Fiebre

Los estoy esperando. Todo principio debe tener un final y este, inexorable, se acerca. Sé que luego los niños se irán. Para siempre…

Solo yo los recordaré. Yo fui como ellos. Alguien a quien se le arrebató el mayor privilegio: la inocencia.

Eso fue hace ya mucho tiempo, aunque su amargo recuerdo siga en mí candente como brasas. Tan caliente como el día en que todo comenzó a arder.

Yo sí pude librarme. Pude escapar. Miento. Aproveché la distracción de mis captores mientras mis compañeros ardían… literalmente… Qué terrible recuerdo.

Ha pasado el tiempo. Pero no el suficiente para olvidarlos. Eso jamás.

Lo último que he hecho ha sido apoderarme de su camión. Ha sido sencillo. He degollado al conductor con una navaja barbera muy bien afilada. La fiebre ya no tiene poder en mí. He aprendido a matar sin miedo a nada. Es fácil quitar una vida llena de podredumbre con solo cortar la yugular. Los veintisiete niños que iban acurrucados al fondo del camión están ahora con Zaira y Vanesa. Les he proporcionado comida y ropa nueva. A algunos les quedará grande y a otros corta, pero ahora se encuentran a salvo gracias a esos niños y niñas que solo yo puedo ver. Si no existiera esa herida que no puede cicatrizar, su rescate habría resultado un fracaso y habrían descubierto por lo que pasé yo. Satisfaciendo las necesidades de hombres y mujeres, inmunes al miedo que refleja el rostro de un niño cuando no entiende dónde han podido quedar aquellos días maravillosos.

Al menos estos no pasaran por ello. Sus familias me lo agradecerán. Aunque nunca sabrán quién lo hizo.

Oigo ruido de neumáticos. Por eso he dejado la ventana abierta. Para enterarme de su llegada.

Deben de haber visto ya el Seat Alhambra.

Todo está preparado. Las cámaras grabando, para que internet difunda las imágenes a tiempo real.

Hay que mostrarlo. El mundo entero debe reflexionar. Avisar al mal. Para que sepan que la caza no se ha detenido.

El Demonio verá cómo se resquebraja su imperio.

Ha llegado el momento.

Ahora sí, siento que la adrenalina arrastra mi recién ganada frialdad. La fiebre…

Es bueno saber que todos sentimos fiebre. Eso significa algo. Nos agitamos ante la injusticia y demolemos al necio con valentía. Y es que todos podemos ser valientes.

Ahora los siento… Los niños desafortunados caminan conmigo. Han vuelto para no marcharse hasta que todo esto termine…