DORIAN GREY

Qué hermoso soy…

DORIAN GREY ERA TAN HERMOSO como Narciso, con la peculiaridad de que se conoció antes y tuvo la certeza de que con la edad y con la depravación (le gustaba la vida al límite) perdería parte de su atractivo. Realizó entonces un pacto arriesgado: él no envejecería, con lo que lograría engañar a todos con su apariencia angelical. En su lugar, su retrato pasaría por ese trance.

Para un Dorian la vida no ofrece problemas mientras se encuentra en su propio cascarón, pero aparecen cuando intenta relacionarse con los demás. Como carece de la más mínima empatía, intenta convencer al otro de lo especial que es y de la suerte que tiene adorándole. Por lo tanto, intentará atacar su autoestima, y convertir el vínculo en algo esencial en su vida. Sin él, intenta hacerle creer, no sobreviviría, no sería capaz, no se las arreglaría. Nunca sentirá nada mejor ni más intenso. Puede incluso convencerle de que nadie le querrá como él mismo.

Su versión y su visión son las únicas que cuentan. Los Dorian discutirán cuando ellos deseen, y les negarán a los otros ese recurso cuando no les interese.

Dorian se niega a ser humano. Es mejor que todo eso: que todos esos. Obsesionado por la imagen que tienen los demás de él, sólo ve en los otros adoradores. Ni le interesan, ni siente culpa por los extremos a los que llega para mantener esa atención. Evita el compromiso incluso en las frases más nimias. El Dorian no ofrece información auténtica sobre sí mismo, no habla de afectos, no se involucra con nada real. No se le puede acusar de mentiroso, porque no concreta nada. Crea niebla a su alrededor, y se maneja mejor con el silencio que con las palabras. Es el rey de la insinuación y de aprovecharse del desconcierto y la ambigüedad que su actitud genera. Eso le sirve para justificarse luego, y para indicar a los otros que, nuevamente, se equivocaban.

Los Dorian suelen gozar de una gran protección por su carisma o por su clase social. Incuso cuando actúan de manera delictiva, alguien les sacará del lío. Es el clásico niño bien echado a perder, un crápula que se divierte a costa de los demás y al que no le importa pagar para humillar a otros. No se avergüenza de sus perversiones porque cree que su estatus le protege, y que los demás están ahí precisamente para eso, para servirle y procurar su bienestar.

Envejecen rápidamente, y cuando han perdido su encanto físico o personal, se asoman al abismo. A diferencia de Narciso, los Dorian odian su propio reflejo. Esconden su retrato en el desván, para que nadie sea testigo de sus miserias y de sus errores.