el final de una aventura que estaba disfrutando más que nunca.
Miré el chat y vi que tenía mensajes pendientes de leer. Sabía que mi última respuesta no había sido la más adecuada, pero llevaba un día en el que todo el mundo opinaba y hablaba más de la cuenta, estaba bastante irritada.
Markel: Perdona por opinar.
Markel: No quería ofenderte.
Markel: Dunia, lo siento.
Al final, el pedante parecía tener sentimientos, era de los que hablaba sin pensar. Su forma de actuar lo denotaba; primero decía lo que se le ocurría y, tras meditarlo, reculaba y pedía perdón. Era humilde por su parte, pero, si lo tuviera delante, iba a saber lo que era enfrentarse a una borde.
Dunia: Estaba leyendo tu capítulo, está bien.
Markel: Gracias, entiendo.
Dunia: Gracias, es suficiente.
Markel: Te noto irascible hoy.
Dunia: Hum, irascible... sí, así me siento. Tengo un mal día, perdona. Mejor te dejo, voy a escribir y a descansar. Mañana tendrás el final del capítulo.
Markel: Entendido, Hechicera; usa tu magia para conseguir un final soñado, sé que lo lograrás.
No quise ni contestarle, no tenía un buen día y mis respuestas podían confundirse, así que lo mejor era terminar la historia y, con ella, esa etapa de mi vida.
Permanecí sentada barajando lo que sucedería y, tras unos instantes en los que mentalmente organicé las ideas que tenía, me dispuse a poner el punto y final.
Chloe llevaba un rato en casa, ya había deshecho la maleta y llamado a sus padres para que no se alarmaran y estuvieran tranquilos sabiendo que había vuelto sana y salva.
Se pasó más de una hora poniendo su casa al día; al haber estado cerrada, tenía mucho polvo y, con la alergia que ella tenía, eso no le venía nada bien. Por tanto, bayeta en mano, limpió lo más rápido que pudo.
Después se dio un baño, relajándose al máximo, pero su mente anhelaba la imagen de días atrás. Darek había calado hondo en ella y Alan, de diferente forma, también; no podía borrar la sonrisa de su cara, la verdad era que habían sido unas vacaciones inesperadas, pero que jamás olvidaría.
Estaba tumbada en su cama mientras mantenía el móvil entre sus manos dudando si llamar o no. Al final lo hizo y, tras escuchar dos tonos, una voz grave contestó, dejándola muda.
Darek se sintió aliviado al ver que ella lo llamaba, pues eso significaba que se había acordado de él, pero lo que no se esperaba era a la Chloe juguetona que oyó... la primera pregunta fue si estaba solo y, tras confirmárselo sonriendo, comenzaron a hablar a través del teléfono como si de una línea caliente se tratara, hasta que los dos alcanzaron el orgasmo entre risas.
Darek se despertó temprano y volvió a hacer lo mismo que un mes atrás: sentarse en la cafetería, con el periódico entre las manos, a la espera de que Chloe apareciera; ella tenía la intuición de que él actuaría así, y acertó... pero no pensaba detenerse a saludarlo, jugar la excitaba más. Y así fue: consiguió despistarlo y llegar al trabajo sin ser vista.
Por la tarde, a la salida del trabajo, escudriñó en busca de una muestra de que él la estaba esperando, pero no era así. Continuó el camino cabizbaja, hasta que alguien la agarró de la cintura y, tras detener sus pasos, la beso como si llevara todo el día deseando hacerlo, y así era. La escena se repetía día a día, afianzando su relación, y los fines de semana visitaba su casa para compartir su pasión con Alan.
—Final feliz, como debe ser —afirmé en voz alta para mí misma.
Le envié a Esther el capítulo y añadí un mensaje para que me comentara si le parecía un final adecuado antes de mandárselo a Markel. En poco más de veinte minutos, recibí respuesta de una Esther emocionada.
No paraba de repetir que le había encantado la historia, y que no quería que acabara, pero que sabía que sólo era el principio. Yo no podía evitar reír, no entendía cómo podía confiar en mí tanto, pero me sentía halagada.
Miré el reloj y comprobé que era muy tarde, demasiado, al día siguiente trabajaba. No sabía qué sucedería, sobre todo por cómo reaccionaría Thor al cruzarse conmigo, después de todo lo sucedido. Pero no podía hacer suposiciones, lo mejor era descansar.
Me tumbé en la cama, pero me resultaba imposible dormir y no dejaba de dar vueltas; cogí un libro intentando ponerme al día con la lectura que llevaba días abandonada, pero éste no conseguía atraparme entre sus páginas; no entendía qué me ocurría, pero ni leer me distraía. Di un brinco, salí de la cama y me dirigí a la cocina para coger un vaso de agua, que me bebí de un trago.
Volví a tumbarme y abrí el chat de Facebook; vi que Markel estaba en línea, y me llamó la atención.
Dunia: ¡Aún sigues por aquí!
Markel: Veo que tú también.
Dunia: No puedo dormir.
Markel: Si has puesto el punto y final, suele suceder.
Dunia: Efectivamente lo hice, y me siento vacía.
Markel: Ése es el sentimiento de todo escritor.
Dunia: ¿Y pasa siempre?
Markel: Si escribes con el corazón y vives las historias, sí. Es una sensación que nunca nos abandona.
Dunia: Tengo que aprender mucho.
Markel: Sé que vas a tener mucha suerte.
Dunia: Sólo es un concurso, no se sabe si ganaremos.
Markel: No lo es.
Dunia: ¿Cómo?
Lo que estaba leyendo me estaba dejando atónita, ¿cómo que no era un concurso? Acepté porque lo era. Entonces, ¿en qué diablos estaba metida?
Markel: ¿Firmaste un contrato?
Dunia: Firme algo, pero no lo leí. Lo revisó mi amiga.
Markel: Ja, ja, ja. Tu amiga te ha tomado el pelo. Esta novela ya la ha revisado la editorial, la más importante de España, y ha sido seleccionada; están esperando el último capítulo para comenzar a maquetar y en breve se publicará.
Dunia: ¿Qué? ¿Se publica en una editorial? ¿En España? ¿A mí?
Markel: Respira, creo que lo mejor será que llames a tu amiga y te lo aclare.
Busqué en el portátil la aplicación de Skype y llamé a Esther; ésta respondió muy sonriente, pero, al verme malhumorada y de brazos cruzados, pronunció, un «oh, oh». Le dije que se dejara de tonterías y me contara la verdad; después de insultarla y repetirle cien veces que estaba loca, que no era nadie para obligarme a hacer algo de lo que no era consciente, me tranquilicé.
Ella, en todo momento, sólo podía decirme que lo sentía, pero que era mi oportunidad y que ella sabía que era capaz de conseguirlo, que por una vez no lo pensara y me dejara llevar, pero yo no me podía creer nada... una nube se había instalado en mi mente, consiguiendo nublarme la razón, tanto que no quería seguir hablando con ella. Le pedí que me dejara pensar y que al día siguiente la llamaría.
Sabía que se arrepentía de no habérmelo dicho, pero me parecía increíble en el lío en que me había metido y más ahora con el accidente de Aksel, pues tenía que estar en el aserradero. ¿Cómo iba a publicar un libro, si nunca había escrito más que un relato de treinta páginas?
Si estaba nerviosa antes de hablar con ellos dos, en ese momento ya sí que no podría dormir nada; me resultaba imposible, sentía que me faltaba el aire.
Di cien vueltas en la cama, recorrí cada una de las estancias de mi casa, inquieta por lo que acababa de descubrir, pero eso no era lo peor... todo el mundo sabría que escribía erótica, eso sí que me daba pánico.
Un pitido en el móvil me avisó de que me acaba de llegar un correo electrónico, lo abrí y lo leí rápidamente al descubrir que era de Esther.
Dunia, siento no haberte contado desde un principio de qué se trataba exactamente, pero tú mejor que nadie sabes que no lo hubieras aceptado y habrías desaprovechado otra oportunidad. No es la primera que pierdes, y me da rabia que una persona con tanto talento como tú las deje para otros, pudiendo ser una escritora de éxito.
He vivido de primera mano la narración y entre los dos habéis hilvanado una historia preciosa, con sentimiento, humor y una sensualidad que sé que va a convertirse en un best seller.
Espero que me perdones. Como ya lo sabes todo, te adjunto el contrato de edición que firmaste sin saberlo, y que no puedes rechazar por las consecuencias que supondría. Lo siento, sólo espero que algún día nos riamos de esto.
Te quiero; ahora y siempre, tu mejor amiga, Esther.
Al leer lo que había escrito, no pude enfadarme con ella; me molestaba no haber sabido el fin de la novela, y poder sopesar las circunstancias a las que debería enfrentarme, pero sabía que no lo había hecho con maldad alguna, sino para darme el empujón que yo sola no me hubiera permitido.
Vi que el chat de Markel estaba parpadeando; me había escrito, seguro que estaba esperando a que le contara si me había enterado de todo. Lo abrí y leí lo que ponía.
Markel: ¿Intuyo que eres consciente de lo que se te viene encima?
Markel: Sólo te puedo decir que lo que hemos creado vale la pena y no pienses en nada más.
Markel: Dunia, contesta.
Leí mientras podía imaginármelo en su casa esperando que yo respondiera; sonreí y lo único que hice fue despedirme de él diciéndole que lo pensaría detenidamente, y me acosté.